Los dirigentes de Unidos Podemos y el PSOE se afanan estos días en explicar las excelencias de su Acuerdo de Presupuestos. Agitan las grandes “medidas sociales” que traen pan, pero que a poco que se escarbe, no llegan a migajas (ver páginas centrales). En realidad lo que más les ayuda a vender el acuerdo es el rechazo que provoca el vociferío de Casado-Rivera.

El contenido político esencial del acuerdo es sostener al Gobierno de Sánchez a cambio de una especie de “vicepresidencia”, que Iglesias ha comenzado a ejercer de manera inmediata. Los que venían a «acabar con la casta», «poner fin al régimen del 78» y “asaltar los cielos”, acaban haciendo de soporte del régimen monárquico. Donde antes había bipartidismo, ahora hay bipartidismo con sidecar.

El acuerdo es, ante todo, el gran anzuelo electoral del PSOE y Podemos para las elecciones de 2019 y las próximas generales. La viabilidad y continuidad de las exiguas medidas sociales anunciadas y de las promesas, vienen condicionadas por los límites marcados por la UE, que Sánchez e Iglesias han jurado respetar, y que exigen reducir el «déficit estructural» del 0,65% del PIB en dos años. Y, por supuesto, la UE va a exigir ajustes drásticos ante cualquier deterioro de la situación económica, como el que ya preanuncia el FMI.

Mientras pregonan las virtudes del Acuerdo, la vida sigue su curso y hay noticias que no ocupan portadas pero son el signo de los tiempos y marcan la diferencia entre el barro y las alfombras.

Un símbolo con 102 años de historia, la Naval de Sestao, que llegó a emplear 7.000 trabajadores, después de una tortuosa y lenta agonía, está a un paso del cierre definitivo. Un drama que viven también los trabajadores de Alcoa, cuyas plantas de A Coruña y Avilés anuncian el cierre, dejando en la calle a 700 familias. O los alrededor de 700.000 empleados/as públicos contratados en fraude de Ley desde hace 15, 20 o 30 años, hoy amenazados de despido.

Este es el pan nuestro de cada día para millones de trabajadores/as, en activo, parados/as o pensionistas, que la crisis ha precarizado y para quienes la “recuperación” es harina de otro costal.

No sabemos qué puede tardar la próxima recesión y, en consecuencia, la «bonanza» que les queda al PSOE y Podemos para «hacer política social dentro de los límites de la UE». Lo que sí podemos decir es que el futuro no augura «vacas gordas» sino profundización de la catástrofe social, en medio de la mayor crisis política interburguesa y del régimen en 40 años.

El “ejemplo” de Tsipras le duró poco a Podemos. Ahora su referencia es el gobierno portugués del partido socialista, sostenido en el parlamento por sus amigos portugueses del Bloco y el PCP. Es conocido como el gobierno de la geringonça (“aparato inestable de manejo complicado que se estropea fácilmente”), un calificativo que bien le vale al gobierno Sánchez.

Quien siembra falsas ilusiones acaba cosechando decepción y eso no es gratis. Ante la ruina social y la crisis histórica del régimen, la alternativa que prepara el capital financiero para cuando la geringonça española no dé más de sí, haya desmoralizado a los trabajadores/as y desmovilizado la protesta social, es un «bonapartismo duro» con Casado y Rivera, un giro autoritario apoyado en la radicalización derechista de las bases de PP y Cs, enfervorecidas por el ultranacionalismo español.

El camino es organizar la acción independiente de los trabajadores/as para construir una salida obrera y democrática a la crisis. El camino opuesto al de los que quieren convertir el movimiento social en un dócil instrumento del Gobierno. Es el papel que juegan los dirigentes de CCOO y UGT, pero también, en forma explícita o implícita, algunos/as dirigentes de la Coordinadora Estatal de Pensionistas, organismos colaterales de Podemos como No+Precariedad u organizaciones y partidos (incluida parte de la supuesta “ultra” y del «sindicalismo alternativo») ganados a plataformas como las del 27-0, dedicadas a ejercer “presión amiga» al gobierno y a subordinarlo todo al juego electoral.