No cabe duda de que el viejo orden en Siria está acabado. Lo que nadie parece saber es cómo será el futuro del país. Como internacionalistas, lo más importante para nosotros es definir claramente el marco en el que el pueblo sirio será capaz de continuar su lucha por la libertad, la igualdad y la justicia social.

Por Salomo Kilpatrick

¿Es la revolución siria una revolución nacionalista?

La cuestión central que algunos sirios parecen obviar con demasiada facilidad es la siguiente: ¿descansa el futuro de este pueblo en las fronteras actuales de la República Árabe Siria? En realidad, no somos los únicos que nos preguntamos si la solución para Siria puede venir del territorio, Nación- Estado y economía de la siria pre-bélica. La burguesía nacional– que ha atravesado distintas etapas de transformación y duras competiciones internas– se hace exactamente la misma pregunta. De hecho, ya ha aceptado que no será así: Siria no es la estructura nacional que organizará la vida de su pueblo.

Para ser exactos, hace ya mucho tiempo que esto es así, tanto a nivel político como económico. Es sabido que históricamente la dictadura de los Assad construyó su fuerza mediante los distintos acuerdos a los que llegó con los grandes actores de la región: Israel, Francia y EEUU. El acuerdo de Ta’if de 1989 garantizó de facto una dominación duradera sobre el Líbano – con el objeto de contrarrestar la creciente influencia iraquí. Estas diversas alianzas internacionales permitieron a su vez al régimen de los Assad acabar con cualquier forma de oposición: dentro del ejército, del país y, más ampliamente, de la región (combatiendo a los palestinos, las fuerzas progresistas libanesas, y al Ba’ath iraquí).

Si alguien hubiera intentado acabar con el régimen de los Assad, esto habría desencadenado con toda seguridad una reacción internacional para mantenerlos en el poder. Y esto es precisamente lo que venimos observando desde marzo de 2011.

Además, los Assad cedieron la integridad territorial de Siria hasta en dos ocasiones: en junio de 1967, cuando Hafez retiró sus tropas de los Altos del Golán, y en diciembre de 2004, cuando su hijo aceptó la anexión turca de la provincia de Antioquía (ocupada por Ankara desde 1938). Los Assad acabaron con el futuro de la provincia institucionalmente, la empobrecieron y esclavizaron a su población. Y ello únicamente en pro de sus propios privilegios.

Sin embargo, en 2011 el pueblo sirio rompió sus cadenas, aunque el precio que ha tenido que pagar por ello haya sido muy alto. Sus ciudades y su herencia cultural han sido en gran parte destruidas. Millones viven como refugiados, precisamente porque su enemigo no era sólo un dictador nacional sino un orden internacional opresivo y represivo. El régimen iraní y la Rusia neo-zarista, junto con Israel, se han situado al frente de la campaña militar para evitar la caída del aparato sirio. Todo ello obviamente con el consentimiento de los EEUU.

Sacudiendo el orden mundial, revelando la verdadera naturaleza opresora de las instituciones globales

El proceso revolucionario iniciado por el pueblo sirio rápidamente desencadenó ondas expansivas por todo el mundo. No tanto por las ramificaciones económicas – lo que reflejaría una visión más tradicional de la propagación de un proceso revolucionario – sino porque menoscaba precisamente el orden mundial institucional que se apoyaba en los Assad para mantener la volátil y estratégica región de Oriente Medio libre de revolución. Del mismo modo, la legitimidad moral de la ONU se ha visto profundamente dañada. Ni que decir tiene que los verdaderos internacionalistas y sus organizaciones deberían aumentar su influencia ante este nuevo paisaje de un orden mundial institucional en ruinas.

El propio pueblo sirio no es en ocasiones consciente de las profundas implicaciones que sus demandas básicas de libertad y justicia han tenido para el orden mundial. Lo que sí saben es que el orden mundial está contra ellos. E incluso han dejado de creer que la solidaridad árabe o musulmana pueda librarles de su terrible sufrimiento.

Sin embargo, manteniendo viva la esencia de su lucha, el valiente pueblo sirio ha sido capaz de unirse con otras comunidades revolucionarias en la región y empezar a derribar las fronteras artificiales que las potencias coloniales europeas trazaron en Oriente Medio hace un siglo. Así, por ejemplo, muchos sirios exiliados participaron en el proceso revolucionario egipcio hasta que el gobierno conservador de Muhamad Morsi fue derrocado por el golpe de Estado del General Abdel Fattah al-Sisi en Julio de 2013, están presentes en Grecia junto a la población local asfixiada por las instituciones financieras mundiales, e incluso han dado nuevas esperanzas de libertad a los palestinos. Desafortunadamente, dentro del amplio movimiento social que surgió en Turquía en mayo-agosto de 2013 (centrado en las protestas del parque Gezi) la agenda política pro-Assad se impuso en lo tocante a las relaciones internacionales.

La revolución siria en el extranjero, o cómo distinguir los verdaderos internacionalistas de los chauvinistas

Apoyar la revolución siria como internacionalistas significa actuar al menos en cuatro niveles: ayudando a los desplazados y a los revolucionaros sobre el terreno; extendiendo la lucha geográfica y políticamente de modo que el pueblo sirio pueda unirse a otras poblaciones para construir el futuro que quieren para sus comunidades; denunciando el orden mundial institucional actual por su complicidad con el genocidio que está teniendo lugar en Siria; y, finalmente, apoyando a aquellos sirios verdaderamente revolucionarios, que no aceptan la estrategia oficial de llegar a un acuerdo con el régimen, impulsada por los emisarios designados por Occidente para hablar en el extranjero en el nombre de la revolución.

Aún así, es necesario admitir que la moral de la juventud siria que ha estado al frente del proceso revolucionario en Siria se ha visto mermada por la absoluta falta de apoyo político y militar para derrocar al régimen. Durante los primeros meses, y hasta el verano de 2013, el pueblo sirio creía firmemente que, como en Libia, la “comunidad internacional” no dejaría que una revolución democrática fuese aplastada. Ello incluso a sabiendas de la agenda real de las potencias imperialistas occidentales. ¡Sin embargo, el régimen y sus aliados nunca han dudado en usar sus medios militares para destruir el país y aplastar al pueblo sirio! Si cierto número de jóvenes sirios se alistaron en la fuerza contrarrevolucionaria de Daesh es principalmente porque el régimen salió impune del ataque químico llevado a cabo en los alrededores de Damasco el 21 de agosto de 2013.

Tendencias contrarrevolucionarias

Además, entre la población siria en el exilio, una parte significativa de la vieja generación que apoya el levantamiento lo hace esencialmente para extender su influencia personal y tribal. Estos individuos están preocupados por la autonomía de la generación joven y de las mujeres en particular, e intentan ejercer nuevas formas de control social sobre estos actores reales del cambio. Ahora bien, después de todo lo que los revolucionarios han sufrido desde 2011, obviamente no están dispuestos a aceptar estas nuevas prácticas opresivas. De ahí la persistencia de una tensión real en el seno de las comunidades sirias en el exilio.

¡Peor aún, estos nuevos-viejos patriarcas también se oponen a una verdadera Siria autónoma y de los trabajadores! La falta absoluta de cualquier manifiesto revolucionario en su nombre – cuando deberían tener la experiencia y conocimientos para ello – para la era post-Assad es un claro indicador de esto. No muestra sino la usurpación que planean. Debemos contemplar así las diferentes propuestas que centran la atención de los medios entorno a un periodo de transición del régimen actual hacia una Siria democrática a través de esta (sombría) luz. Necesitamos denunciar la traición de los valores de la revolución. Estos planes sólo representan los planes que Israel y Occidente quieren llevar a cabo.

Finalmente, existe un peligro real al que se enfrentan los activistas sirios exiliados en países ricos de Europa: corren el riesgo de omitir un paso esencial que podría ser crucial para el éxito de su proceso revolucionario. Y es que, como nunca antes, quienes están ahora en el exilio pueden jugar un papel importante para determinar el futuro de Siria y Oriente Medio. Todo el mundo sabe que Occidente, junto con las instituciones mundiales que ha diseñado, quiere relegitimar el aparato sectario del régimen. Así, han intentado repetidamente sacrificar la cara política del régimen para triunfar. El teatro que los medios han creado entorno a las grabaciones de ejecuciones del Daesh está ahí para preparar el terreno. A ello se suma el espectáculo diplomático desplegado en Ginebra una y otra vez y que pretende convencer al público occidental de que es la única solución. El futuro del proceso revolucionario en Siria será, en gran medida, decidido en Occidente por gente que tome las instituciones mundiales. ¡Para empezar necesitamos denunciar la perversa atención mediática que se le da a Daesh!

¡Nunca debemos dialogar con los opresores!

Aún así, muchos jóvenes activistas sirios no saben cómo construir una verdadera revolución hacia el socialismo. Lo que han vivido es un levantamiento de toda la nación por la democracia y la justica social. El fracaso del levantamiento militar ha llevado a algunos a intentar reconectar con sus conocidos pro-Asad, ¡olvidando que es precisamente ahora cuando necesitamos insistir públicamente desde Occidente en que el régimen de Assad es el origen de todos los males! Piensan ingenuamente en cómo lograr la paz en Siria – dándole incluso la mano a los pro-Assad cuando éstos están todavía en el poder – en pro de una Siria que incluya a todos. Ven que los poderes mundiales se juegan demasiado como para permitir que la revolución triunfe, y su falta de experiencia les hace pensar que es lo máximo que pueden conseguir. El pueblo sirio ha sido abandonado por casi todos. Muchos sirios creen que la comunidad internacional apoyará y mantendrá en el poder a Assad, piensan que el verdadero problema es el enorme respaldo militar que el régimen de Assad está consiguiendo. Si no fueron capaces de derrocar a Assad, ¿cómo pueden ni siquiera soñar con conquistar la ONU?

¡Tenemos que evitar esta traición a la revolución siria! Enseñémosle al mundo lo que significa la verdadera solidaridad internacionalista. ¿Acaso es tan difícil fortalecer sus esperanzas uniendo nuestras filas?