Reproducimos a continuación un artículo escrito antes de la invasión de Putin a Ucrania. Las posiciones y análisis expuestos no tienen por qué coincidir con la posición de Corriente Roja.
El gobierno ha aprobado enviar una fragata, la “Blas de Lezo”, al Mar Negro, para unirse al dragaminas “Meteoro” que ya está allí desplegado. Además, ha ofrecido más cazas de combate a la OTAN que se añadirán a los que el ejército del Aire ya tiene el Báltico. Todas estas fuerzas se incorporarán al despliegue que la Alianza Atlántica tiene en torno a Rusia, desde el Ártico hasta el Mar Negro, pasando por el Báltico, Polonia y la misma Ucrania.
Por las informaciones, que no son muchas, de este despliegue, las potencias imperialistas y sus aliados de la OTAN tienen cercando Rusia a 40 mil soldados en tierra con el armamento correspondiente y varios grupos navales en torno a portaaviones británicos y norteamericanos. Cada grupo naval supone junto con la aviación de los portaaviones, buques de apoyo como destructores armados con misiles capaces de llevar cabezas nucleares. Además, claro está de las bases militares de Turquía, Italia y el Estado español.
Y después gritan como energúmenos hipócritas cada vez que el gobierno ruso moviliza fuerzas militares dentro de su territorio, bajo la consigna: “quieren invadir Ucrania”; cuando el verdadero motivo político de este despliegue no es otro que los EE. UU. y la UE quieren extender la OTAN más hacia el Este; como si no les llegaran los miles de kilómetros que ya tienen de frontera común desde Finlandia hasta Turquía.
En la reciente Ley de Seguridad Nacional aprobada por el gobierno, como se explica en un reciente artículo de esta web, se afirma que el Estado español tiene intereses comunes con sus “socios y aliados” de la UE y la OTAN; y como buenos amigos, el imperialismo español aporta su granito de arena.
Que no puede aportar más, es obvio; el Estado español es un imperialismo de segunda que, como los buitres, es carroñero de las piezas que los leones matan pero que no dejan de beneficiarse de la carnicería.
Un conflicto imperialista
Nunca tan cierta es la afirmación de Clausewitz de que “la guerra es la política por otros medios”. Hasta el momento las potencias imperialistas de la cadena euro norteamericana (la OTAN) se han limitado a la “guerra con las palabras” (amenazas) y a “guerras comerciales” a través de sanciones.
Pero visto el fracaso sistemático de esos dos tipos de guerra en su objetivo de provocar una crisis interna en Rusia que echara fuera del poder a Putin, están dando un paso más en la pendiente de la guerra “caliente”, buscando su “Maine”, su “golfo de Tonkin” o sus “armas de destrucción masiva”, es decir, una justificación bajo “bandera ajena” que justifique una intervención militar.
La “bandera ajena”
Estas tácticas del imperialismo merecen una explicación, puesto que sus medios de propaganda/comunicación llevan años presentando a Putin como el “eje del mal”, el “enemigo a batir”, como hicieron con Sadam, Gadaffi, Al Qeda, etc., y eso, guste o no, cala en las conciencias de la población legitimando sus acciones militares.
Cuando se acercan tiempos de guerra ningún estadista quiere aparecer ante sus poblaciones como el responsable de su declaración, pues una guerra es devastación y muerte; incluso Hitler habló de “paz” poco antes de inventarse el ataque polaco a sus fuerzas para invadir Polonia.
La historia está llena de actuaciones “bajo bandera ajena” que permiten justificar la intervención que tanto desean. Por remitirnos a dos ejemplos donde están implicados el imperialismo yanqui. Primero, la guerra hispano-norteamericana en la guerra de independencia de Cuba en 1898.
En esa época la isla era colonia española que venía desarrollando una lucha por su independencia. El imperialismo yanqui, emergente de aquella, buscaba comenzar su expansión por lo que consideraba su “territorio natural/patio trasero”, bajo la doctrina Monroe de “América para los americanos” (que traducían, “para los norteamericanos”).
Era un imperialismo emergente que se encontraba con un mundo casi repartido entre las potencias europeas, principalmente Gran Bretaña y Francia. Cuba, vecina de los EEUU, estaba en manos de un imperio decrépito, el español. Frente al dominio de los mares de Gran Bretaña, y el ejército francés, los yanquis eran conscientes de que mejor intentarlo con una pieza fácil, el ejército español.
Pero en la política norteamericana, como consecuencia de la consciencia de esa debilidad militar, actuaban como los chinos hoy, bajo la “gran regla” establecida por G. Washington en su despedida, es decir, la que se basaba en mantener la neutralidad en los conflictos internacionales, la aversión a las alianzas permanentes y el fomento de las relaciones pacíficas, sobre todo las comerciales.
El imperialismo norteamericano estaba a punto de romper con la “gran regla” marcada desde su independencia, y para ello necesitaba una justificación que le permitiera intervenir activamente en la guerra de Cuba. Esa justificación fue el hundimiento de un buque de guerra norteamericano, el Maine, en la Habana, atribuida por los medios yanquis a los españoles. Ahora se sabe que lo más probable es que en realidad ese hundimiento lo provocaran los propios norteamericanos para declararle la guerra a España.
Otro ejemplo, más reciente, es el incidente en la bahía de Tonkin (Vietnam) en 1964. El imperialismo yanqui estaba deseoso de intervenir con más intensidad en la guerra de Vietnam, pero tras el semi fiasco de la Guerra de Corea no podía sin una justificación que legitimara su actuación ante el mundo y su propia población. Para lograrlo, los Estados Unidos simularon un falso ataque de fuerzas pertenecientes a Vietnam del Norte contra barcos de la Armada de Estados Unidos en el Sudeste Asiático, que habían penetrado en aguas que reclamaban como internacionales, mientras Vietnam lo hacía como nacionales.
Por cierto, ahora esta discusión se está dando en el Mar del Sur de China entre las fuerzas del AUKUS -alianza entre Gran Bretaña, Australia y los EE. UU.- y China.
En la actualidad hay un tercer método de actuación “bajo bandera ajena”, que son las sanciones comerciales que suponen un empobrecimiento de la población, empujada a un levantamiento contra el gobierno incómodo para el imperialismo; levantamiento que por la crisis de la dirección revolucionaria se convierte en su contrario, un «medio» sin un fin revolucionario. No es más que la actualización del viejo método de la edad media, de “cerco por hambre” de una ciudad que lo provocaba, solo que ahora extendido a toda una nación.
El problema que tiene esta “guerra comercial” hoy es que mientras el mundo dependía de la hegemonía norteamericana, era fácil establecer ese “cerco” y empobrecer a una población hasta el extremo de que esta se levantara contra sus gobernantes; pero hoy existen otras alternativas para los pueblos, otra “cadena imperialista” en la que apoyarse y evitar “cerco por hambre”; la chino-rusa.
En este sentido es muy descriptiva la serie británica Deep State, de cómo los servicios secretos anglo-norteamericanos y la política de “cerco por hambre” crean el caos en un país africano, cambian dos veces de presidente, y el segundo, que tenía apoyo de las masas, es derribado por estas empobrecidas por las sanciones, porque “estaba haciendo negocios con los chinos”. Hoy, recordemos, China es el principal socio comercial e inversor en África.
El fondo del envío de tropas españolas
Una de las grandes polémicas entre Biden y Trump es cómo enfrentar el “desafío” a la hegemonía norteamericana del mundo por parte de la alianza chino-rusa; y en esto Biden es mucho más guerrerista que Trump, quien buscaba un cierto acercamiento a China o Corea del Norte. Para Biden solo vale la rendición sin condiciones.
El fondo del problema, que pone a Europa -y con ella al resto del mundo- al borde de un precipicio que dejaría en mantillas la pandemia, es la lucha por el control del mercado mundial y la decadencia definitiva de la hegemonía norteamericana. En este conflicto la burguesía imperialista española, que es “socia y aliada” de los jefes de la cadena imperialista euro-norteamericana, quiere un lugar bajo el sol; es decir, una parte alícuota del mercado mundial que se repartirían si son capaces de imponer sus condiciones a Rusia.
De ahí el envío de tropas por parte de todos los estados de la OTAN. Si Rusia no atiende a las exigencias occidentales por la vía de las sanciones comerciales, cuyos efectos más demoledores ha soslayado gracias al apoyo chino que le compra gas y productos energéticos de los que carece por valor de 300.000 millones de euros, «pagará un serio precio por ello» en palabras del presidente Biden.
Una política revolucionaria
Desde que el capitalismo entró en su fase imperialista es básico para cualquier revolucionario que el eje de su política es la de denuncia de su propio imperialismo. Esto no significa darle el apoyo a la potencia imperialista enemiga; no se puede caer en el simplismo muy del gusto del estalinismo y el castro chavismo de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, convirtiendo a Putin o a Xi en «antiimperialistas», cuando esto es tan lejos de la realidad, son dirigentes de estados tan burgueses como los occidentales.
Tan falsa y reaccionaria es esta política como la de asumir como propios los hipócritas y falsos llamados a la defensa de los derechos humanos y la democracia con los que nuestro imperialismo va a intentar justificar sus acciones guerreristas, que, en palabras de Trotski no solo lo son las acciones militares; sino que adquieren múltiples formas, “comerciales, diplomáticas, etc.”, es decir, “la política es la guerra con palabras” que diría el filósofo griego.
En un conflicto donde actúa una potencia imperialista, o un grupo como es el caso actual en que el Estado español se ubica bajo las banderas de una asociación imperialista, la OTAN, nuestra primera obligación es denunciar el carácter expansionista de esta política. y levantar un programa que se base en la independencia de la clase obrera de cualquiera de las opciones burguesas a las que nada los une.
La OTAN y los buques de la armada española no van a defender la soberanía de Ucrania ni de lejos; al revés, va a extender sus fronteras hasta las de Rusia e intentar imponerle a este un severo correctivo -militar si es preciso- para que acate las imposiciones de las potencias imperialistas euro norteamericanas: el control del gas que alimenta a la UE, las inversiones alemanas en Rusia (1 billón de euros) y el mantenimiento del status quo/hegemonía yanqui del mercado mundial. Una política que tiene un destinatario colateral, atemorizar a China para que rebaje sus expectativas en el camino del control del mercado mundial.
Pleno de la OTAN
El 29 y el 30 de junio de este año se va a reunir en Madrid el Pleno de la OTAN, está claro que desde ya, y en el marco de esta agudización de las políticas expansionistas de lo que es el “brazo armado” de las potencias imperialistas occidentales, hay que comenzar a organizar una gran movilización que retome las que se produjeron en los 80 bajo el lema de “OTAN NO, BASES FUERA”.
Porque no solo es el envío de buques de guerra o aviones al frente por parte del Estado español, las bases militares instaladas en su territorio (Morón, Rota y Zaragoza) sirven hoy, como en el pasado reciente, de base de ataque a los países que las potencias imperialistas señalen como “ejes del mal”.
El papel subsidiario, pero activo, del Estado español se demuestra en la utilización de estas bases como verdaderos portaaviones en tierra que sirven también para el control imperialista del Estrecho, del norte de África (Marruecos, el Sahara y Argelia, principalmente). La denuncia de nuestro imperialismo pasa por la exigencia de la ruptura inmediata con la alianza militar que puede causar un desastre para la humanidad, la OTAN.
Galiza, 21 de enero de 2022