Hace ahora una década del estallido de la crisis económica internacional, la más grave del capitalismo desde 1929. Para ver que la clase trabajadora seguimos aún pagando sus efectos, sólo hay que atender a los datos, que hablan por sí solos. Apenas se han recuperado la mitad de los puestos de trabajo perdidos, habiendo hoy millón y medio más de parados que hace 10 años (un total de 3´79 millones). La tasa de paro oficial (siempre maquillada) es de cerca del 17%.

Además, esos empleos que sí se han recuperado han sido con un nivel de explotación y precariedad mucho mayor. Ya se produce lo mismo que hace 10 años, pero con una masa salarial 30.000 millones menor. La duración media de los contratos es apenas de 52 días. A las mujeres y jóvenes afecta aún más duramente esta realidad: el 80% de los empleos a tiempo parcial han sido para ellas, que además tienen medio millón más de mujeres desempleadas que de hombres; los menores de 24 años llegan al 73% de temporalidad y cobran 800€ menos que la media.

Al otro lado, vemos que en el mismo período el número de ultra-ricos que declaran patrimonios superiores a 30 millones de euros casi se triplicó entre 2006-2016, pasando de 200 a 579. Cuando hablan de recuperación económica está claro que se refieren únicamente a sus bolsillos.

Todos los recortes y devaluaciones salariales, las reformas laborales y los rescates, los gobiernos del PP y del PSOE… sólo han servido para hacer a los capitalistas más ricos y a los trabajadores más pobres. La crisis la han superado… solamente ellos, a costa de explotarnos más. La desigualdad se resume en un dato tan simple como descarnado: en Madrid la diferencia de esperanza de vida entre los distritos de Retiro (rico) y Puente de Vallecas (obrero) es de más 2’5 años, a pesar de ser limítrofes.

A pesar que desde las instituciones financieras siguen con su discurso sobre “brotes verdes” no hay motivos para esperar un futuro más halagüeño. La “crisis”, es decir, los nuevos parámetros de explotación no son un proceso transitorio, sino que han venido para quedarse, y profundizarse. No es un problema coyuntural, sino el funcionamiento del capitalismo. El tamaño insostenible de la deuda (tanto pública como privada), una economía fuertemente desindustrializada y fuertemente dependiente del turismo internacional preanuncia nuevas sacudidas, que si no lo impide la lucha obrera, recaerán sobre los mismos una vez más.

Por una salida obrera y socialista a la crisis

Para que la clase trabajadora podamos hablar de una “salida de la crisis” real para nosotros está demostrado que no podemos confiar en los gobiernos de turno. Tampoco si los protagonistas son una coalición PSOE-Podemos, que ya ha firmado un pacto que, siendo generosos, podemos calificar como una aspirina para tratar un cáncer avanzado. CCOO y UGT ya han confirmado su apoyo al nuevo gobierno, enterrando todas las reivindicaciones por las que hicimos huelgas generales.

Sólo podemos confiar en nuestra propia fuerza imponiendo un plan de choque desde la movilización. Apostamos por desarrollar una salida obrera, democrática y socialista desde experiencias como las huelgas generales del 8 de marzo o del 3 de octubre de 2017 en Cataluña, como la movilización sostenida de los pensionistas, como las cientos de huelgas que se dan en distintos sectores.

Un plan de choque urgente que atienda las necesidades más básicas como:

  • Ninguna familia sin alimentación, energía o vivienda
  • Derogación de las Reformas Laborales
  • Contra el desempleo: Prohibición de despidos y reparto del trabajo sin disminución del salario
  • Ley urgente de igualdad salarial
  • Alquiler social y ningún desahucio
  • Pensiones públicas mínimas en 1084€
  • Reversión de todos los recortes en sanidad, educación y servicios sociales
  • La deuda es de los banqueros. Suspensión del pago y auditoría pública de la misma
  • Nacionalización de la banca y las industrias claves