En una entrevista a Rajoy, éste dice que «no le gustaría un gobierno de extrema izquierda». Más allá de que lo que le guste a Rajoy debe importarnos un comino -ya sabemos lo que le gusta a su «alter ego», M.Rajoy-, lo importante es esa caracterización: «gobierno de extrema izquierda». ¿A qué viene tanta sobreactuación?. Ellos bien saben, de sobra, que ni el PSOE ni UP, ni ERC, ni los que se pueden abstener para abrir las puertas a un gobierno «progresista», son de «extrema izquierda». Ni tan siquiera son de izquierdas, son derecha o progresistas, en el mejor de los casos.

La burguesía, y sus representantes, llevan desde hace mucho tiempo hablando del PSOE como «izquierda», de Podemos como izquierda radical y de ERC como «independentistas», a sabiendas de que no lo son. El objetivo es doble; uno, legitimarlos como la ¨única» izquierda posible y así cerrar el paso en la conciencia de la población, a otras variantes de izquieda, radicales en su sentido más etimologico, ir a la raiz de las cosas; y segundo, armar a su propia base de que la lucha contra el nuevo gobierno va a ser feroz; son unos “advenedizos” en el poder, que debe corresponder a los de siempre, ellos. Si el gobierno es de «extrema izquierda», vamos a una guerra sin cuartel para recuperarlo, es lo que le dicen a su base.

Al PSOE y a UP no les molesta esta caracterización, porque les ayuda a presentarse ante la población como un recambio frente a la derecha, y ocultar sus verdaderas intenciones como un trilero oculta la bolita tras tres vasos. De esta manera, entre unos y otros, desarman a la población ante las agresiones que se vienen; se esconden tras los rótulos de los vasos de los trileros para aplicar las políticas determinadas por los limites del campo de juego, que no es otro que el de la Unión Europea y el Régimen del 78.

Si estamos ante un “gobierno de extrema izquierda”, como dicen que son desde la derecha, ¿cómo nos vamos a enfrentar a la ley mordaza con el cierre de las webs, recientemente aprobada? Tendremos que aceptar la no derogación de las reformas laborales de ZP y Rajoy, como ya han admitido los representantes del sindicato vertical in pectore, las cúpulas de CCOO y UGT… Si es de “extrema izquierda”, habrá que tragarse las reformas de las pensiones de ZP y Rajoy.

Si son de “extrema izquierda”, está claro que los catalanes son unos egoístas que sólo quieren dividir a la izquierda con sus reivindicaciones, y les está bien todo lo que les suceda para impedir su derecho a decidir (155 y más). Si son de “extrema izquierda”, la Unión Europea no será tan mala aunque financie dictaduras como la marroquí o la saudí, apoye golpes de estado como en Bolivia, o sostenga la represión de regímenes como el chileno.

Esta es la lógica infame de Rajoy que tanto ayuda a los “progresistas” a legitimarse como lo que no son, de izquierdas; y mucho menos de extrema izquierda. Son un señuelo para que cuando decepcionen a su base social, porque tendrán el rótulo de “izquierda”, pero harán políticas de derecha, ésta vuelva por la puerta grande y pueda terminar la faena que ha comenzado: destruir en la población trabajadora cualquier conciencia de clase y de izquierdas. Es, podríamos decirlo así, “psicologia inversa”, o sobreactuación para llegar a fin predeterminado.

Y si alguién duda del verdadero carácter del gobierno progresista que nos amenaza, que estudie su programa, lo que ha empezado a aplicar (ley mordaza en las webs, no derogación de reformas laborales, etc.), y lo compare, primero con programas actuales de la extrema izquierda, segundo, con los programas políticos presentados por la derecha, y tercero, con los programas históricos de la misma izquierda, incluso reformista, de los 70. Las diferencias y las coincidencias saltan a la vista.

Que Rajoy y la derecha (extrema o no) no engañe con su sobreactuación; el gobierno que se viene, progresista él, tiene tanto de “extrema izquierda”, como Rajoy de progresista, ¡NADA!. Que el árbol de los nombres no impida ver el bosque de la realidad, el carácter de clase del gobierno que se viene, y contra el que la clase trabajadora y los pueblos van a tener que prepararse para luchar, como si no hubiera un mañana; para ganar, no solo para protestar.