La caída del aparato estalinista mundial (simbolizada por la caída del muro de Berlín) constituye uno de los actos más distintivos de la lucha de clases reciente. El fin de los regímenes dictatoriales dirigidos por los partidos comunistas, que ha sido seguido por la restauración capitalista realizada por estos mismos partidos, en la ex-URSS y en los países de Europa del este, dejó a los partidos comunistas/estalinistas aislados del mundo, causando una conversión bajo la influencia del castro-chavismo o, como es el caso de Italia y Brasil, una conversión en partidos electorales burgueses.

Por ello, la mayor parte del trotskismo interpretó el fin del aparato estalinista mundial como el fin de la lucha histórica por la Dictadura del Proletariado y, por ellos, capitularon a la idea del “fin de la historia”, que otorga al capitalismo el derecho a vivir y perfeccionarse indefinidamente. Junto con la Dictadura del Proletariado, se desharán, por no ser más necesario para ellos, del régimen interno de funcionamiento del partido bolchevique, el centralismo democrático.

Y, consecuentemente, la mayoría de estas corrientes abandonó la construcción de partidos revolucionarios con centralismo democrático y se dedicaron a la construcción de partidos “anticapitalistas”, con total “democracia interna” y libertad para la construcción de tendencias permanentes en las que la lucha por el socialismo paso a la condición de objetivo a largo plazo y el objetivo estratégico es la elección de parlamentarios. El ejemplo del PSOL de brasil, en su última participación electoral es típico, pero lo mismo ocurre en el BE de Portugal, en la NPA francesa y en tantos otros del mundo entero.

Trotsky y el centralismo democrático

Por eso es normal que surjan varias dudas sobre esta cuestión. ¿Cuáles son las raíces del centralismo democrático? ¿Es el centralismo burocrático una consecuencia “natural” del régimen de Lenin y, por ello, debe ser repudiado?

En sus últimos años de vida, cuando luchaba por la construcción de la IV Internacional, Trotsky se encontró incontables veces con preguntas similares y se dedicó a explicar su significado “a los grupos de los más diversos orígenes que empezaban a hacer contacto con la Cuarta Internacional, bajo el impulso de la decadencia del reformismo y del estalinismo, el peligro de guerra inminente y la intensificación de la lucha de clases.”. [1]

Creo que estos textos, reunidos en castellano en los Escritos de Trotsky [2], representan para nosotros una base y una perspectiva correctas del concepto de centralismo democrático.

Las bases sociales del centralismo democrático

El concepto de régimen partidario de Lenin no es la invención genial de un gran revolucionario, pero respondía a las necesidades de organización de los obreros de vanguardia en un partido de lucha por la toma del poder.

Como afirma Trotsky, “la democracia obrera no es un problema organizativo, sino un problema social. En última instancia, la liquidación de la democracia obrera es consecuencia de la presión de los enemigos de clase por medio de la burocracia obrera. La historia del reformismo en los países capitalistas y la experiencia de la burocratización del Estado Soviético confirman en igual medida esta ley histórica.” [3]

Es decir, la democracia obrera es sólo una forma de organización, pero tiene un contenido de clase, y es necesaria para llevar al proletariado a la victoria contra la burguesía. Por ello, el primer movimiento del estalinismo y la socialdemocracia para instaurar su dominio burocrático fue acabar con todas las formas de democracia obrera.

El centralismo responde igualmente a esa necesidad social. Trotsky no opone el centralismo a la democracia, pues ambos forman una síntesis necesaria para la acción revolucionaria: “No debemos olvidar que, si somos centralistas, somos centralistas democráticos, que empleamos el centralismo por el bien de la causa revolucionaria, no para cimentar el ‘prestigio’ de los líderes”.

Las “normas” del centralismo democrático

Al contrario que hoy día, que el centralismo democrático es considerado una “curiosidad histórica” por las llamadas corrientes anticapitalistas, en la época que analizamos no había esta contestación, sin embargo, era completamente corrompido por el estalinismo, en el que todo se reducía a la palabra final del “jefe”. “A través del aparato estatal, la burocracia estalinista acabó con la democracia partidaria, soviética y sindical, no sólo en esencia, sino también formalmente. El régimen de la dictadura personal fue plenamente transmitido por el Partido Comunista de la Unión Soviética a todos los partidos comunistas de los países capitalistas. La tarea de los funcionarios del partido es interpretar la voluntad de la cúpula burocrática. Las bases de partido tienen un solo derecho: callar y obedecer. La represión, la persecución, el engaño, son los métodos con los que comúnmente se mantiene el ‘orden’ en el partido.” [4]

Era necesario evitar la influencia avasalladora del régimen burocrático de los partidos comunistas y, al mismo tiempo, evitar las prácticas plebiscitarias que surgían como reacción a esta influencia. Por ello, siempre surgían muchas dudas sobre la aplicación correcta del centralismo democrático. En una carta al Socialist Appeal, Trotsky afirma: “Camaradas individuales me piden que dé una ‘formulación clara y exacta del centralismo democrático’ que impida falsas interpretaciones.”[5]

A lo que respondía: “Tampoco creo que pueda dar una formulación del centralismo democrático que ‘de una vez por todas’ evite malentendidos y falsas interpretaciones. Un partido es un organismo activo. Esto supone una lucha contra obstáculos externos y contradicciones internas. La disolución maligna de las Segunda y Tercera Internacionales bajo las duras condiciones de la época imperialista supone para la Cuarta Internacional dificultades sin precedentes en la historia. No se pueden superar con una clase de fórmula mágica. El régimen de un partido no cae del cielo, si no que se forma gradualmente con la lucha.” [6]

Y afirmaba en otro artículo: “La línea política predomina sobre el régimen; en primer lugar, es necesario definir problemas estratégicos y métodos tácticos correctamente con el fin de resolverlos. Las formas de organización deberían corresponderse con una estrategia y una táctica. Sólo una política correcta puede garantizar un régimen de partido saludable.” [7]

Además de los obstáculos externos al partido – los de la lucha de clases y el resultado de la línea política del partido en el movimiento obrero – las contradicciones internas de cada uno – su dirección, la composición, su experiencia – deben ser tenidas en cuenta para, además de una política correcta, garantizar un régimen partidario saludable.

En este sentido, Trotsky resaltaba la necesidad de la dirección de conquistar una autoridad política sobre la base, a base de aciertos políticos en la intervención del partido para que el centralismo democrático pueda funcionar de forma saludable.

“Naturalmente, en caso de necesidad, el Comité Central bolchevique podía dar órdenes. Pero la subordinación al Comité era posible gracias a que todos eran conscientes de la lealtad de este para con todos los militantes del partido, así como de la disposición constante de la dirección de someter todas las polémicas importantes a la consideración del partido. Por último, lo más importante, el Comité Central gozaba de una autoridad teórica y política colosal, ganada gradualmente a través de los años, no con órdenes, no con gritos, no con represión, sino con una dirección acertada, demostrada en la práctica, a través de grandes acontecimientos y luchas.” [8]

Y añadía, en una carta a Cannon, dirigente del SWP, partido cuya dirección gozaba de tal autoridad política, que:

“No son suficientes las reglas democráticas puramente formales recogidas en el punto (a) ni las medidas puramente negativas – no aterrorizar, no poner en ridículo – recogidas en (b). Tanto los comités locales como el comité central deben mantener permanentemente un contacto activo e informal con la base, sobretodo cuando se está preparando una nueva consigna, una nueva campaña o se está haciendo balance de una campaña que acaba de terminar.”[9]

Ni el estricto cumplimiento de los estatutos del partido (esto es, las reglas formales del punto (a) de su carta), ni evitar los métodos de coerción sobre la base del partido son suficientes, es necesario también mantener una actitud paciente, fraternal, pedagógica y un contacto informal permanente con esta. Esta actitud, lejos de ser una actitud bonapartista de la dirección, como muchas veces se describe, es esencial para un régimen saludable.

La democracia partidaria

La democracia interna no es solo la posibilidad de discusión de la línea del partido en los organismos. Al contrario, esta es la culminación de todo un ejercicio democrático por parte de los militantes. Es el resultado y no la base de la democracia partidaria.

De la misma manera, el cumplimiento de los estatutos, la realización de los congresos y conferencias, son ingredientes fundamentales de un régimen democrático, pero, para Trotsky, estas disposiciones formales sólo tienen efecto real si: “Un revolucionario se forma en un clima de crítica a todo lo existente, incluso a su propia organización”; “La base de la democracia partidaria reside en facilitar a todos los miembros de la organización una información oportuna y completa que reúna los problemas importantes de su vida y de sus luchas”; “La salud del régimen depende en gran medida de la dirección del partido y de su capacidad para escuchar oportunamente la voz de sus críticos”; “Cuando Lenin propuso expulsar a Orjonikije del partido (1923), dijo con toda la razón que los militantes de base tienen derecho a ser rebeldes, pero no un miembro del comité central.”

No existe democracia sin la posibilidad de crítica, sin actitud crítica por parte de los militantes de base y sin la provisión de la información para que esta crítica pueda ser elaborada, porque “no es un gran mérito [de la dirección] estar satisfecho ‘con quien está satisfecho conmigo’” [10]. Esto no quiere decir que “todo sea válido”. Para Trotsky, “la madurez de cada miembro del partido se expresa en el hecho de que este no exige al régimen partidario más de lo que este le puede dar.” [11]

Para los partidos anticapitalistas este detalle no existe. Al contrario, fundamentan su régimen interno en la base del “todo es valido” en el afán de demostrar que es un régimen más democrático. Tales posiciones fueron combatidas por Trotsky, principalmente cuando la dirección se sintió en el derecho de ser rebelde. Por ejemplo, en relación a las posiciones tomadas por las secciones francesa y griega en determinado momento.

“La mayoría de su comité central (i.e. de la sección griega) afirma que la lucha ocurre en torno a los principios organizativos. ¿Cuáles son estos principios? En Francia, el camarada Witte defendió de hecho el derecho de cada militante a no someterse a la disciplina de la organización, el derecho de un miembro del Secretariado Internacional a aplicar una política a espaldas del Secretariado y dirigida contra el propio Secretariado, el derecho de una minoría de la organización de no someterse a la decisión de la inmensa mayoría de la conferencia; en una palabra, los peores principios individualistas y anarquistas.”[12]

¿No es esto lo que vemos hoy día en partidos como el PSOL? Y el resultado es, siempre, una guerra de declaraciones públicas entre la “mayoría” (es decir, las corrientes de los parlamentarios) y las minorías (las corrientes sin parlamentarios electos), como en el reciente caso de las elecciones municipales, en el que los sectores mayoritarios hicieron alianzas con la derecha burguesa y con el gobierno del PT en Brasil para ganar las elecciones en Macapá y Belén, sin contar las financiaciones de la burguesía, como en Porto Alegre. A esto lo llaman régimen democrático.

El resultado ya era anticipado por Trotsky que, aunque sólo se refería al caso de la sección griega, cuya mayoría defendía la posiciones de Witte, dijo lo que podemos llamar una tendencia general: “Por lo que puedo juzgar, en Grecia, la mayoría del Comité Central defiende y aplica ahora principios directamente opuestos, pues niega a la minoría el derecho de defender abiertamente su posición ante todos los miembros de la organización. Así, el anarquismo individualista se transforma en su opuesto, esto es, el centralismo burocrático. Pero ambos extremos, que con mucha facilidad se convierten el uno en el otro, no tienen nada en común con el bolchevismo, que tanto a escala nacional como internacional construye la organización sobre la base del centralismo democrático. [13]

Las limitaciones de espacio me impiden continuar con el análisis de algunos conceptos importantes discutidos por Trotsky, como son la cuestión de las fracciones y de la “movilidad” de los polos centralista y democrático en torno a su síntesis, que dejo para un posible próximo artículo.

Pero es importante, antes de terminar, aclarar la idea de síntesis. Es muy común separar el centralismo democrático en dos partes, o, en otras palabras, considerarlos como la suma de dos partes, como dos conceptos separados; primeramente la democracia, y a continuación el centralismo. Así, la democracia sería ejercida cuando la base discute y el centralismo cuando la dirección decide. Esta visión impide entender el centralismo democrático como una síntesis, es decir, como un todo indivisible, que no es la democracia absoluta (que defienden los anticapitalistas y anarquistas) ni el centralismo absoluto (que defienden los burócratas), ni la simple suma de las dos. Para Trotsky, “el contenido fundamental de la vida del partido no reside en la discusión, si no en la lucha”[14] y el centralismo democrático (discusión y decisión) debe estar al servicio de la lucha.

Podríamos decir, por tanto, que no hay nada más democrático que una decisión del órgano dirigente – electo por los delegados en el congreso – que coloque al partido en movimiento en el combate a la burguesía, y nada más burocrático que las discusiones eternas en un núcleo de base que paralicen el partido.

“Cada revolucionario real que nota los fallos del régimen del partido debe, antes que nada, decir: ‘¡Debemos traer al partido una decena de nuevos trabajadores!’” [15]

[1]Las fracciones y la Cuarta Internacional, 1935

[2]Leon Trotsky, Escritos, Editorial Pluma, 1977

[3]Declaración de la delegación bolchevique leninista a la conferencia de las organizaciones comunistas y socialistas de izquierda, 17 de agosto de 1933

[4]Idem

[5] Sobre el centralismo democrático, 8 de diciembre de 1937

[6]Idem

[7]Idem

[8]La crisis en la Oposición de Izquierda alemana, 17 de febrero de 1931

[9]Observaciones adicionales sobre el régimen partidario, 3 de octubre de 1937

[10]Observaciones adicionales sobre el régimen partidario, 3 de octubre de 1937

[11]Sobre el centralismo democrático, 8 de diciembre de 1937

[12]La crisis de la sección griega, 5 de abril de 1934

[13]Idem

[14]Las fracciones y la Cuarta Internacional, 1935

[15]Sobre el centralismo democrático, 8 de diciembre de 1937