Hoy los pueblos del mundo asisten conmovidos a un nuevo genocidio. En este caso la destrucción de un país y el martirio de su pueblo por la agresión de una gigantesca máquina militar bajo las órdenes de Putin, este estalinista-burgués, que quedará en la historia como el Hitler del Siglo XXI. Pero también constatan los pueblos del mundo la heroica resistencia armada y desarmada de este pueblo ex soviético, que hoy emula a sus pasadas generaciones, que dieron su vida resistiendo a la máquina nazista de la Wermacht alemana. Y lo más importante, a partir de esta hazaña y cualquiera que sea el desenlace de esta guerra entre fuerzas tremendamente desiguales, l@s trabajador@s del mundo podrán tomar conciencia de la potencialidad de un pueblo trabajador armado luchando por una causa justa. Ucrania es una nación con su historia, su cultura y su idioma. Defendemos su integridad territorial y su soberanía nacional. Sin embargo, Ucrania –como lamentablemente, muchas otras naciones– no tuvo largas épocas de soberanía nacional e integridad territorial. El interrogante clave es quién y cómo puede conquistar esa soberanía en el actual contexto mundial. Para eso será útil un breve repaso de una larga historia de siglos: ¿Qué fue y qué es Ucrania?

¿Cómo nació Ucrania y cuáles son sus vínculos históricos con Rusia? Sería más preciso preguntar cuáles son los vínculos de origen que tiene Rusia con Ucrania. Como otros estados vecinos y más aún, los dos países tienen una herencia compartida. Una herencia que los une, tanto como los separa. Históricamente estuvo invadida por las Hordas tártaro-mongoles y desgarrada entre las monarquías polacas, el imperio austrohúngaro y el imperio zarista ruso. Y dentro de esa historia están estratificados sus episodios de la lucha de clases o las invasiones que sufrieron y modificaron sus fronteras estatales y la composición nacional de su población. Aún hoy en Kiev, su capital, es muy significativa la población ruso parlante. La existencia de familias ruso-ucranianas como herencia de la URSS, e incluso del imperio zarista es una cantidad muy significativa. Los apellidos rusos o ucranianos hoy no son, en lo más mínimo, un índice de la orientación (pro rusa o pro ucraniana) de los políticos.

Desde el Siglo IX Kiev fue el centro del primer Estado eslavo: La Antigua Rus. Ese gran Estado medieval, que los historiadores llaman La Rus de Kyiv, fue tanto el origen de Ucrania, como de Rusia después. Adoptaron el cristianismo ortodoxo en el año 988 por Vladimiro I de Kiev o San Vladimiro Sviatoslávich «El Grande», quien consolidó el reino Rus desde la actual Ucrania, Bielorrusia y Rusia hasta el mar Báltico. En el Siglo XII (año 1147) se estableció Moscú, constituyendo una extensa frontera al Noreste. Su fundador fue el príncipe Yuri Dolgoruky.

Esa historia entrelazada parecería darle razones al presidente de Rusia Vladimir Putin, quien recientemente declaró que «los rusos y los ucranianos son un solo pueblo, un todo único». Pero, como sucede con frecuencia, esas frases de efecto, se basan en verdades parciales para llegar a conclusiones falsas con un objetivo preciso. En este caso es para justificar explícitamente el perverso objetivo de negar el derecho legítimo de Ucrania a la Independencia.

Y es así porque, a pesar de ese origen común, durante los últimos nueve siglos la experiencia histórica de los ucranianos ha sido muy distinta a la de los rusos. Pues los destinos ucranianos fueron dictados por las distintas potencias que se repartieron el país. A mediados del Siglo XIII, la federación de principados de la Rus cayó bajo el dominio por el imperio tártaro-mongol. A fines del siglo XIV, aprovechando el declive del poder mongol, el Gran Principado de Moscú y el Gran Ducado de Lituania (que luego se unió a Polonia) se dividieron las antiguas tierras de la Rus. Kiev y las tierras a su alrededor quedaron bajo el dominio de la Mancomunidad de Polonia-Lituania. Y Galitzia de los Cárpatos, en el oeste de Ucrania, fue gobernada durante un largo período como parte del imperio de los Habsburgo, cuya huella cultural sigue presente. Esa parte occidental de Ucrania, ha tenido una historia completamente diferente a la del Oriente.

Much@s de sus habitantes no son ortodox@s rus@s, sino que pertenecen a la Iglesia uniata o Iglesias grecocatólicas, que llevan a cabo su rito en ucraniano y reconocen al papa como su cabeza espiritual. Otra parte de Ucrania, con un pasado distinto, es Crimea. Sus vínculos fueron con griegos y tártaros. Además, tuvo períodos bajo el dominio de los imperios otomano y ruso.

El nombre Ucrania significa “en el extremo”

En el Siglo XVII, a partir de la guerra entre la Mancomunidad de Polonia-Lituania y el Zar de Rusia quedaron las tierras al Este del río Dniéper bajo el control imperial ruso. A esa región se le llamó Ucrania (Ukraína), «en el extremo”.

En ese mismo Siglo, en las regiones centrales y noroccidentales de la actual Ucrania existió un Estado ucraniano cosaco. Esa época fue retratada en la literatura rusa y ucraniana. La famosa novela de Nikolái Gógol, Tarás Bulba, está basada en hechos reales de la lucha de los cosacos de Zaporozhie, en defensa de esas fértiles tierras contra la realeza polaca y los turcos del imperio otomano. Pero esas guerras y rebeliones campesinas enfrentaron también la opresión y explotación de los terratenientes rusos. Por eso en 1764, la emperatriz rusa Catalina la Grande le puso fin a ese estado ucraniano. Y continuó acaparando grandes extensiones de las tierras ucranianas bajo dominio de Polonia.

Durante los años siguientes, el imperio impuso la rusificación, con la prohibición del uso y estudio del idioma ucraniano. Con el surgimiento y desarrollo de la burguesía, el concepto de nación subordinó al de pueblo. Así, el patriotismo echó raíces en las tierras más occidentales, que pasaron de Polonia al Imperio austríaco, donde muchos comenzaron a llamarse ‘ucranianos’ para diferenciarse de los rusos. La literatura y cultura ucranianas tuvieron en esos años un colosal exponente en el poeta y pintor, Tarás Shevchenko (1814-1861), que dejó un legado que es considerado símbolo de la aspiración ucraniana por la libertad. En los años que siguieron el zarismo fue una verdadera “cárcel de los pueblos”, que llevó a extremos insoportables la explotación servil de los campesinos, la capitalista de los obreros y la opresión nacional de centenares de nacionalidades y pueblos, incluido el ucraniano.

La revolución de Octubre de 1917

Con el Siglo XX, llegó la época imperialista, época parasitaria del capitalismo financiero monopólico. Época de agonía capitalista y, como anunció Lenin, “época de guerras y revoluciones”. Y con ella la Primera guerra mundial, una guerra de rapiña entre potencias. Y por esa combinación de factores el imperio zarista ruso colapsó, el Zar fue derrocado y el proceso desembocó con una dinámica permanente en la Revolución rusa de Octubre de 1917. La orientación de Lenin y los bolcheviques aportaron una salida progresiva revolucionaria a las aspiraciones soberanas de la nación ucraniana, junto a otros pueblos y nacionalidades oprimidas.

Y así Ucrania logró su independencia a partir del establecimiento del poder de los Soviets de obrer@s, campesin@s y soldados. Cristian Rakovski –uno de los líderes del partido bolchevique y más tarde de la Oposición de izquierda, junto a Trotsky– fue el presidente del Soviet de Ucrania y hasta 1923 presidente de la Ucrania Soviética, que se integró voluntariamente la constitución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS en 1922. Su capital fue en Járkov (1917-1918 y 1919-1934) y en Kiev desde 1934. Detallando un poco más, el proceso de formación de la Ucrania soviética tuvo diferentes fronteras. La primera desde 1917-21: cuando declara su independencia del imperio zarista, se funda la República Popular Ucraniana con capital en Járkov. Y en 1918 se funda la República Popular Ucraniana Occidental que se independiza de Austria y Polonia. Hubo intentos de unificación y actas firmadas entre ambas, pero el carácter de clase del nuevo estado marcó una nueva división. En 1922 una parte de ambas se integra como República Socialista Soviética de Ucrania. Hasta 1929 se logra mantener un completo respeto al idioma y cultura ucraniana, como una política impulsada por la dirección bolchevique.

Pero esa política se logró con un programa, que, en junio de 1917, antes de la toma del poder, Lenin expresaba así: “El maldito zarismo convirtió a los gran rusos en verdugos del pueblo ucraniano y fomentó en éste el odio contra quienes hasta llegaron a prohibir a los niños ucranianos hablar y estudiar en su lengua materna. Los demócratas revolucionarios de Rusia, si quieren ser verdaderamente revolucionarios y verdaderamente demócratas, deben romper con ese pasado, deben reconquistar para sí mismos, para los obreros y campesinos de Rusia, la confianza fraternal de los obreros y campesinos ucranios. Y esto no puede conseguirse sin el pleno reconocimiento de los derechos de Ucrania, inclusive el derecho a la libre separación.

Nosotros no somos partidarios de los Estados pequeños. Estamos por la más estrecha unión de los obreros del mundo contra los capitalistas “propios” y de todos los demás países. Pero precisamente para que tal unión sea voluntaria, el obrero ruso, que no confía ni por un minuto en la burguesía rusa o en la burguesía ucrania, defiende hoy el derecho de los ucranios a la separación, sin imponerles su amistad, sino esforzándose por conquistar su amistad al tratarlos como sus iguales, sus aliados y hermanos en la lucha por el socialismo”.

La contrarrevolución estalinista

Las calamidades del giro estalinista o “gran ruptura” afectaron con tremendo peso a Ucrania. Cuando se inicia la colectivización forzosa de las extensas y ricas tierras ucranianas, se retoma la rusificación forzosa, como bajo el zarismo. Prohibieron el idioma ucraniano y hubo masacres masivas de campesin@s, tanto por represiones, como por hambrunas. Porque el gobierno de Stalin ató a Ucrania más estrechamente que nunca al dictado de la burocracia de Moscú a un costo terrible. Millones de ucranian@s que ya formaban parte de la URSS en la década de 1930 murieron en el “Golodomor”, una hambruna orquestada por Stalin para obligar a l@s campesin@s a unirse a las granjas estatales.

Posteriormente, Stalin importó un gran número de ciudadanos soviéticos, que no hablaban ucraniano y con pocos o nulos vínculos con la región, para repoblar más rápido esas regiones de Ucrania. Stalin desplazó a la cuenca del Donbass (Donetzk, Lugansk), desde la década del ‘30, a millones de obreros rusos a las minas de carbón. Y durante las décadas estalinistas y post estalinistas fueron muy frecuentes las migraciones internas de rusos a Zaparozhie y Krivoy Rog o de ucranian@s a Siberia, Vorkutá o Kuzbass.

La región del Lviv, al extremo Oeste, es una amplia región, de territorios tomados a Polonia como resultado del Pacto Hitler-Stalin en 1939. Eso no significa que la población de esos territorios era polaca, pues muchos ucranianos habían quedado del otro lado de la frontera. Igual sucedió con la región de Besarabia en relación con Rumania, y con los rusinos (o rutenos) que son una nacionalidad en la zona de Transkarpatia, límite con Hungría. Ese extremo occidental de Ucrania fue anexado, finalmente de Polonia al final de la Segunda Guerra Mundial. Crimea fue transferida por Moscú a la Ucrania Soviética dentro de la URSS en 1954, pero conservando fuertes vínculos con Rusia, simbolizados por la base de la Flota rusa del mar Negro en Sebastopol.

Colapso de la URSS y nueva declaración de independencia

La restauración capitalista impulsada e impuesta por la dirección del PCUS y de la URSS desde 1986, bajo los atractivos y confusos nombres de Perestroika y Glasnost o “Socialismo de mercado”, produjo un acelerado y profundo deterioro del nivel de vida de las masas obreras y un descalabro de la economía y del comercio interno y exterior. Además, las leyes de mercado produjeron un salto de las tendencias centrífugas en las 15 Repúblicas soviéticas, por efecto de dos presiones combinadas; la de las masas contra la opresión gran rusa a las numerosas minorías nacionales y la de las burocracias de las repúblicas y regionales, que pugnaban con la “Nomenklatura” central –mayoritariamente gran rusa– por hacer su acumulación primitiva capitalista y constituirse en burgueses, aspirantes a oligarcas.

Ucrania, un país muy industrializado y la segunda república en peso económico y social, sólo después de Rusia, vivió este proceso de manera aguda. Las tendencias independentistas generaron corrientes políticas burguesas de diverso signo desde las nacionalistas a las proimperialistas, socialdemócratas o filoestalinistas. El 1° de diciembre de 1991 –pocas semanas antes de la disolución de la URSS– Ucrania proclamó nuevamente su Independencia. El referéndum de independencia fue inapelable: con más del 90% de los votos a favor y una participación del 82%. Pocos días después, el recién elegido presidente Leonid Kravchuk y sus homólogos ruso y bielorruso declararon terminado el tratado fundacional de la URSS de 1922. El gobierno de Kravchuk, primer presidente de esta etapa capitalista ucraniana, firmó meses antes el Acuerdo de Belavezha, un tratado de desarme nuclear con sus pares de Rusia y Bielorrusia. Por ese tratado todo el arsenal soviético pasaba bajo control de Rusia. El reconocimiento de Rusia no sólo se expresó tácitamente al aceptar el statu quo fronterizo en 1991, sino al firmar después varios tratados y acuerdos con Ucrania: el Memorando de Budapest de 1994, que garantizaba su integridad territorial; el Tratado de Amistad Ruso-Ucraniano (1997), que confirmaba las fronteras y proclamaba su inviolabilidad. Y los acuerdos relativos a la permanencia de base naval de Rusia en Sebastopol (1997 y 2010).

Las masas y la clase obrera en especial enfrentaron las consecuencias de la restauración capitalista

Desde 1988 se generó un gran ascenso de huelgas, en el marco del cual se formaron comités de huelga por empresa, por mina y por ciudad y que fueron centralizándose y coordinándose a nivel de diversas regiones de Ucrania y de varias repúblicas soviéticas. Un ejemplo emblemático este desarrollo de la autoorganización de masas obreras fue la fundación del Sindicato Independiente de Mineros, Nezavisimiy Profsoiuz Gorniakov, NPG, por sus siglas en ruso y ucraniano. Esta organización se extendió desde el Donbass a toda Ucrania y también a Rusia, Bielarús y Kazajstán. Llegó a tener miles y miles de afiliados y se constituyeron en un poder de facto en regiones como el Donbass, Kuzbass en Siberia, Vorkutá en el círculo polar Ártico, Soligorsk en Bielarús y en Karagandá en la estepa Kazaja. Los comités de huelga del NPG eran una fuerza que en determinados momentos constituyó situaciones de poder dual.

Sin embargo, la crisis de dirección revolucionaria dejó un espacio enorme para la intervención en ese proceso de los aparatos y gobiernos imperialistas que actuaron para hacer retroceder aún más la conciencia de las masas, ya degradada por décadas de estalinismo. Así, la mayor parte de los nuevos organismos fueron lentamente cooptados y desviados por la política de “reacción democrática”. ¡Pero atención! La dinámica de la lucha de clases y la correlación de fuerzas entre la burguesía y las masas tuvo muy diferentes niveles y ritmos en las distintas repúblicas y regiones ex soviéticas. Y así sucedió con Ucrania y Rusia.

Rusia: Del derrumbe de la URSS al anhelo imperial capitalista en ese espacio

Desde antes de 1991 transcurrió prácticamente una década de derrumbe económico, saqueo de recursos, privatización masiva e inestabilidad del régimen, expresada durante el período de Yeltsin, con algunos picos agudos de la lucha de clases, agravados con la derrota de Rusia en la Primera guerra de Chechenia (1994-1996). Esa guerra que culminó con el reconocimiento de la Independencia de la República chechena de Ichkeria y generó una onda expansiva independentista en todo el Cáucaso y en otras regiones. Hay que destacar que en esa guerra participaron voluntarios combatientes ucranianos. En 1998 fue el pico del ascenso en Rusia con la ola de huelgas mineras en toda Rusia, exigiendo la renuncia de Yeltsin. Los mineros bloquearon líneas férreas en Siberia y otras regiones y montaron un plantón frente a la sede del gobierno. A esta lucha se la llamó la “Guerra de los rieles”. Como respuesta a esa situación crítica se constituyó un gobierno de colaboración de clases. El PCFR entró al gobierno con el Ministerio de Economía y lo encabezó Evgueny Primakov, jefe del servicio exterior del KGB como primer ministro, Ese gobierno firmó una serie de acuerdos con el FMI y hubo una brutal devaluación del rublo. Hubo varios gobiernos de transición, todos bajo control del KGB (con su nuevo nombre FSB). Hasta que, desde un modesto puesto de administrador adjunto del aparato de la presidencia de Boris Yeltsin, en agosto de 1999, Putin dio un salto decisivo en su carrera política, cuando Yeltsin lo designó Primer ministro de Rusia.

Esa fue la antesala de su ascenso al poder. Acorralado Yeltsin por la brutal crisis económica, la inestabilidad política, las acusaciones de corrupción sobre él y su familia y graves problemas de salud, anunció sorpresivamente su dimisión inmediata en la víspera del Año Nuevo de 1999 al 2000. La renuncia de Yeltsin dejó el camino libre a Putin para que se convirtiera en el presidente interino de Rusia, como lo establecía la Constitución. Empezó el milenio y cambió abruptamente la situación en Rusia con el aplastamiento del pueblo checheno y el exterminio de su dirección militar y política. Es decir, que Putin llegó al poder cada vez más absoluto, masacrando a un pueblo y asesinando a rebeldes y opositores. Y ahora pretende sostenerse en el poder hasta el 2036 iniciando el genocidio del pueblo ucraniano.

Ucrania: la situación de la lucha de clases transitó otros caminos, aunque no menos turbulentos.

Se mantuvo desde 1991 con ascensos y reflujos contenidos dentro del régimen por la política de reacción democrática. El gobierno relativamente más estable fue el de Leonid Kuchmá, que reemplazó a Kravchuk en 1994, después de un ascenso de huelgas en el Donbass en 1993. Kuchmá, originario de la burocracia industrial de Dnepropetrovsk, era un “nachalnik” de gran experiencia en el manejo soviético y cumplió dos mandatos presidenciales. Combinaba la “tarea” de favorecer la colonización del país por los capitales imperialistas y tributando a Rusia en sus exigencias más sensibles. Pero cuando la economía de Rusia entró en crisis en 1998-99 las repercusiones en Ucrania golpearon a su gobierno. Su sector buscó un sucesor en Yanukovich. La pelea burguesa se agudizó y fue canalizada hacia las elecciones presidenciales de 2004. El contrincante de Yanukovich fue el joven Yuschenko, representante más directo de la burguesía compradora. Yuschenko fue envenenado con dioxina –método muy habitual del KGB y sus herederos de servicios secretos en otras repúblicas– y estuvo a punto de morir. Quedó con su cara desfigurada, pero eso no le impidió postularse a la presidencia. En las elecciones dieron por ganador a Yanukovich y se generó una ola de indignación y movilizaciones masivas, denunciando el fraude, que fue conocida como la “Revolución naranja”. Para 2005 en un marco de gran crisis se repusieron las elecciones y ganó Yuschenko. En 2010 se volvió a presentar Yanukovich, quien superó en segunda vuelta y por muy escaso margen de votos 48.95 % a 45.47% a Yulia Timoshenko. Pero lo más significativo de esa polarización política fue la polarización geográfica Este-Oeste de esa votación. Estos datos fueron anunciando las futuras y mayores contradicciones y enfrentamientos.

El Maydán una revolución que derrocó al gobierno que intentó un giro bonapartista

Putin y muchos estalinistas califican como un “golpe de estado” a las movilizaciones masivas y el prolongado plantón en la Maydán (Plaza) de la Independencia que derrocaron a Yanukovich. Su gobierno intentó desde el inicio dar pasos en ambos sentidos, tal como lo había hecho Kuchmá. Continuó la colonización imperialista y las medidas neoliberales que golpearon a la clase trabajadora y los sectores medios. Pero, por otro lado, prorrogó el tratado para la base de Sebastopol, que vencía en 2017 hasta 2042. Siendo un rico empresario originario de Donetzk favoreció las inversiones de oligarcas rusos en esas regiones. Mientras hacía guiños y algunas concesiones a la UE y Estados Unidos. Pero la crisis de las economías capitalistas, la imperialista y la de Rusia, hicieron que las presiones hicieran colapsar esa política “multivector”.

Yanukovich suspendió la firma de un tratado económico con la UE en noviembre de 2013, cuando estaba marcada una fecha concreta para hacerlo. Las movilizaciones de masas por demandas sociales fueron creciendo y haciéndose cada vez más políticas desde ese momento hasta marzo de 2014. Ucrania vivió un proceso revolucionario sin dirección revolucionaria. Se combinaban las aspiraciones de liberación nacional de la secular opresión rusa y con el rechazo por los agravios que descarga el capitalismo sobre las masas trabajadoras y jóvenes.

Yanukovich intentó frenar el movimiento con un giro bonapartista y un paquete de leyes represivas. Pero sólo logró polarizar y radicalizar las movilizaciones, que se centralizaron en la Maydán y enfrentaron la violenta represión. Aunque hubo numerosos muertos y más heridos, la tenaz resistencia logró su renuncia y huida del país. Un claro triunfo democrático. La Maydán derrocó a un Yanukovich y su intento bonapartista, disolvió las Berkut, tropas de choque que reprimían las manifestaciones y conquistó amplias libertades democráticas. Maydán no fue derrotada en 2014. Sin embargo, fue interrumpida, desviada y congelada, debido a la crisis de dirección revolucionaria. Los gobiernos ucranianos que sucedieron a la Maydán, implementaron un paquete de ajuste del FMI, mantuvieron y profundizaron la dependencia económica de Ucrania en relación con la UE y los Estados Unidos. Y Putin aprovechó ese reflujo para anexar Crimea y ocupar el Donbass, acelerando un proceso separatista de autoproclamación de “Repúblicas Populares” en Donets y Lugansk, RPD y RPL, iniciado muchos años antes. con un trabajo político de estalinistas y mercenarios paramilitares. Quedó sin resolverse una cuestión central: la independencia el país.

La guerra colocó el armamento de la clase obrera en la orden del día 

La agresión genocida de Putin se ha descargado con todo su peso sobre el pueblo trabajador de Ucrania. En su mensaje por la TV de Rusia luego de reunir a su “Consejo de Seguridad” y resolver reconocer la “independencia” de RPD y RPL, para justificar la invasión, llamada “operación militar especial”, que desconoce la independencia de Ucrania. Sentenció al país vecino con una frase que desnuda su enfermiza misoginia “Te guste o no, linda, tendrás que aceptarlo”. ¡Pues los hombres y mujeres del pueblo trabajador ucraniano no lo aceptan! Y resisten, luchando heroicamente. Ofrendan sus vidas para enfrentar al invasor. Y en las ciudades ocupadas cientos manifiestan desarmados, repudiando y humillando a las tropas invasoras, mientras la TV oficial rusa intenta “montar el show” de la “ayuda humanitaria”. ¡Pero miles de ucranianos también ansían y exigen armas para expulsar a los ocupantes!

Reproduzco aquí las palabras de un veterano dirigente obrero minero-metalúrgico del NPG: “Antes de que se inicie la invasión todos los ricos oligarcas de Ucrania ‘volaron’ junto a miles de funcionarios extranjeros y diplomáticos. Más tarde al comenzar la invasión se fueron miles de personas que tenían dinero o coches para llegar a Polonia o Transkarpatia en Hungría o a Rumania. ¡Nos quedamos los que no tenemos otro lugar dónde ir, a defender nuestro hogar, nuestra tierra! La línea de frente está a 30 km de mi casa. ¡Yo acompañé a mis hijos al frente! ¡Yo les llevo comida y abrigo, ellos saben lo que hacer!”

Este compañero muestra dónde está la clave para derrotar a los invasores. Se entusiasma cuando me explica cómo destruyeron a una columna de tanques y blindados que pasaban por la carretera cercana. ¡Me explica que es dramática la escasez de armas y que cada vez que anuncian en la alcaldía que entregarán armas o municiones, se agolpan miles de mineros y obrer@s que se indignan porque sólo reciben unos centenares o, incluso decenas!

Esto es lo que está presionando al presidente Zelensky a decretar que en tiempos de guerra queda abolido el monopolio de las armas por parte del ejército. Esta situación es la que lo obliga a gritar indignado ante la evidencia de la hipocresía y prescindencia de la OTAN: “A partir de ahora tod@s l@s muert@s serán también responsabilidad de la OTAN”.

En esta guerra contra la ocupación, una vez más todos los hechos demuestran que para conquistar una Ucrania libre, independiente y soberana es necesaria la dirección de la clase obrera y tener un gobierno dispuesto a romper con el imperialismo y con la oligarquía local, asociada en el sistema capitalista mundial. Algo que –a pesar de las expectativas que mantienen much@s trabajador@s en su presidente–, Volodimir Zelensky y el actual régimen político no están preparados para hacer, ni lo harán. Solo un gobierno de la clase trabajadora puede verdaderamente conquistar la definitiva independencia ucraniana.

Por eso, defender a la resistencia del pueblo ucraniano contra la invasión genocida de Putin es una urgente necesidad de tod@s l@s trabajador@s y los pueblos oprimidos del mundo que luchan por su liberación nacional y social.