Si mencionamos un gobierno que despliega al ejército frente a protestas de la población, seguramente muchos pensaríamos automáticamente en “Venezuela”. Sin embargo, no hace falta irse tan lejos, ya que nos referimos a Francia, nuestro país vecino. El bloqueo mediático hace que conozcamos con detalle lo que ocurre lejos, pero pasemos por alto la grave situación al otro lado de la frontera.

Las cifras no son de chiste. Desde el inicio del movimiento de los chalecos amarillos, ya hay 800 condenados a prisión, y 1800 personas más están a la espera de juicio. También ha habido miles de heridos (5 han sufrido la amputación de una mano, 10 han perdido un ojo), e incluso ha habido una muerta.

Los chalecos amarillos suelen movilizarse los sábados. El últimosábado al cierre de es periódico (23/3), dejó una imagen impactante. Una mujer de 71 años yacía en el suelo, inconsciente, con la cabeza abierta. Ella sigue hospitalizada en estado grave. Pero lo peor fue el comentario de Macron. Dijo que esperaba que la mujer se recuperara, y que “fuera más inteligente y no fuera a la manifetación”.

La declaración de Macron no es sólo una provocación, sino reflejo de toda su política. Quien se manifieste, debe saber que tendrá que enfrentar una dura represión, incluso del ejército, que ha sido desplegado sobre el terreno para proteger edificios oficiales. Como si el pueblo en la calle fuera el enemigo, como si fuera una guerra civil.

La salida es atender a las reivindicaciones

Francia, una de las mayores potencias económicas mundiales, el país de los derechos humanos, prefiere militarizar las protestas a satisfacer las reivindicaciones de la población. Imaginen qué posibilidades hay de arrancar conquistas duraderas en países económicamente más débiles o con tradiciones autoritarias mayores como el nuestro… No hay ejemplo más gráfico posible del futuro que aguarda para nosotros la UE y el capitalismo europeo.