El genocidio de Israel continúa con la invasión terrestre de la Franja y de la ciudad de Gaza. Los avances en las comunicaciones trasladan instantáneamente al mundo la brutalidad de las prácticas nazifascistas.

Por: Liga Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional

Grandes manifestaciones de apoyo a Palestina (en algunos países, de masas) muestran que el sionismo comienza a perder la batalla por la conciencia de las masas en el mundo.

La guerra en Palestina se convirtió en el centro de la lucha de clases mundial. Las dos guerras (Palestina y Ucrania) profundizan la crisis del orden mundial y la disputa interimperialista e interburguesa.

La crisis del orden mundial se profundiza con la guerra en Palestina

La crisis del orden mundial se profundiza con la guerra en Palestina. Esta crisis tiene una base material en la ola descendente de la economía, presente desde la recesión de 2007-2009, amplificada por el conflicto entre Estados Unidos y China.

La decadencia mundial se expresa en una creciente inestabilidad, con crisis políticas y fuertes divisiones en las burguesías, importantes ascensos del movimiento de masas y crisis de la dirección revolucionaria.

Los reflejos son muy pesados en las condiciones de vida de las masas, con elementos crecientes de barbarie, que llevan a explosiones en diversas regiones del mundo, a veces inesperadas o incluso sin precedentes. En otros lugares, debido al peso de la crisis de dirección revolucionaria, impera un reflujo del movimiento.

Los imperialismos norteamericano y europeo están asumiendo directamente las consecuencias políticas de apoyar el genocidio israelí. Biden ya comienza a sufrir las consecuencias políticas de ese apoyo directo dentro de EE.UU. Las encuestas indican una desaprobación mayoritaria entre la juventud estadounidense por su política para Palestina, con crisis también entre los sectores negros y la izquierda demócrata.

Los principales medios de comunicación burgueses siguen desempeñando un papel importante en el apoyo al sionismo, hablando del “derecho de defensa” de Israel. Los sectores de ultraderecha crecen en el apoyo a Israel, con el llamado de las corrientes religiosas evangélicas.

El imperialismo ruso se está aprovechando de la guerra en Palestina. Por un lado, busca bloquear el avance ucraniano, contando con la crisis estadounidense que está limitando aún más el apoyo militar del imperialismo norteamericano a Ucrania.

Rusia, como China, tienen intereses económicos y políticos en la región, tanto con Irán como con Israel. Están interesados ​​en la estabilidad y no en la guerra. Ninguno de ellos quiere la destrucción de Israel. Con la guerra, pasaron a criticar los dos lados y a defender nuevamente la estrategia de los Acuerdos de Oslo: los “dos Estados”.

Esto tiene una doble importancia: por un lado, capitalizan el desgaste del imperialismo norteamericano en la región. Y, por el otro, se postulan para ser parte de un “plan de paz para la región” posguerra.

El imperialismo ruso tiene peso sobre el bloque llamado “eje de resistencia”: Siria, Irán y Hezbolá (en el Líbano), la Yihad Islámica y los rebeldes hutíes en Yemen.

Este bloque se ha mantenido al margen de la lucha militar directa contra Israel. Las amenazas y declaraciones contra Israel realizadas hasta este momento no se han materializado en ninguna acción militar real de peso, dejando a Gaza sola frente al genocidio israelí. Ya existe cierta perplejidad e inquietud con esta actitud entre sectores de activistas que apoyan a Hezbolá y a Irán en todo el mundo.

Las movilizaciones pueden y necesitan avanzar

Las movilizaciones en apoyo a Palestina tienen un peso masivo en países imperialistas como Estados Unidos e Inglaterra, así como en los países árabes. Los judíos norteamericanos que se oponían a la invasión israelí ocuparon el Capitolio y estaciones de tren con manifestaciones de peso. Hay una presencia importante de jóvenes y de inmigrantes en muchas de las movilizaciones.

La amplitud del apoyo de vanguardia y de masas a la lucha palestina permite que se organicen comités de solidaridad en todas las ciudades y, a menudo, en las categorías de trabajadores y jóvenes.

Comienza a haber algunas acciones de solidaridad activa de los trabajadores a la lucha palestina. Tres sindicatos de trabajadores del transporte belgas llamaron a sus miembros a no permitir el embarque de armas a Israel. En Oakland (EE.UU.) una acción de vanguardia retrasó la salida de un navío con armas hacia Israel.

Ni Israel ni el imperialismo esperaban que hubiese este creciente repudio al genocidio en el mundo. Eso está en la base de la ruptura de las relaciones diplomáticas de Bolivia y Belice, del llamado a consulta de los embajadores de Colombia, Honduras y Chile. Eso explica el tono duro de Erdogan, que se vio obligado a convocar una movilización en apoyo de Palestina para frenar las manifestaciones.

Quince sindicatos españoles llevaron una declaración al parlamento exigiendo la ruptura con Israel. Esto apunta la necesidad de que las entidades del movimiento de masas se opongan a la propaganda sionista y adopten una postura contra el genocidio, exigiendo que los gobiernos de sus países rompan con Israel.

Muchas protestas han sido prohibidas, los grupos y partidos que apoyan la resistencia palestina están siendo criminalizados, tildados de “terroristas” y “antisemitas”. En general, estamos frente a una grave restricción de las libertades democráticas de expresión y organización. Aun así, las movilizaciones crecen cada vez más.

No somos pacifistas

Las movilizaciones en apoyo a Palestina tienen un punto de acuerdo de frenar el genocidio israelí. Pero, a pesar de entender sus posiciones, queremos dialogar con los pacifistas.

Nosotros no igualamos la violencia del opresor y la del oprimido. Hay una guerra y en ella tenemos un lado, el lado de los palestinos. Defendemos la victoria militar de los palestinos y la derrota de Israel. La culpa por las muertes de civiles israelíes es del Estado sionista.

La guerra ya dura más de un mes y se espera que continúe por más tiempo. La evolución de este proceso puede adquirir características nuevas, en la medida en que las movilizaciones en los países puedan o no radicalizarse, se combinen o no con procesos locales de la lucha de clases. Lo que podemos afirmar es que el conflicto en Gaza está agudizando la polarización política que ya existe en el mundo.

En defensa de un programa revolucionario

La única posibilidad de derrotar a Israel es transformando esta guerra de liberación nacional en un proceso revolucionario internacional.

Se trata de una guerra muy desigual desde el punto de vista militar. Israel no sólo es la cuarta potencia militar del planeta, sino también tiene el apoyo directo del imperialismo norteamericano y del europeo.

Como sabemos, es posible derrotar incluso a la potencia imperialista hegemónica cuando se combinan la movilización de las masas y la lucha armada. Estados Unidos fue derrotado en Vietnam, en 1975, debido a una combinación de la heroica resistencia de los vietnamitas combinada con las movilizaciones en todo el mundo y, en particular, en Estados Unidos.

El centro de nuestro programa para Palestina es una consigna democrática: por una Palestina laica, democrática y no racista. Pero, para lograrlo, será necesario destruir el Estado de Israel.

Defendemos la derrota militar de Israel, y no nos quedamos ahí: nuestra estrategia es la destrucción del Estado de Israel. Sin esto, una Palestina laica, democrática y no racista es imposible.

Y esto exige una revolución que tendrá que enfrentar a las burguesías locales que están en contra de este objetivo. En otras palabras, estamos hablando de la necesidad de un proceso revolucionario objetivamente socialista, ya que naturalmente se volverá contra la burguesía y sus organizaciones.

Por eso, aunque tenemos la consigna democrática “por una Palestina laica, democrática y no racista” en el centro de nuestro programa para la región, nuestra estrategia de transición apunta a una Federación Socialista de los países de Medio Oriente y el Norte de África.

Cualquier visión que ignore la cuestión de la liberación nacional palestina, posponiendo y diluyendo esta perspectiva hacia el “socialismo”, es completamente errónea y termina capitulando a la presión sionista.

Por otro lado, cualquier visión que solo vea la guerra de liberación nacional palestina, sin el marco de la revolución permanente y el necesario combate socialista y revolucionaria contra las direcciones burguesas de la región, terminará capitulando a esas direcciones.

Es necesario apostar en un proceso internacional, como la combinación de una nueva Intifada palestina, la reanudación de la llamada “primavera árabe” en los países de la región (lo ponemos entre comillas, porque abarcaba países no árabes), y movilizaciones de masas en todos los países del mundo, particularmente en los países imperialistas. Recordemos la importancia que tuvieron las movilizaciones contra la guerra de Vietnam en Estados Unidos para la victoria vietnamita.

Defendemos un movimiento de masas democrático e independiente, con llamados a la clase trabajadora, a los sectores inmigrantes y a la juventud a apoyar la lucha del pueblo palestino contra el genocidio y la ocupación, un movimiento centrado en las tácticas de huelgas, boicot, protestas de masas con la lucha armada como elemento auxiliar. Esta fue la naturaleza de la Primera Intifada (1987-1993), la marcha por el retorno en 2018, la huelga de los trabajadores palestinos en Israel en 2021 y, en general, la campaña del BDS, que debemos ampliar en todos los países.

La política de los “Dos Estados” es un error

Aparentemente, la política de los “Dos Estados” puede parecer “más realista”. De hecho, esta política fue probada desde los Acuerdos de Oslo (1993).

Después de 30 años, se puede comprobar que no hay nada de realismo en una política que ignora el carácter colonialista, con métodos nazifascistas, de Israel.

El resultado fue el desastre actual de la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania, que cumple el papel de capataz de Israel, sin ninguna autoridad ni autonomía real, y completamente desgastada con los palestinos.

Esa política sigue siendo un plan imperialista, tanto de Estados Unidos como del bloque Rusia-China, dependiendo de los resultados de la ofensiva israelí.

La única posibilidad de lograr una “Palestina laica, democrática y no racista” es a través de la destrucción del Estado de Israel.

La existencia del Estado israelí es defendida por los gobiernos burgueses, así como por los partidos reformistas. Asumen las ideologías (“estar contra el sionismo es igual a antisemitismo”, “la única democracia contra los bárbaros árabes”, etc.), para justificar esta política.

No aceptamos el Estado de Israel, ni con sus fronteras actuales ni con las posteriores a 1967 (Guerra de los Seis Días) ni con las de 1948 (resolución de la ONU por la que se funda el Estado de Israel). Defendemos su destrucción.

En otras palabras, defendemos el programa histórico de la Organización para la Liberación de Palestina [OLP], que se resume en la consigna “Por una Palestina única, laica, democrática y no racista”. Este es el significado profundo de la consigna “Palestina libre, del río al mar”. En el caso, desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo.

Sólo así será posible una convivencia pacífica entre una mayoría palestina (que incluya el regreso de los millones de refugiados dispersos por el mundo), y una minoría judía y de otras religiones. Esto existía antes de la existencia del Estado de Israel. No se trata de un problema esencialmente religioso, sino del uso de las religiones por clases sociales y la defensa de los intereses imperialistas.

Algunos sectores de activistas, aunque muy comprometidos con la defensa de los palestinos y opuestos a la política de los “dos Estados”, no defienden la destrucción del Estado de Israel. Una de las expresiones de esto es el llamado ODS (One Democratic State, Un Estado Democrático). Es decir, un Estado único y democrático, pero sin necesidad de que ese Estado sea palestino, como resultado de la destrucción de Israel.

Nuestros acuerdos y diferencias con las direcciones palestinas, incluido Hamas

Defendemos la más amplia unidad de acción con Hamas, la dirección palestina más respetada en este momento. Pero no estamos de acuerdo con su programa.

La estrategia de Hamas es derrotar a Israel, con sus alianzas con las burguesías regionales del “Eje de Resistencia”, lo que incluye los gobiernos de Irán, Siria y Líbano, y no la movilización independiente de las masas.

En su documento programático de 2017, Hamas rechaza los acuerdos de Oslo, de los dos Estados, pero retrocede en cuanto a la estrategia de destrucción del Estado de Israel, admitiendo las fronteras de 1967.

Junto con este retroceso estratégico, Hamas hace un movimiento en sentido más democrático, contra la opresión religiosa, diferenciándose en esto del Estado teocrático de Irán. Se trata de un movimiento islámico, pero sin la propuesta de un Estado teocrático islámico. Sigue siendo un programa diferente del nuestro también en esto, porque nosotros defendemos explícitamente una “Palestina laica, democrática y no racista”, y Hamas no lo hace.

Finalmente, Hamas no tiene un programa revolucionario socialista, sino uno de desarrollo burgués.

Nada de esto nos impide luchar junto a Hamas y las masas palestinas contra el Estado de Israel y los imperialismos. Pero mantenemos la tradición leninista de golpear juntos pero marchar separados, no sólo de Hamas sino de todas las corrientes burguesas y reformistas.

La necesidad de una dirección revolucionaria

En toda la región de Medio Oriente y el Norte de África, la crisis de dirección revolucionaria es absoluta. No existen direcciones u organizaciones revolucionarias marxistas.

La tragedia en esta región hasta hoy es que no fue posible organizar una dirección alternativa durante los procesos revolucionarios que se repitieron, y fueron derrotados.

El papel del estalinismo fue y es clave para explicar esta situación. La URSS, bajo la dirección de Stalin, apoyó la creación de Israel, incluso financiando armas para el movimiento sionista. Este fue uno de sus crímenes históricos más graves, dentro de una larga serie de ellos.

Posteriormente, el estalinismo apoyó el nacionalismo burgués en la región. Hoy, el estalinismo en nivel mundial apoya las direcciones burguesas de la región, desde Siria, Irán, Hezbolá y Hamas.

Por ello, resulta tan imprescindible avanzar en la construcción de otra dirección alternativa a las actuales. Una nueva dirección, que tenga un programa marxista revolucionario, que incluya la consigna “Palestina única, laica y no racista” como una consigna de transición en una estrategia revolucionaria socialista, en una perspectiva de una Palestina socialista, como parte de una Federación libre de Estados Socialistas de las Repúblicas de Medio Oriente y el Norte de África.

Esta dirección sólo puede construirse en la lucha cotidiana por la derrota de Israel, hombro a hombro con la juventud palestina y de todo el mundo.

¡Apoyo incondicional a la lucha del pueblo palestino!

¡En defensa de una nueva Intifada! ¡Por una nueva “Primavera de los Pueblos”; un nuevo levantamiento de los pueblos de Medio Oriente y el Norte de África contra sus gobiernos!

¡Por un movimiento internacional de apoyo a la lucha palestina con acciones callejeras, huelgas, boicots a Israel!

¡En defensa de la ruptura de relaciones económicas, políticas y diplomáticas de los países con Israel!

¡Por el fortalecimiento de la campaña BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) contra Israel!

¡Por la formación de comités de apoyo a Palestina!

¡Por la derrota militar de Israel! ¡Armas para Palestina!

Denunciamos a los gobiernos de Medio Oriente y el Norte de África, incluso aquellos que se pronuncian contra el genocidio israelí, como Irán, por no entrar en la guerra y dejar aislada a Gaza. ¡Exigimos, en particular, la entrada de Irán y Hezbolá en la guerra contra Israel!

Defendemos la solidaridad de los pueblos de Ucrania y Palestina, dos guerras de liberación nacional.

Por una Palestina laica, democrática y no racista. Esto sólo es posible con la destrucción del Estado de Israel.

¡Por una Palestina socialista!

Por una Federación Libre y Socialista de los Estados de Medio Oriente y el Norte de África.