La histórica participación (77,44%) y los resultados logrados dieron a las elecciones del 27-S un carácter plebiscitario y definieron una clara victoria independentista. De entre todas las candidaturas, destacó el crecimiento de Ciudadanos (461.357 votos más) por el lado españolista y el de la CUP-Crida Constituent (211.359 votos más que en la elección anterior) por el lado independentista, marcando netamente la polarización existente.Núria Campanera

Un mes después de las elecciones, el debate de la investidura marca el escenario político. Junts pel Sí (JxS), con 1.628.714 votos, consiguió 62 escaños, 6 por debajo de la mayoría absoluta. Por eso, desde el minuto cero, todas las presiones recaen sobre la CUP-CC, que con unos extraordinarios resultados (10 escaños y 337.794 votos), tendría “la clave” de la conformación de gobierno.

La CUP-CC, al calor de las luchas y con la hoja de ruta acordada por las bases, fue la única fuerza rupturista con el régimen español y la UE que se presentó el 27-S. Canalizó los sectores más plebeyos y radicalizados de las clases medianas catalanas y una parte significativa de la juventud precarizada, al mismo tiempo que ganó fuerza electoral en ciudades y barriadas obreras. Ahora está en el centro del escenario político catalán. La vida le ha echado encima una gran responsabilidad y la ha colocado en un cruce de caminos: o seguir avanzando para convertirse en una fuerza verdaderamente arraigada en la clase trabajadora y liderar la lucha por la República catalana y una transformación social de raíz. O acabar invistiendo un gobierno de JxS –sea quién sea su presidente- y convirtiéndose en una pieza auxiliar del nacionalismo burgués catalán.

Para afrontar esta disyuntiva, es necesaria una caracterización como es debido de JxS y, a la vez, una profunda reflexión sobre el proyecto estratégico de la CUP-CC, más allá de la investidura.

¿Qué representa la candidatura Junts pel Sí?

Para caracterizar JxS conviene distinguir entre sus votantes y su dirección, hegemonizada por CDC, junto con una ERC subordinada. El voto independentista ilusionado de un amplio sector de las clases medias a JxS no puede esconder el proyecto de Artur Mas de parapetarse detrás la candidatura para reconstruir el partido de la burguesía catalana en torno a su figura y tapar a la vez los escándalos de corrupción de su partido.

El independentismo de JxS es el de una Cataluña dentro de la UE y el euro. Para ellos esto es una garantía para el capital y una condición sine qua non de su proyecto, lo cual excluye medidas tan básicas como la derogación de la reforma laboral o la de las pensiones, así como un plan de emergencia social digno de tal nombre. La Eurozona y la UE ya han demostrado con Grecia que son una maquinaria de guerra contra la clase trabajadora y los pueblos. Y con Cataluña no harán una excepción. La UE sólo admite la sumisión. Y el pueblo trabajador no está interesado en cambiar la dependencia de Madrid por la de Bruselas o Berlín. Cómo dice el refrán: “para ese viaje no hacen falta alforjas”.

En el terreno nacional Mas y Junqueras tampoco se arriesgarán a romper con Merkel y nunca irán hasta el final en la ruptura con el Estado. Cuando el Estado intervenga la Generalitat, JxS tampoco desobedecerá ni apelará a la rebelión popular. Se conformarán con protestas impotentes y aceptarán la derrota sin lucha, como Tsipras en Grecia.

JxS no quiere rupturas con el actual sistema social. Cómo dice el Consejo Asesor de la Transición Nacional (CATN), tan reivindicado por ellos: “a pesar del cambio político de soberanía, el funcionamiento ordinario de la vida social y económica estará basado en el principio de continuidad, sin cambios repentinos de tipo rupturista o revolucionario“. Es decir: quieren que las actuales leyes económicas y sociales se mantengan en lo esencial.

Y tampoco quieren un proceso constituyente de base popular. De hecho, el CATN reduce el papel del pueblo en la elaboración de la nueva constitución a “fórmulas de participación ciudadana a través de medios telemáticos, audiencias parlamentarias (a organizaciones sociales, profesionales, económicas, culturales) y otras que se puedan diseñar”, y a su posterior “ratificación mediante referéndum”. Es decir: el pueblo legitima pero quien decide son los parlamentarios.

La caracterización de las fuerzas políticas es imprescindible para tener una pauta de conducta acertada hacia ellas. Para conseguir la investidura, CDC y JxS son capaces de firmar generalidades y hacer promesas que después no cumplirán alegando que el Estado no les deja. Pero es justo porque el Estado no lo permite  que hace falta la reivindicación en la calle y la desobediencia a las leyes que van contra la libertad y la justicia social.

CUP-CC: hay que resistir las presiones

La CUP-CC no puede investir a un gobierno que no hará frente a la acometida del Estado y que seguirá aplicando las políticas de austeridad dictadas por Bruselas, con recortes, privatizaciones y represión de las protestas sociales. La investidura de un gobierno así alejaría definitivamente a la CUP de la clase trabajadora catalana, que la vería como una muleta de CDC y ERC y liquidaría lo que tanto ha costado conquistar. El grueso de la votación que recibió la CUP-CC eran votos conscientes por un programa y por una ideología anticapitalista. Nuestro compromiso es con esta gente.

A nadie se le escapa la enorme responsabilidad que recae sobre los diputados y diputadas de la CUP-CC. Las presiones para sumarse al “frente patriótico” de CDC y ERC y, en particular, para apoyar a la investidura de Mas, son inmensas. Pero la CUP-CC las tiene que resistir y no caer en esta trampa fatal. Por el contrario, hay que mantenerse firmes en la hoja de ruta aprobada por las asambleas abiertas, que se comprometían a impulsar un «gobierno de ruptura nacional, social y democrática». Un gobierno de JxS nunca será tal gobierno. Tenemos que rechazar por lo tanto apoyar a un gobierno de “concentración nacional” presidido por Mas, o por extensión, por otro candidato de JxS. Es a partir de aquí que podemos avanzar en el camino hacia la construcción de una fuerza política que represente los intereses y anhelos de las clases trabajadoras de nuestro país.

Las  propuestas tienen que ser públicas y su contenido se tiene que corresponder con las reivindicaciones básicas del sindicalismo combativo y de los movimientos sociales, con los cuales tenemos que articular un poderoso movimiento social y político. No podemos caer en el posibilismo legalista. No hay otra manera de ganar apoyo entre la clase trabajadora y las clases populares y trabajar para el futuro.

Si es cierto que no queremos escoger entre independencia y justicia social, entonces, hay que ser coherentes con el programa, con los votantes, con la gente luchadora y comprometida que ha visto en la CUP-CC una fuerza rupturista por la soberanía de Cataluña, contra la Europa de la Troika y por el cambio social.