Desde Corriente Roja nos sumamos a las manifestaciones de repulsa contra la violación sufrida por una joven de 19 años la  noche del 9 al 10 de Julio durante los pasados San Fermines y saludamos la multitudinaria concentración de protesta con la que ha respondido el pueblo de Iruña a la misma.

 

Por desgracia las agresiones sexuales de distinto tipo a mujeres en estas fiestas, lejos de ser una excepción, son la tónica que se repite cada año. Tanto es así que en éste, como el anterior, se puso en marcha una campaña de prevención contra las mismas y se activó un dispositivo policial especial. A pesar de esto, como denuncia la Plataforma de  “Mujeres contra la violencia sexista”, además de esta violación se han producido otras agresiones de menor intensidad como tocamientos, acoso verbal, insultos, etc.

 

 Cambian las formas pero se mantiene la opresión.

 

Como hemos denunciado en otras ocasiones, si  la situación que  sufrieron nuestras abuelas o madres durante el franquismo, cuando la mayoría de las mujeres no tenían ningún tipo de independencia económica y vivían sometidas a los designios de los hombres de su familia  era de extrema opresión, los derechos que las mujeres fuimos conquistando desde la transición están siendo barridos de un plumazo.

 

Y no es sólo que los recortes sociales, las reformas y las medidas del gobierno de Rajoy hayan hecho aumentar la desigualdad en todos los ámbitos, sino que el machismo lejos de retroceder avanza, sobre todo entre los más jóvenes haciendo saltar todas las alarmas.

 

Es cierto que las agresiones sexuales y la violencia machista tienen cada vez  mayor repudio social. Pero lo que no está tan claro es que se establezca la conexión que existe entre estas conductas y muchas actitudes y comportamientos machistas que se asumen de forma natural o que incluso se justifican. Como demuestran algunos estudios, muchos adolescentes y  jóvenes  consideran “normal” que  en una relación el chico controle de distintas formas incluso recurriendo para ello  a amenazas o chantajes, la  forma de vestir o con quién se relaciona la chica en cada momento, mediante el uso de las nuevas tecnologías. O que persistan en la sociedad muchos estereotipos como que la mujer es más débil o que en la pareja es el hombre quien “debe llevar las riendas de la relación”.Y el problema es que la violación es sólo un caso extremo de esas otras  conductas que también son formas de violencia a la mujer, donde ésta es considerada una propiedad de algún hombre, sea el padre, el marido o el hermano. Por eso desde Corriente Roja y la LIT no nos cansamos de decir “que el machismo mata”.

 

“Aún desnuda, no estoy provocando ser violada”.

 

En el caso de la sexualidad, la liberación sexual que trajo consigo el fin de los valores del nacionalcatolicismo, sin la adecuada educación sexual y en valores de igualdad, que excepto honrosas excepciones fue y sigue siendo asignatura pendiente en la escuela pública, se ha convertido en  liberación sexual sobre todo para los hombres.

 

Las mujeres, o somos unas “estrechas” si no nos plegamos a los deseos sexuales de los demás o somos unas “guarras” que vamos provocando si vestimos o actuamos como mejor nos parezca. La hipocresía social  o la doble moral  nos enseñan a cada paso que nuestro destino sigue siendo estar sometidas. Las  recientes declaraciones del alcalde de Granada diciendo que: «ya se sabe que las  mujeres cuanto más desnudas más elegantes”,son inaceptables y bochornosas para muchos hombres, pero desgraciadamente  expresan el sentir de otros.

 

 ¿A quien beneficia el machismo?

 

¿Por qué las leyes aprobadas en estos años a favor de las mujeres como son la Ley contra la violencia machista, la Ley de igualdad o la Ley del aborto que a pesar de sus limitaciones son un avance, se incumplen sistemáticamente o quedan en papel mojado por los recortes y reformas? ¿Por qué los estereotipos machistas continúan transmitiéndose desde muchas instituciones?

 

Si nos hacemos estas preguntas nos damos cuenta que en este modelo económico capitalista, la burguesía que es la clase dominante, por tanto quien controla al Estado, no tiene ningún interés en acabar definitivamente con la opresión a las mujeres ni con ninguna otra opresión social. Al contrario, se sirve de éstas para sus beneficios.

 

Las multinacionales que hacen negocio con nuestros cuerpos, nos bombardean con la imagen de una mujer “ideal” a la que podremos parecernos si compramos sus productos. Nosotras mismas nos convertimos en un objeto de consumo para el deleite y la satisfacción de los hombres. La cosificación de nuestros cuerpos es la puerta de entrada a la violencia y el acoso a los mismos.

 

En el caso concreto de la violación, tanto en los levantamientos populares como en las guerras provocadas por el reparto que del mundo ha hecho el imperialismo, las violaciones a mujeres siguen siendo un arma poderosa, tanto para doblegar al pueblo como para minar la moral del «enemigo«

 

Pero es que además el machismo es una ideología que a la burguesía le interesa mantener y reproducir, porque es una de las herramientas que utiliza para la sobreexplotación de las mujeres trabajadoras, así como para debilitar y dividir al conjunto de la clase. Esto que ha sido siempre así, se potencia sobre todo en tiempos de crisis.

 

Por eso, es necesario seguir luchando por mayor inversión en Educación pública, gratuita y también laica para contraponer la influencia de la iglesia católica con su doble moral hipócrita y su misoginia hacia las mujeres y para que en la escuela pública se imparta una verdadera educación sexual integral  en valores de igualdad y de respeto a las distintas orientaciones sexuales.

 

Hay que seguir luchando contra los recortes sociales, exigiendo más recursos para atención y protección efectiva contra la violencia machista, lo que incluye servicios municipales de atención inmediata a mujeres en caso de agresión sexual, atendidos por personal especializado donde  las mujeres  no terminemos sintiéndonos culpables cuando denunciamos una agresión como desgraciadamente todavía ocurre.

 

Pero tenemos que ser conscientes que no vamos a acabar con la desigualdad y la violencia a las mujeres mientras no echemos abajo este sistema capitalista. Sólo si nos  organizarnos para derrumbar este modelo económico, social y político que se basa en la explotación y la opresión de la mayoría en beneficio de una minoría, podremos sentar las bases materiales para la liberación de las mujeres y para avanzar hacia una igualdad real. Por eso para nosotras y nosotros, a diferencia de lo que dicen las organizaciones feministas,  la lucha contra el machismo no es una tarea sólo de las mujeres, sino del conjunto de la clase trabajadora.

 

¡NINGUNA AGRESIÓN SIN RESPUESTA!