Publicada en 28/02/2015 en Ante la capitulación de Syriza al chantaje de la UE

Ante la capitulación de Syriza al chantaje de la UE:

NO HAY SALIDA SIN LA INMEDIATA SUSPENSIÓN DEL PAGO DE LA DEUDA

Ante el ultimátum de la Unión Europea (UE) el gobierno Tsipras tenía dos opciones: mantener su compromiso con el pueblo griego y anular el Memorándum o capitular al imperialismo europeo, que le exigía una rendición en toda regla. Infelizmente, Tsipras capituló.

Antes de iniciar las reuniones, Varoufakis declaró que ya no habría más negociaciones con la Troika y que “no firmarían una prórroga del Memorándum ni con una pistola en la sien”. Tsipras, por su parte, dijo que Grecia ya no era una colonia y que su gobierno no iba a aceptar ultimatos ni chantajes. Sin embargo, lo apostaba todo por la “negociación entre socios”. Nada más ilusorio.

Al iniciarse las negociaciones toda Grecia siguió los partes informativos por la tele, como si fuera una final del Mundial de fútbol. Y es que en ese partido se disputaba mucho más que goles: estaba en juego el empleo, la sanidad, la educación y la vivienda, en fin, una vida digna para el pueblo griego. Justo la razón por la que tanta gente depositó su confianza en Syriza, que le prometió la ruptura con el Memorándum y el fin de la austeridad. Miles de personas se manifestaron en apoyo al gobierno y las encuestas le daban un respaldo del 85%.

Pero había asimismo un segundo partido, que se jugaba al mismo tiempo y en la misma cancha: el de la UE contra los trabajadores de toda Europa. Para el imperialismo europeo, el contenido más profundo de la “negociación” iba más allá de la renovación del segundo rescate griego. La “negociación” afectaba también de lleno a los trabajadores portugueses y a los del Estado Español, a los irlandeses y a los de los países bálticos, a los franceses y los italianos, a los trabajadores y pueblos de toda Europa. Si los griegos vencían, vencíamos todos. Por eso el gobierno griego debía ser rendido y humillado y así debía quedar en evidencia ante todo el mundo.

En las discusiones del Eurogrupo (el órgano que reúne a los ministros de Finanzas del Euro) la “negociación” era netamente política: que el pueblo griego se hubiera declarado soberano y artífice de su propio destino era una enorme espina en la garganta de los jerarcas de la UE y debían quitársela cuanto antes. Era un muy mal ejemplo que había que extirpar sin demora.

No obstante, pese todas las expectativas que despertó Syriza, al entrar en la “negociación” sin poner la quita de la deuda y el fin del Memorándum como condición para discutir, entregó el partido antes de empezar a jugarlo: una vez retirada de la mesa la esencia del problema que atenazaba el pueblo griego, sólo restaba discutir las condiciones del pago, hacer arreglos semánticos y tratar de evitar una humillación completa.

A partir de este punto, para el capital financiero europeo se trataba de convertir a Grecia en un ejemplo sangrante no solo para los países deudores sino también para los trabajadores italianos y belgas, que a finales del año pasado habían ido a la huelga general contra las políticas de ajuste.

Para los jerarcas de la UE se trataba de reafirmar que la política de ajuste no tiene “vuelta de hoja”; de dejar claro que sobre este asunto todos cierran filas bajo la dirección del capitalismo alemán. Todos están juntos en eso, incluidos imperialismos de tercera como el español o la burguesía de los países dominados como Portugal o el Este. Todos comparten un objetivo supremo: cambiar el patrón de explotación de la clase trabajadora europea, más aún en la periferia.

Por eso, tenían que imponer a Tsipras y por extensión al pueblo griego, una derrota humillante. Detrás de Grecia estaba el mantenimiento del ajuste estructural, las contrarreformas que recorren toda Europa.

No se puede servir a dos amos a la vez

Desde nuestra modestia, cuando llegó el ultimátum alemán a Grecia, escribimos: “Syriza está prisionera de una contradicción insalvable: desea compaginar la oposición a las condiciones del rescate y, al mismo tiempo, mantenerse a toda costa en el Euro y respetar los tratados de la UE, así como los acuerdos con la burguesía griega… Pero no es posible detener la catástrofe social griega si la condición es mantenerse en el euro. Si no había claridad, Berlín y París ya se han encargado de aclararlo: Syriza ha de escoger entre una cosa o la otra.”

La puesta en escena de la “negociación” se ha convertido en un teatro donde se han mezclado la farsa y la tragedia, pues el gobierno Syriza ha aceptado la piedra angular sobre la que se apoyan las medidas de austeridad: que lo primero es salvar a los bancos y que hay que permanecer a toda costa en el euro.

El problema es que esto es incompatible con las medidas necesarias para detener la ruina social. No se puede pretender a la vez salvar a los bancos y anular el memorándum. Tsipras optó por lo primero.

La dirección de Syriza, que ha calificado a los gobiernos imperialistas europeos como “socios”, creía que subiendo el tono de sus declaraciones recogería, sin embargo, algunas migajas. Según Tsipras, los “socios” no podrían permanecer indiferentes ante la crisis humanitaria que atormenta el pueblo griego.

Pero Tsipras no entendió que no sólo estaba negociando un arreglo para las medidas de emergencia que tomó al llegar al gobierno (y que no podrá aplicar con el acuerdo que ha firmado). No entendió que lo que realmente se discutía en el Eurogrupo era si Grecia (y por extensión, todos los países “rescatados” y sometidos) era soberana y si los trabajadores de Europa podían plantar cara y revocar los dictados de sus gobiernos.

“Renombrar a la Troika como ‘instituciones’, al memorándum como ‘acuerdo’, y a los prestamistas como ‘socios’, de la misma forma que llamas pescado a la carne, no cambia la situación” ha dicho sobre el acuerdo Manolis Glezos, eurodiputado de Syriza y héroe de la Resistencia a la ocupación nazi. Ni tampoco cambia el sentido del voto del pueblo griego en las elecciones del 25 de enero. Tsipras fue elegido para anular el memorándum del segundo rescate, forzar una quita de la deuda y poner fin al régimen de austeridad. Pero ha firmado todo lo contrario. Como en un simulacro del teatro clásico griego, los actores se han sacado las máscaras, sólo que esta vez no lo han hecho al final de la función sino apenas al inicio.

El gobierno Tsipras ha optado por el rescate de los bancos

Mientras se ultimaba el “acuerdo”, el economista británico Michael Roberts escribía en su blog: “una de las crueles ironías del acuerdo de última hora entre el Eurogrupo y el gobierno griego para prorrogar el actual programa de ‘ayuda’ supervisado por la troika es que no constituye en absoluto una ayuda.” Lleva toda la razón: el “rescate” que ahora se prorroga fue, en su momento, el rescate de los bancos alemanes, franceses y norteamericanos, que así pudieron transferir sus títulos de deuda griega a los Estados de la UE, al BCE y al FMI (ver artículo sobre la deuda).

El acuerdo firmado por el gobierno Syriza-Anel mantiene la misma lógica de los anteriores rescates, sólo que ahora para mantener a flote en primer lugar a los bancos griegos. El acuerdo prolonga por cuatro meses el segundo rescate, que se extingue el 28 de febrero. Prolongarlo quiere decir hacerlo con todas las draconianas condiciones impuestas por los prestamistas. Y sobre esa base, comenzar a negociar un tercer rescate, sobre las mismas premisas. A esto se refería Tsipras al decir que “las dificultades, las dificultades de verdad… están por venir”.

A cambio de los tramos finales de los préstamos de la Troika, el gobierno Tsipras entrega la soberanía nacional, renuncia a aplicar el “programa mínimo de Salónica” y se carga las medidas de emergencia que él mismo aprobó tras la victoria electoral.

¿Pero adónde va a ir esa “ayuda” de la Troika?

El drama de todo este asunto es que el gobierno griego ni va a oler el dinero de de la “ayuda” de la Troika a Grecia. Tsipras no va a disponer de un euro adicional para gastar. Es un dinero de ida y vuelta que retorna de nuevo a los acreedores y que sirve para mantener en movimiento el engranaje infernal de una deuda cada día más grande y más impagable. Uno de los elementos del chantaje de la Troika es la amenaza de dejar sin liquidez a la banca griega, que tiene que refinanciar 11.000 millones que le ha prestado el BCE a cambio de deuda a corto plazo que el gobierno Tsipras no puede recomprar.

Como denuncia el economista y diputado por Syriza Costas Lapavitsas: “los fondos se utilizarán exclusivamente para las necesidades de los bancos y estarán fuera de control griego”. Y agrega: “al comprometerse a garantizar superávits primarios ‘apropiados’ [el “superávit primario” es la diferencia entre los ingresos y gastos del gobierno antes del pago de intereses], el gobierno de Syriza mantiene las mismas bases del rescate de noviembre de 2012″.  La Troika mantendrá un estrecho control sobre todas las decisiones importantes del gobierno.

La agonía no ha terminado con la extensión del rescate

En junio el gobierno griego debe abonar 6.700 millones al BCE y 5.300 al FMI. Y a finales de abril, la Troika debe “revisar” el acuerdo alcanzado para asegurar que las reformas y medidas a las que se ha comprometido Tsipras están realmente en marcha. Sin ello no seguirán refinanciando ni al gobierno ni a los bancos griegos.

Para liberar esos fondos (que nunca llegarán a las arcas griegas), Tsipras se ha comprometido a dar continuidad a las medidas del Memorándum, tal como le exigen Berlín y Bruselas con el respaldo de la burguesía griega.

El programa de Syriza de la Conferencia de Salónica fue votado en base a la más que probable posibilidad de adelanto electoral, ante el resquebrajamiento del gobierno Samarás. El “programa mínimo de Salónica” fue un claro retroceso con respecto al programa votado en el congreso anterior, que defendía expresamente la anulación unilateral del memorándum por medio de una votación del parlamento griego. En su lugar, planteaba que los griegos estaban ante la disyuntiva de una “negociación europea por un gobierno de Syriza o la aceptación de los términos de los acreedores de Grecia por el gobierno de Samarás.” En esta tesitura, el gobierno Syriza se definiría por los siguientes puntos:

• Cancelar la mayor parte del valor nominal de la deuda pública para que sea sostenible (…) Incluir una ‘cláusula de crecimiento’ en el pago de la parte restante de la deuda, de modo que sea financiada en base al crecimiento y no al presupuesto.

• Incluir un período significativo de gracia (‘moratoria’) en el servicio de la deuda para dedicar fondos al crecimiento.

• Excluir la inversión pública de las restricciones del Pacto de Estabilidad y Crecimiento

• La cuestión del préstamo forzoso por la ocupación nazi del Banco de Grecia (…) se convertirá en la posición oficial del país en cuanto lleguemos al poder.

• Estamos comprometidos con el pueblo griego para un Plan Nacional de Reconstrucción que sustituirá al Memorando ya en nuestros primeros días en el poder, antes y con independencia del resultado de la negociación.

Los trabajadores griegos votaron expresamente por estas propuestas pero ninguna de ellas ni siquiera llegó a entrar en negociación. Cuando el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble dijo: “la quita de la deuda no forma parte de la agenda”, Tsipras se negó a llevar adelante los compromisos que había asumido y ha acabado firmando un acuerdo: que mantiene el pago integral de la deuda; que le compromete a no tomar ninguna medida que implique aumentar el gasto público sin que la Troika dé el visto bueno; que pone en cuestión todo el plan de emergencia aprobado; que acepta mantener los objetivos de superávit primario para hacer frente a los pagos de la deuda. En definitiva, utilizando las mismas palabras del programa de Syriza, el resultado de la negociación ha sido “la aceptación de los términos de los acreedores de Grecia”, igual que lo habría hecho el gobierno de Samarás.

¡Fuera las garras de la UE de Grecia! ¡Por la suspensión inmediata del pago de la deuda!

Desde Corriente Roja no hemos dudado en plantear que, a pesar de que considerábamos las medidas de emergencias anunciadas por el gobierno Tsipras como insuficientes, había que defenderlas con uñas y dientes frente a las acometidas de la UE y las potencias imperialistas europeas.

Ante el ultimátum alemán, Syriza debe aplicar su programa de quita de la deuda y moratoria. Y aunque Syriza no ha planteado en ninguno momento la posibilidad de la salida del euro, debería asumir dicha opción como la única forma posible de aplicar su programa de emergencia ante la catástrofe social.

Si el imperialismo europeo contestase con el bloqueo a la financiación de los bancos griegos, la respuesta inmediata debería ser su nacionalización y el control de los movimientos de capitales para evitar su fuga.

Pero la opción de la dirección de Tsipras es preservar la propiedad de esos bancos fallidos, que sobreviven como parásitos de los grandes tiburones que saquean el país. Para romper con los dictados del imperialismo europeo representado por la UE y el BCE, el gobierno debe romper sus compromisos con la burguesía griega, con el partido Griegos Independientes (ANEL) en el gobierno y con Nueva Democracia, alzada por Tsipras a la presidencia de la República como símbolo de su compromiso con el orden vigente.

Con Manolis Glezos: la izquierda griega debe movilizarse para revocar los acuerdos

Hacemos nuestras las palabras de Manolis Glezos en su proclama “Antes de que sea demasiado tarde”. La izquierda, empezando por la izquierda de Syriza, debe movilizarse y movilizar a los trabajadores y al pueblo griegos para tomar las calles y exigir del gobierno Tsipras la suspensión inmediata del pago de la deuda y la aplicación inmediata y sin demora de todas las medidas de emergencia que aprobó el gobierno.

O eso o “comportarse como si Grecia fuera un país colonial y los griegos los parias de Europa”. Como decía Tsipras en la campaña electoral.