Que la Monarquía no atraviesa su mejor momento viene de lejos; la imagen de un rey cazando elefantes en abril de 2012 en plena crisis económica, y después de que se reformara el artículo 135 de la Constitución para garantizar el pago de la deuda; el cobro de una comisión por cada barril de petróleo importado gracias a su buena relación con el monarca saudí; el escándalo del cuñado de Felipe VI, Iñaki Urdangarín y la infanta Cristina en el caso Nóos; el caso Corinna y la amenaza por parte de ésta de denunciar al monarca y al ex director del CNI (Centro Nacional de Inteligencia) por amenazas y acoso; Zagatka y Lucum, las dos fundaciones bajo sospecha en Suiza relacionadas con el Rey emérito y que nombra como beneficiarios a sus tres hijos,… son algunos de los ejemplos de que no nos encontramos ante un caso aislado de la corrupción personal de un monarca, sino que nos enfrentamos a un sistema construido sobre una corrupción estructural y generalizada de un atrasado capitalismo español.

Mientras todo esto iba saliendo a la luz, muchos han sido los intentos para blanquear a la familia Borbón y restablecer el prestigio de dicha institución, ya fuera con todo el blindaje político-judicial necesario, así como con el silencio y la complicidad por parte de algunos medios de comunicación.

Un ejemplo de esto fue la abdicación de Juan Carlos I en junio de 2014, promovida por la clase dominante para tratar de atajar la falta de legitimidad de un régimen desafiado por una crisis económica que empezaba a mostrar su cara en el 2008 y una marea de protestas que se venían sucediendo desde el 2011: 15M, las huelgas generales, las Mareas ciudadanas, las Marchas de la dignidad en 2014 o la lucha del pueblo catalán. Con ello, se trataba de limpiar la imagen de la institución y apuntalar la legitimidad de Felipe VI. En esto hay que destacar el importante papel de la burguesía intentado preservar la figura de Felipe VI como solución política de emergencia en caso de que el descontento social pusiese en riesgo la continuidad de su sistema de dominación.

Sin embargo, y aunque en un primer momento esas decisiones pudieron servir de bálsamo para que la institución volviera a recuperar el brillo perdido, cada día les resulta más complicado tratar de convencer al pueblo que las corruptelas y escándalos del emérito, nada tienen que ver con la actual institución y forman parte del pasado. El actual monarca ha seguido perdiendo apoyo con el paso de los últimos años, hasta el punto de que la pandemia del coronavirus ha contribuido a empeorar su imagen pública.

Todavía está muy reciente la atronadora cacerolada que el pasado 18 de marzo se produjo desde los balcones de casi todas las ciudades del Estado español, mientras Felipe VI se dirigía a todo el país. Una reacción que dejó patente la indignación y el rechazo hacia la la institución monárquica, mientras el país enfrentaba los peores días de una pandemia que ya se ha cobrado a día de hoy miles de víctimas y deja un panorama laboral y económico de incalculables consecuencias. Un discurso, el del monarca, donde no hubo mención alguna a su padre y a la multimillonaria cifra que éste acumuló en cuentas bancarias secretas. Un dinero, que la fiscalía suiza sigue investigando, y que fue supuestamente recibido por Arabia Saudí en concepto de “donaciones” por la ayuda que el rey emérito prestó en las gestiones del país árabe con empresas españolas y la reducción del precio de determinados servicios de éstas.

Felipe VI, el PSOE, PP y Vox al rescate de la Monarquía

Felipe VI se ha visto obligado a tomar la medida cosmética de declarar que renunciaba a la herencia que le pudiera corresponder de su padre, así como retirarle la cuantiosa asignación anual de 194.000 euros a Juan Carlos I. Como recogían algunos medios alternativos en esos días, salvar a la Monarquía bien merece «matar al padre», aunque eso tampoco resulte suficiente para calmar los ánimos, ya que no deja de ser una manera de reconocer abiertamente el carácter delictivo de las actividades de Juan Carlos I.

Tampoco sirvió de mucho que una mayoría de la Mesa del Congreso de los Diputados, constituida por PSOE, PP y Vox, vetase el 10 de marzo la creación de una comisión de investigación sobre la fortuna de Juan Carlos I de Borbón, en un intento absolutamente miserable de tapar un nuevo escándalo. O el giro que Podemos, una formación que se declara republicana, viene dando respecto a la Monarquía modulando su mensaje en cuanto se le presenta la menor ocasión. Pablo Iglesias, en una conferencia reciente en el Congreso afirmaba: «La Monarquía no está en crisis, lo dice un republicano». Su aseveración no se quedó tan sólo ahí, también valoró de manera muy positiva el “perfecto catalán” que la Princesa Leonor demostró en su primer acto oficial en Cataluña como heredera, con motivo de los Premios Princesa de Girona: «Creo que sentó bien en Cataluña escuchar a Leonor hablando en perfecto catalán. Es un detalle hacia la gente que piensa y habla en esa lengua». Y que quedó también plasmado en la valoración que desde la formación morada realizó del Mensaje de Navidad del Rey. «Frente a un Felipe VI que en 2017 decidía atar su destino a las derechas, creo que ayer vimos a un jefe del Estado que rectificaba parcialmente, que moderaba su discurso y que de algún modo demostraba tener un mejor olfato político que el que tuvo entonces», en palabras de Pablo Echenique.

Y por último, el patético y vergonzoso comunicado de prensa que difundió la Casa Real intentando explicar los hechos. Una nota que añadió la sensación de que la Casa Real intentaba burlarse de l@s ciudadan@s y dejó patente la complicidad de Felipe VI en el botín obtenido en años de fechorías.

Las encuestas dan la espalda a la Monarquía

En esto días han vuelto las encuestas acerca de dicha institución y no es la primera vez que el resultado refleja que la corona baja enteros en su valoración. Incluso por debajo de la Iglesia Católica y los políticos. Y todo ello, pese a que en el congreso el PP nombró como figuras más relevantes de la lucha contra el coronavirus a la Monarquía, la policía, la guardia civil, el ejército y hasta el propio Amancio Ortega.

Ya queda muy lejos aquel notable que obtuvo en enero de 2018 (superando los años dorados del rey Juan Carlos en la década de los 90), en plena crisis catalana, cuando Felipe VI convirtió su discurso televisivo (el 3 de octubre de 2017), en una auténtica declaración de guerra.

La puntuación que Felipe VI obtiene entre l@s español@s se encuentra en franco declive. Frente al notable (7,3 sobre 10) que consiguió en enero de 2018, su puntuación se ha ido desplomando. Febrero de 2020, es sin duda, un punto de inflexión con un 6 sobre 10. A partir de ahí la caída ha continuado acentuándose en el mes de marzo con el decreto del Estado de Alarma, donde la nota alcanzada fue un 5,6 para terminar con el primer suspenso de su reinado (4,8 sobre 10) durante este mes de abril, según la última encuesta elaborada por SocioMétrica para el diario El Español.

Lamentablemente no podemos contrastar estos datos con el CIS porque, a pesar de las promesas del actual Gobierno, el instituto sociológico continua sin preguntar a l@s ciudadan@s sobre esta institución. Para conocer el último dato, tenemos que remitirnos al año 2015, cuando la Corona obtuvo un 4,4 sobre 10, aunque Felipe VI consiguió que el 52,8% de los españoles aprobara su gestión. Ahora, con la caída de popularidad, estos datos se podrían haber resentido sensiblemente.

Romper con un entramado institucional y económico heredado de la dictadura

No es de extrañar el descrédito y creciente desapego a una institución salpicada de numerosos escándalos y que, en un momento tan dramático como el que están sufriendo miles de familias en el país, se atreve a comparar la miseria y las incomodidades del confinamiento, sacando en las pantallas de televisión a las princesas diciendo «llevamos, como millones de niños, más de un mes en casa y sin ir al cole por esta pandemia, intentando seguir con la vida del mejor modo posible». Un verdadero insulto y despropósito, que provocó inmediatamente la indignación e hizo que las redes sociales se llenaran de comentarios sobre el nulo parecido de vivir el confinamiento en la Zarzuela a como lo viven y sufren los hijos e hijas de la clase obrera.

Y llegados a este punto, a la clase trabajadora no nos queda otra salida que imponer un plan de choque social y salir a la calle a exigir un Plan de rescate a l@s trabajador@s y el pueblo. Por eso, hoy se hace más necesario y urgente que nunca acabar con una institución parasitaria como es la Monarquía. Miles de personas han firmado en estos días una petición en la plataforma ´Change.org` para que el rey emérito “transfiera todo el dinero que tiene en las sociedades off shore” al ministerio de Sanidad. La falta de medios y de dinero es uno de los mantras que más se han repetido durante la pandemia del COVID 19. Sin embargo, queda absolutamente demostrado que con el dinero del presupuesto de la Casa Real y los más de 2.000 millones de la fortuna de Juan Carlos I se podrían haber comprado millones de mascarillas y respiradores en un momento de emergencia social como el que vivimos. Como tantas veces hemos dicho no falta dinero, sobran ladrones y corruptos.

El pueblo trabajador necesitamos romper con este entramado institucional y económico que heredamos de la dictadura franquista. Ya es hora de decidir si queremos Monarquía o República. De si queremos mantener el status quo o queremos abrir un proceso constituyente, de protagonismo obrero y popular, que elija unas Cortes Constituyentes para una nueva Constitución que blinde el pan, trabajo, techo e igualdad, las pensiones, los derechos sociales y las libertades democráticas. Esta es una de las tareas que tenemos por delante.

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No es solo la corrupción de un monarca, es la corrupción de un sistema

Otras operaciones especulativas del capitalismo español donde intervino la mano de Juan Carlos I:

*La trama Gürtel.

*El caso Malaya.

*La especulación urbanística en República Dominicana.

*La venta del Banco Zaragozano, propiedad de los renombrados financieros Alberto Cortina y Alberto Alcocer, al Barclays Bank en 2003.

*La construcción del AVE a la Meca llevada a cabo por un consorcio de empresas españolas encabezadas por OHL, etc.

Todo le sirvió a Juan Carlos I y su familia para acumular una fortuna que, según el periódico New York Times, se acerca a los 2.000 millones de euros.