Podemos está viviendo una de sus horas más bajas. A sólo cuatros años de su fundación, se está viniendo abajo en medio de rupturas por la derecha (Errejón) y por la izquierda, deserciones y confluencias que ya no confluyen. No hay territorio a salvo de la crisis.

La razón principal de la crisis es su propia evolución. Surgido al calor del 15M y las grandes movilizaciones posteriores, Podemos apareció como el portavoz de «la mayoría social que ya no se reconoce en esta Unión Europea ni en un régimen corrupto sin regeneración posible«. Se presentó como alternativa a un PSOE servil y corrompido («PSOE y PP la misma m…es«). Reivindicó la moratoria del pago de la deuda, la nacionalización de la banca y las energéticas, la paralización de los desahucios o la salida de la OTAN. Defendió asimismo «la soberanía de los pueblos y el derecho a decidir su futuro libre y solidariamente» («Mover Ficha»).

Pero la decepción llegó pronto. Tempranamente convertido en un aparato electoral, Podemos dejó de cuestionar el régimen y, al final, contribuyó de manera decisiva a reflotar al PSOE, que estaba en la UCI. Después, acabó fijándose como objetivo principal convertirse en socio menor del PSOE. En su funcionamiento interno terminó reproduciendo los vicios de los partidos del régimen.

En una trayectoria espectacular, Iglesias ha pasado de denunciar el régimen del 78 a presentarse como gran defensor de la Constitución, reivindicando sus artículos «sociales» (derecho al trabajo, vivienda, medio ambiente…) y callando que dichos artículos son declaraciones de intención repletas de cinismo que no obligan absolutamente a nada, mientras que los artículos que valen son los que protegen la propiedad y los privilegios de los grandes empresarios y de los aparatos de Estado.

En esta campaña electoral, Podemos persiste en la misma estrategia. Su gran meta es pactar algunos ministerios en un futuro gobierno de Pedro Sánchez «Aspiramos a gobernar«, clamaba Pablo Iglesias en su rentrée. «Si hay ministros de Unidos Podemos algunas cosas van a cambiar«.

El programa de Podemos va en consonancia con este objetivo. Su gran bandera es el frustrado pacto presupuestario que Iglesias firmó con Sánchez y que éste último ni respetó. Un pacto que no derogaba las reformas laborales, excluía las principales reivindicaciones del movimiento pensionista y renunciaba a una reforma fiscal profunda.

Este 16 de marzo, Podemos no quiso estar en la manifestación de Madrid por la libertad de los presos políticos catalanes. En lugar de ponerse al frente de la lucha contra el juicio farsa, prefieren pasar desapercibidos, mientras discursean sobre «el diálogo y reconciliación» y se oponen al derecho de autodeterminación de los catalanes al supeditarlo a un imposible visto bueno del Estado.