Donald Trump ha perdido su intento de reelegirse como presidente de los EEUU, algo que no ocurría desde 1992. Mientras Biden ya ha sido declarado ganador, con un ajustado triunfo de 51.5% contra 48,5, en el voto popular, 48.5%[1], Trump aún se rehúsa a reconocerlo y ha estado lanzando acusaciones sin base acerca de un fraude electoral.

No caben dudas para nosotros que Biden será el próximo presidente y también es evidente que su ajustado triunfo se debe al hecho que fue visto como un candidato “anti-Trump” y que el pueblo no tiene ilusiones profundas en su programa.

Además, Trump ha iniciado una estrategia de deslegitimizar el proceso de la democracia burguesa a través de batallas legales para revertir de alguna manera el resultado electoral. Esto está profundizando la crisis de legitimidad del sistema electoral bipartidista que tanto los Demócratas como los Republicanos están desesperados por resolver. En varios Estados, los simpatizantes más fanáticos de Trump también intentaron intimidar a los votantes e interrumpir el escrutinio. Sabemos que están condenados a fracasar. Pero mientras es claro que Trump ha perdido la elección, el “trumpismo” y las condiciones que llevaron al resultado de las elecciones de 2016 están lejos de haberse acabado.

Día de la elección y post elección. No hubo golpe ni libertad para la violencia de las milicias de extrema derecha 

Esta elección fue enmarcada por el establishment liberal [demócrata] como una “lucha por la democracia” presentando a Trump como el representante del “fascismo” y a Biden como el defensor de la democracia. En ese marco, la plataforma “anti-Trump” de Biden lo llevó a la victoria electoral, pero aparece ahora aún más claro que la batalla entre “democracia” y “fascismo” fue una cortina de humo. Además, después que el FBI arrestó a miembros de una milicia de derecha por el presunto intento de secuestro de la gobernadora demócrata, Gretchen Whitmer, los liberales temían una extendida violencia y una intimidación de la extrema derecha el día de la elección, algo que finalmente no ocurrió.

Aunque la demora en el escrutinio se debió a que más de 100 millones de votos fueron enviados por correo, sin dudas creó una gran inestabilidad política y permitió que el actual sistema electoral fuera abiertamente cuestionado por Trump y la extrema derecha. Y el sistema de escrutinio es una “colcha de retazos”. Mientras los demócratas impulsaban al electorado a votar por anticipadamente por correo, Trump alentó a su base a ir a votar personalmente por su desconfianza general sobre los sistemas postal y electoral, y cuestionó la validez y la seguridad de esos votos y todavía se niega a reconocer el resultado electoral. Sin embargo, no hay peligro de un golpe sino una profunda crisis de legitimidad de la democracia burguesa.

Mientras Trump continúa impulsando procesos judiciales inútiles, no hubo golpe y las instituciones de la democracia burguesa se mantienen firmes para cumplir las leyes vigentes y contar todos los votos. No sabemos todavía si alguno de estos desafíos judiciales, la mayoría muy superficiales, avanzará en la justicia (si irán a juicio o serán descartados por completo) pero sí sabemos que todas las instituciones de la democracia burguesa y corporaciones de medios del país están defendiendo la legalidad del triunfo de Biden.

Las Fuerzas Armadas ya habían roto con Trump en junio pasado mostrando su lealtad a la legalidad burguesa. Secretarios de Estado de todo el país, especialmente en Estados que son controlados por los republicanos, como Georgia, Pennsylvania o Arizona dieron conferencias de prensa, durante el período del escrutinio, y dijeron: “El sistema está funcionando, las leyes están siendo aplicadas, no hay irregularidades”.  Las mayores redes informativas, incluyendo la Fox, repiten esto. Jueces ya han rechazado algunos de los superficiales procesos de Trump. Y Wall Street no ha mostrado ningún signo de turbulencia.

¿Ola azul? [*]

El principal objetivo de los demócratas en esta elección era sacar a Trump sin ofrecer un programa para resolver realmente las crisis del sistema de salud y la pandemia del COVID-19, la profunda crisis económica, la devastación ecológica y ambiental, y la injusticia racial con la violencia y la represión estatal. Lo que resulta claro del resultado electoral es que el Partido Demócrata ha fracasado en presentar cualquier solución significativa de cara a las necesidades de la clase trabajadora y el pueblo oprimido. Finalmente, habrá un gobierno que no tendrá mayoría en el Senado donde las proyecciones un estrecho control republicano (este partido perdió una banca que ganaron los demócratas, pero aún no se definió la elección de Georgia) y. hasta ahora, tundra un estrecho margen de mayoría en la Cámara de Diputados (los demócratas perdieron 4 bancas y los republicanos ganaron 5).

El hecho de que Biden no lograse una “ola azul” no nos sorprende. Él concurrió con el programa más conservador que los demócratas podrían tener y fue el candidato del partido que continuamente ha traicionado sus promesas. De esa forma, no fue capaza de convencer a una amplia franja de la clase trabajadora que no votó o votó a Trump porque “tenía un plan para los trabajadores”.

Biden es en gran parte como el candidato del establishment para restaurar la “normalidad”; es decir, el orden del país y de la democracia neoliberal, una democracia con la cual un creciente número de estadounidenses están desilusionados y que continúa defraudando a gran parte de la población.

¿Un retorno a la “normalidad”? Ninguna confianza en Biden

Después de la victoria de Biden hemos vistos masivas presiones para la “unidad” que permita “salir del pantano”, para restaurar la legitimidad del sistema bipartidista, para hacer todo los posible para prevenir la profundización de la crisis. Como el partido demócrata se corre aún más la derecha habrá más presiones para no cuestionar el carácter burgués de la democracia, no cuestionar la legitimidad del colegio electoral, limitar la capacidad de partidos independientes de la clase trabajadora de participar de las elecciones, dividir el voto progresivo y fortalecerá los republicanos.

La crisis del 2008 destrozó cualquier ilusión de “normalidad” para los trabajadores. Como explicó Yannis Varoufakis: “El Partido Demócrata ha demostrado una y otra vez su determinación de prevenir cualquier desafío a los poderosos. Mientras las pensiones se derrumban y la gente es despojada de sus casas, Obama y su partido inician un ataque a fondo sobre la clase obrera y el pueblo pobre, rescatan a los bancos y a Wall Street con dinero público, e implementan políticas neoliberales dirigidas a persistentes rebajas salariales, precariedad laboral y desfinancian los servicios públicos. En 2016, apoyado en la profunda frustración y desdén por los demócratas y su agenda neoliberal, Trump tomó ventajas y llevó a los dos partidos de la clase dominante a una crisis con este resultado, los demócratas cayeron el caos y Trump tomó el control del partido republicano. Después de un período de Trump en el poder, los intereses de la clase gobernante jugaron su peso detrás de Biden al que ven como ‘un emisario educado de los banqueros’[2] .

Biden le pidió a los estadounidenses que “le dieran una chance”. Respondemos que ya ha tenido su oportunidad de mostrar su verdadera política durante más de cuatro décadas como senador y ocho años como vicepresidente. Durante este tiempo, Biden dejó bien claro que es un representante del capitalismo imperialista estadounidense como evidenció su oposición al transporte escolar en la década de 1970 y su apoyo a la encarcelación masiva que promovían las leyes de Bill Clinton, al desmantelamiento del “estado de bienestar”, a las guerras de Irak y Afganistán, a los acuerdos de libre comercio, al rescate de Wall Street, a las deportaciones masivas de inmigrantes, al fracking, etc.

Lo mismo se aplica al triste record de Kamala Harris como procuradora (fiscal) general de California y el aumento de prisiones de negros y latinos. No podemos permitirnos esperar para ver cómo el nuevo gobierno demócrata aplica la misma política represiva ejecutada cuando gobernaba Obama y que ahora volverán a aplicar.  Fue precisamente el fracaso de la política que Biden y Harris representan lo que creó las condiciones para que emergiese un movimiento de extrema derecha como el trumpismo.

Nuestro único camino a seguir es organizarnos y luchar en nuestros lugares de trabajo y escuelas, para combatir contra las próximas medidas de austeridad y presentar la necesidad una acción colectiva independiente. Mientras organizamos localmente y desde abajo nuestra Resistencia, necesitamos también construir una amplia unidad de nuestra clase para exigir soluciones reales a los más de 21 millones de desempleados (si tomamos los números oficiales), la creciente emergencia de vivienda, la cifra record de contagios por el covid-19 y hacer progresos significativos hacia la justicia racial y los derechos de los inmigrantes.

Tenemos confianza en que, a través de las luchas cotidianas, ganaremos una parte de la base lectoral de Trum para nuestro lado, y los convenceremos que nuestro programa antirracista y antimachista es el púnico posible para la clase trabajadora. Racismo, machismo y homofobia necesitan ser planteados en una tarea cotidiana en los lugares de trabajo y barrios.  Como socialistas, debemos estar preparados para reacciones y contra reacciones a estas luchas, pero mantenernos en la convicción de que la consciencia solo avanza a través de la lucha. También necesitamos estar listos para que la extrema derecha intervenga más abiertamente en la dinámica que viene en la lucha de clases.

Finalmente, la tarea más importante que tenemos planteada es iniciar la construcción de un partido independiente de la clase trabajadora con una clara política y un programa de clase. Los intentos por reformar al Partido Demócrata y transformarlo en un partido de la clase trabajadora continuarán fracasando. Esta elección y el apoyo descarado del movimiento de Bernie Sanders a la campaña de Biden (en un grado mucho mayor que durante la campaña de Hillary Clinton en 2016) solo dan una nueva evidencia histórica de esto. Si queremos resolver la creciente polarización de nuestra clase en una forma que prevenga el desarrollo del fascismo, necesitamos presentar una clara política socialista obrera independiente.

Notas:

[*] Nota de Traducción: el azul es el color que identifica a los demócratas

[1] The Guardian, 8/11/2020, https://www.theguardian.com/us-news/ng-interactive/2020/nov/07/us-election-2020-live-results-donald-trump-joe-biden-presidential-votes-pennsylvania-georgia-arizona-nevada

[2] ibid