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La Revolución Rusa y la cuestión nacional

Antes de 1917, el Estado Ruso comprendía no sólo el territorio de Rusia, sino también otros países como Ucrania, Polonia o Finlandia. Bajo ese “Imperio Ruso” las nacionalidades se encontraban oprimidas. Faltas de soberanía sus idiomas eran reprimidos, sus rasgos culturales perseguidos y económicamente sufrían una doble desigualdad.

Por Juan P.

Con el estallido de la Revolución en febrero las tendencias centrífugas en el seno del Estado Ruso se exacerbaron, apareciendo con fuerza las reivindicaciones nacionales de los pueblos oprimidos. La llegada al poder del gobierno provisional tras la caída del Zar no cambió sustancialmente la relación del Estado Ruso para con sus nacionalidades oprimidas, por lo que las tensiones nacionales (al igual y entremezcladas con las tensiones sociales) seguían acumulándose.

La política bolchevique

La propuesta de Lenin y los bolcheviques tenía como norte la unidad de la clase trabajadora de las distintas nacionalidades; unidad difícil de trenzar en un contexto de confrontación nacional. Por ello defendían la completa igualdad entre nacionalidades y el derecho de autodeterminación, es decir, el derecho a decidir unilateralmente por parte de cada pueblo su relación con el Estado, incluyendo la opción a independizarse.

Esta política permitía que los trabajadores de cualquier nacionalidad pudieran verse como compañeros en pie de igualdad, algo que evidentemente favorecía la lucha obrera conjunta. Además, debido a que la burguesía del imperio ruso (tanto los sectores zaristas como aquellos que apoyaban al gobierno provisional) negaban los derechos nacionales, los pueblos oprimidos vieron en los bolcheviques a sus aliados en la liberación y colaboraron con la revolución obrera en curso, jugando un decisivo papel tanto en la toma del poder como en la posterior guerra civil contra la reacción.

La defensa incondicional del Derecho de Autodeterminación no significaba que la política bolchevique fuera la división sucesiva del mundo en pequeñas naciones. Al contrario, los bolcheviques luchaban por la revolución mundial y por un mundo sin fronteras. Pero esa federación, debía ser libremente elegida y en pie de igualdad. Pronto los bolcheviques llegaron al poder y pudieron poner en práctica desde el gobierno su propuesta.

Del papel a la realidad

El 15 de noviembre el nuevo gobierno bolchevique emitía su decreto al respecto de las nacionalidades, estableciendo la “igualdad y soberanía para los pueblos de Rusia; el derecho a la libre autodeterminación, incluyendo la secesión; la abolición de todos los privilegios y restricciones nacionales; y el libre desarrollo de las manirías nacionales que pueblan el territorio de Rusa”.

Posteriormente, el 30 de diciembre de 1922 se estableció la Unión de Repúblicas Socialistas y Soviéticas (URSS), constituida por 4 repúblicas: la de Rusia, la de Transcaucasia, la de Ucrania y la de Bielorrusia. Por el camino, países como Finlandia declararon su independencia, con la aceptación del gobierno soviético. Por primera vez en la historia, se constituía un Estado donde sus distintos pueblos se relacionan de igual a igual. Se empezaba así a superar la opresión nacional, con vocación global. Desde la visión bolchevique, a medida que la revolución se extendiera a otros países, lo natural sería que se fueran federando en libertad a la URSS.

La victoria de la contrarrevolución estalinista  convirtió a la URSS en una cárcel de pueblos, triste protagonista de episodios brutales, como los crímenes cometidos contra los ucranianos. Cómo se llegó a ello será tema de un próximo artículo; pero la política leninista para la cuestión nacional quedó como enseñanza para las revoluciones que están por venir.

 

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