Hace escasamente un mes el periodista y escritor Carlos Fonseca (Madrid, 1959) publicó un interesante libro sobre el asesinato de Yolanda González, militante del Partido Socialista de los Trabajadores (PST): No te olvides de mí. Yolanda González, el crimen más brutal de la Transición. Un crimen que fue cometido el 1 de febrero de 1980 por dos ultraderechistas, Emilio Hellín e Ignacio Abad. Ambos formaban parte de un grupo organizado que reivindicó la muerte en nombre del Batallón Vasco Español (BVE) y cuyas conexiones con ámbitos de la Seguridad del Estado no se llegaron a aclarar a pesar de las pruebas que existían.
Fonseca se ha aproximado al caso de Yolanda González, reconstruyendo un ensayo bien documentado, donde se recuerda la figura de la estudiante nacida en Bilbao y asesinada en Madrid. El libro cuenta con los testimonios de familiares, abogados y compañer@s de militancia.
En el libro se destapa y se pone al descubierto la Transición, en la que much@s jóvenes estudiantes como Yolanda perdieron la vida por la Policía o a manos de grupos de ultraderecha. Estamos hablando de José Luis Montañés, de 23 años, y Emilio Martínez, de 20, que perdieron la vida el 13 de diciembre de 1979 en la Ronda de Valencia (Madrid) alcanzados por disparos de la Policía al concluir una manifestación de protesta contra las reformas educativas del Gobierno de Adolfo Suárez. De Carlos González, que con 21 años fue asesinado en septiembre de 1976 por un comando ultraderechista al término de una protesta al cumplirse el primer aniversario de los últimos fusilamientos del franquismo. O de Arturo Ruiz, de 19 años, a quien un ultraderechista atravesó el corazón de un disparo en enero de 1977 cuando se manifestaba a favor de la amnistía. De Mari Luz Nájera, que resultó muerta al día siguiente tras ser alcanzada en la cabeza por un bote de humo lanzado por la Policía cuando protestaba por la muerte de Arturo.
Sin embargo, para Carlos Fonseca el caso de Yolanda tiene unas connotaciones especiales que le convierten, según él, en el más brutal de la Transición. En su caso, fue vigilada previamente, secuestrada en su casa y conducida a un descampado de San Martín de Valdeiglesias, donde le descerrajaron dos tiros en la cabeza.
De esta manera queda desmitificada una etapa de nuestra historia reciente, la Transición, de la que siempre nos intentaron “vender” una imagen demasiado edulcorada en la que todo eran acuerdos y consenso, cuando la realidad es que fue un período tremendamente convulso. Se puede concluir que en contra de esa visión manipulada de la Transición, no se trató de un proceso pacífico y armónico sino de lo que algun@s llegaron a llamar la “Transición de sangre y plomo”.
Pronto se cumplirán 39 años del asesinato de Yolanda y sin temor a equivocarnos podemos afirmar que la vida dictó su veredicto: Yolanda tenía razón, su propio asesinato fue una demostración irrefutable de que la continuidad y la impunidad del viejo régimen quedó legitimado. Los hechos descubiertos no hace mucho tiempo, con su asesino trabajando para los servicios de seguridad del estado, impartiendo magisterio entre policías y guardias civiles sobre lucha “contra el terrorismo”, le dan de nuevo la razón. El viejo régimen perdura, su esencia siempre perduró protegido por una Ley de punto final, la llamada Ley de Amnistía que blindó y aun blinda a todo el aparato judicial, policial, militar, eclesial católico, económico y administrativo del franquismo contra toda reclamación de responsabilidades por sus fechorías.
Hoy millones de trabajador@s y jóvenes desde la calle reafirman la vigencia de aquella lucha de Yolanda cuando gritan “lo llaman democracia y no lo es”. Hoy l@s jóvenes que salen a la calle siguen enfrentando los ataques de un régimen político podrido. Y es que aunque ya han transcurrido muchos años seguimos luchando y enfrentando la represión, el paro, la precariedad, la persecución política, el machismo. Por eso la lectura de este libro es el mejor homenaje para toda aquella generación de jóvenes que lucharon y perdieron sus vidas en la mal llamada Transición.
Desde Corriente Roja y la LIT.ci, reivindicamos la memoria de Yolanda, la firmeza en sus convicciones y su compromiso político del que nunca hemos renegado.
Más que nunca: ¡Yolanda nosotr@s no olvidamos!