De nuevo llegó el 1  de Octubre, y de nuevo la impotencia del régimen para cerrar lo que se ha dado en llamar la crisis en Cataluña. En una entrevista al sr. Sánchez, este insistía en la idea de que el problema de los catalanes es un problema «entre los catalanes»,  que están divididos; y recurría de nuevo a las estadísticas y a los resultados electorales (suma de fuerzas soberanistas vs fuerzas unionistas) para intentar reducirlo a eso, a un problema «entre catalanes».

Primero, muchos de los que no son soberanistas estuvieron en las manifestaciones de ayer, porque la suma no hay que hacerla entre los soberanistas, sino entre todos aquellos que exigen el derecho a votar, a decidir… para después, seguramente, votar contra la independencia. La primera capa de la cebolla es ésta, no estamos en una división ideológica, sino política; entre los que quieren votar y los que lo niegan, como hicieron el 1O con el Rey al frente de los «aporellos».

La segunda capa de la cebolla es que es una crisis «catalana». Falso. Es una crisis del Régimen del 78, agotado en su papel de conservar la unidad del Estado, y también agotado en su papel de bonaparte entre las clases sociales. La crisis del 2007 ha destruido el Estado del Bienestar sobre el que se apoyaba el Régimen del 78; ese acuerdo a tres bandas entre la burguesía franquista, las burguesías periféricas (especialmente la vasca y la catalana) y la clase obrera, que cristalizó en la Constitución del 78.

La crisis económica ha hecho saltar por los aires este trípode. La recentralización del Estado y las desigualdades han crecido paralelamente, concentrándose la riqueza en cada vez menos manos, mientras la clase obrera (la «clase media» según los estúpidos medios españoles) tiene dificultades para pasar del 20 de cada mes; la precariedad es la norma en las relaciones laborales.

En este cuadro se enmarca la nueva reconversión industrial de la economía española, donde se cruzan todas las contradicciones entre el capitalismo “verde”, el “negro”, … el carácter subsidiario español respecto a las grandes potencias, enfrascadas en una lucha por la hegemonía mundial como el la guerra comercial y el Brexit. Mientras tanto, han desmantelado los servicios públicos, sanidad, educación, dependencia, … Han vaciado de contenido los derechos de las mujeres, y mantienen en prisión o en el exilio, no solo a políticos catalanes, sino a jóvenes vascos y gallegos, a sindicalistas y raperos, etc… Y el sr Sanchez dice que es un problema de los catalanes.

Esta profunda crisis del Régimen es la que alimenta el procés catalán, y no si hay soberanistas o no dentro de Catalunya. “Entre dos derechos iguales, el que decide es la fuerza”, decía Marx. A un sector le gustaría cerrar la crisis a la “franquista”, es decir por la fuerza. Pero la situación europea actual no es de los años 30, con Hitler y Mussolini apoyando y jaleando a Franco. La Unión Europea no podría admitir una salida de este tipo; apoya el 155, puede mirar para otro lado con el encarcelamiento de activistas, … pero lo que no podría tolerar es un bombardeo de Barcelona o la intervención directa del ejército. Esto es lo que supone un “empate” entre las dos fuerzas concretas en conflicto.

La crisis catalana es la crisis del Régimen del 78; esto los gobiernos de Rajoy y Sanchez lo han entendido a la perfección, de ahí su insistencia en que es un problema “entre catalanes”. Su victoria, que por el momento desequilibra la balanza, aunque no cierra la crisis, es que ha conseguido que las fuerzas de la izquierda española no se atrevan a superar los marcos de la Constitución (para eso está el palo de Vox). Sólo de manera tímida, en las naciones, sobre todo el Pais Vasco y menos en Galiza, se levantan voces discordantes.

El pueblo catalán sólo puede contar con la clase trabajadora y los pueblos del resto del Estado y de Europa, en lucha contra las desigualdades y contra el origen de estas, el Régimen del 78 y la Unión Europea. Es responsabilidad de sus organizaciones políticas y sociales seguir mirando para otro lado, como si el conflicto fuera “entre catalanes”; dándole la razón al sr Sanchez. Cualquier otro planteamiento, significa empantanarse en la situación actual.

Una clase trabajadora y unos pueblos que sólo se solidarizarán activamente si ven en el programa de lucha catalán una perspectiva común; dicho de otra forma, la solidaridad con un pueblo en lucha es directamente proporcional al programa que éste levanta. Si el pueblo catalán se ciñe a exigencias “catalanas”, la solidaridad que levantará será muy inferior a si levanta un programa de lucha por los derechos democráticos como nación, y los sociales de la clase obrera y los oprimidos.