El escritor chileno Luis Sepúlveda murió en el Estado español el jueves 16 de abril, por coronavirus.

Sepúlveda fue un importante escritor y también militante. En su juventud fue militante del Partido Comunista y líder del movimiento estudiantil chileno en 1968 y activista defensor del Gobierno de Salvador Allende en 1973, cuando preso, condenado por “traición y subversión” y, encarcelado durante dos años en Temuco. Después de una campaña internacional logró ir al exilio, y pasó a vivir en Argentina, Brasil, Paraguay y Ecuador, donde trabajó ayudando a las comunidades indígenas.

En 1979, se unió a la Brigada Internacional Simón Bolívar, que fue impulsada por nuestra corriente internacional encabezada por Nahuel Moreno, que luchó en Nicaragua contra la dictadura de Anastasio Somoza, hasta el triunfo del Sandinismo. De ahí fue a Alemania donde trabajo de reportero y posteriormente se trasladó a Hamburgo, donde se hizo miembro de Greenpeace, organización en la que militó durante varios años hasta que el éxito de su primera novela, “El viejo que leía novelas de amor” (Premio Tigre Juan 1988) cuando pasó a dedicarse de lleno a la literatura, desarrollando una obra que refleja una gran sesibilidad social hacia el sufrimiento de los sectores oprimidos.

En los últimos años,  sus simpatías políticas se ubicaron junto a gobiernos que para nosotros no tienen nada de progresivos,  lo que le llevó a considerar  que Michelle Bachelet había “empezado a hacer una política realmente de izquierda”, que Cristina Fernández comenzó a pensar “Argentina basada en sus propios recursos”, que el gobierno de Tabaré Vázquez era parte de la “izquierda dura” y  que Evo Morales “aunque tiene razón y su gobierno es legítimo, no ha entendido ciertas lecciones de la historia, sobre todo el hacer alianzas fuertes y el hecho de que la política es el arte de lo posible y no de lo imposible”.

A pesar de eso, Luis Sepúlveda por haber participado de la Brigada Simón Bolívar, merece un sitio entre los que dedicaron parte de su vida a la revolución.

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Las mujeres de mi generación.

Escrito por Luis Sepúlveda en 1999.

A Carmen Yañez “Pelusa”, Marcia Scantlebury y Ana Schilling.

Las Mujeres de mi generación abrieron sus pétalos rebeldes No de rosa, camelias, orquídeas u otras yerbas De saloncitos tristes, de casitas burguesas, de costumbres añejas sino de yuyos peregrinos entre vientos.

Las Mujeres de mi generación florecieron en las calles, Y en las aulas argentinas, chilenas o uruguayas supieron lo que tenían que saber para el saber glorioso de las Mujeres de mi generación.

Minifalderas en flor de los setenta Las Mujeres de mi generación no ocultaron ni las sombras de sus muslos que fueron los de Tania erotizando con el mayor de los calibres los caminos duros de la cita con la muerte Porque las Mujeres de mi generación bebieron con ganas del vino de los vivos acudieron a todas las llamadas y fueron dignidad en la derrota.

En los cuarteles las llamaron putas y no las ofendieron porque venían de un bosque de sinónimos alegres: Minas, Grelas, Percantas, Cabritas, Minones, Gurisas, Garotas, Jevas, Zipotas, Viejas, Chavalas, Señoritas hasta que ellas mismas escribieron la palabra Compañera en todas las espaldas y en los muros de todos los hoteles Porque las Mujeres de mi generación nos marcaron con el fuego indeleble de sus uñas la verdad universal de sus derechos.

Conocieron la cárcel y los golpes Habitaron en mil patrias y en ninguna Lloraron a sus muertos y a los míos como suyos Dieron calor al frío y al cansancio deseos Al agua sabor y al fuego lo orientaron por un rumbo cierto. Las mujeres de mi generación parieron hijos eternos Cantando Summertime les dieron teta Fumaron marihuana en los descansos Danzaron lo mejor del vino y bebieron las mejores melodías Porque las Mujeres de mi generación nos enseñaron que la vida no se ofrece a sorbos compañeros sino de golpe y hasta el fondo de las consecuencias.

Fueron estudiantes, mineras, sindicalistas, obreras, artesanas, actrices, guerrilleras, hasta madres y parejas en los ratos libres de la Resistencia. Porque las Mujeres de mi generación sólo respetaron los límites que superaban todas las fronteras.

Internacionalistas del cariño, brigadistas del amor comisarias del decir te quiero, milicianas de la caricia. Entre batalla y batalla, entre amor y amor, entre fuego y fuego las Mujeres de mi generación lo dieron todo y dijeron que eso era apenas suficiente.

Las declararon viudas en Córdoba y en Tlatelolco Las vistieron de negro en Puerto Montt y Sâo Paulo Y en Santiago, Buenos Aires o Montevideo fueron las únicas estrellas de la larga lucha clandestina.

Sus canas no son canas sino una forma de ser para el qué hacer que les espera. Las arrugas que asoman en sus rostros dicen he reído y he llorado y volvería a hacerlo.

Las Mujeres de mi generación han ganado algunos kilos de razones que se pegan a sus cuerpos Se mueven algo más lentas, cansadas de esperarnos en las metas. Escriben cartas que incendian las memorias Recuerdan aromas proscritos y los cantan. Inventan cada día las palabras y con ellas nos empujan Nombran las cosas y nos amueblan el mundo Escriben verdades en la arena y las ofrendan al mar Nos convocan y nos paren sobre la mesa dispuesta.

Ellas dicen pan, trabajo, justicia, libertad y la prudencia se transforma en vergüenza. Las Mujeres de mi generación son como las barricadas: protegen y animan, dan confianza y suavizan el filo de la ira.

Las Mujeres de mi generación son como un puño cerrado que resguarda con violencia la ternura del mundo. Las Mujeres de mi generación no gritan porque ellas derrotaron al silencio.

Si algo nos marca, son ellas. La identidad del siglo son ellas. Ellas: la fe devuelta, el valor oculto en un panfleto El beso clandestino, el retorno a todos los derechos Un tango en la serena soledad de un aeropuerto Un poema de Gelman escrito en una servilleta Benedetti compartido en el planeta de un paraguas Los nombres de los amigos guardados con ramitas de lavanda Las cartas que hacen besar al cartero Las manos que sostienen los retratos de mis muertos Los elementos simples de los días que aterran al tirano La compleja arquitectura de los sueños de tus nietos.

Lo son todo y todo lo sostienen Porque todo viene con sus pasos y nos llega y nos sorprende. No hay soledad donde ellas miren Ni olvido mientras ellas canten.

Intelectuales del instinto, instinto de la razón Prueba de fuerza para el fuerte y amorosa vitamina del débil. Así son ellas, las únicas, irrepetibles, imprescindibles sufridas, golpeadas, negadas pero invictas Mujeres, Mujeres, Mujeres de mi generación.