Muchos activistas vivieron la victoria de Syriza como la apertura de una nueva era. En el acto de cierre de la campaña en Atenas, Pablo iglesias subió con Tsipras al escenario y dijo: «El viento del cambio sopla en Europa; en Grecia se llama Syriza; en España se llama Podemos. Vuelve la esperanza. Hasta la victoria. Syriza, Podemos ¡venceremos!». Tres días después Tsipras anunciaba el nuevo gobierno griego. Hubo desconcierto y decepción porque lo había pactado con al partido de derechas Anel. Pero luego muchos respiraron aliviados porque el gobierno Tsipras aprobó un programa de emergencia y el ministro Varoufakis le dijo al presidente del Eurogrupo que se había acabado la troika. El día 31 en la Puerta del Sol Pablo Iglesias se hizo eco de las medidas de emergencia y clamó: «¿quién decía que no se podía?».

Solo un mes más tarde, las expectativas han cambiado profundamente. La UE lanzó un ultimátum y Tsipras capituló en toda regla. La troika ya no se iba. Se quedaba y, con ella, la deuda, el régimen de austeridad y la sumisión de Grecia. ¿Qué había pasado?

Tsipras intentó servir a dos señores a la vez. Decía no a la austeridad, pero también que no saldría del euro, no cuestionaría los tratados y no nacionalizaría los bancos. Tuvo que escoger entre una cosa y la otra. Al elegir lo segundo, sólo le quedaba negociar la capitulación y tratar de evitar la humillación. Pero la UE no le dio ni esa satisfacción.

«Gobiernos anti-austeridad»

Pero el gobierno Tsipras no es algo aislado sino la expresión más acabada de una estrategia compartida por un amplio sector de la izquierda europea. Una estrategia que proclama que la alternativa a los planes de ajuste es la formación de «gobiernos anti-austeridad» en el marco del Euro y la UE. Es el caso del Front de Gauche y la mayoría de la dirección del NPA en Francia o de Die Linke en Alemania. Se trata, en realidad, de una actualización de viejas fórmulas de gobierno de alianza con la burguesía. Sólo que ahora están protagonizados por fuerzas que, como Syriza, aparecen como una alternativa a la izquierda de la desahuciada socialdemocracia.

En el caso griego, Tsipras ha formado un gobierno en alianza con la burguesía griega, representada por el partido derechista Anel, a cuyo jefe ha entregado la cartera de Defensa. Y ha trasladado esa misma alianza a la Presidencia de la República, al hacer elegir al derechista Pavlopoulos, que desde 1974 ocupa altos cargos (incluido el de ministro del Interior) que alterna con consultoría de empresas.

En cuanto a Podemos, no ha tenido aún ocasión de formar gobierno, pero cuando sus dirigentes mencionan el asunto, hablan de un «gobierno de los ciudadanos», «de todos» o «de toda la nación». Para los líderes de Podemos hablar de clases sociales está desfasado. Ahora solo hay «gente» y «casta». Las clases ya no cuentan. Pero la realidad es muy tozuda y lo que arrojan por la puerta les entra por la ventana.

Es el caso del Secretario General de Podemos-Madrid, Jesús Montero, que a fines de enero declaraba: «Hay dos culturas empresariales. Una es casta; la otra quiere contribuir al bienestar social, como la familia Botín en el Banco Santander». Pero nadie le ha expulsado ni sancionado. Y ahora hemos tenido la reciente reunión de Carolina Bescansa y el responsable económico de Podemos, Nacho Álvarez, con una parte de la flor y nata del gran capital español y multinacional. Allí estaba Google, las grandes constructoras, el banco HSBC (el de la lista Falciani), el Círculo de Empresarios, CEMEX, etc. El mensaje de Podemos fue claro: también contaban con los grandes empresarios para construir «un programa que no sea de partido, sino que esté confeccionado por el conjunto de la sociedad y esté a la altura del momento histórico de cambio político».

El pequeño problema es cómo van contentar a la vez a los Botín y a las familias que han desahuciado. No se puede contentar a los banqueros y a los trabajadores. Grecia ha demostrado que esta quimera no resiste la prueba de los hechos. O gobiernas para el pueblo trabajador o lo haces, a su costa, para los bancos. No da para más.

Dentro del Euro, por encima de todo

Una característica central de estos «gobiernos anti-austeridad» es que «bajo ningún concepto elaborarán un programa que suponga la salida del euro» (Alberto Montero, del equipo económico de Pablo Iglesias). Y eso que el programa base de Podemos («Un proyecto económico para la gente») deja bien claro que «en el marco del euro tal y como está diseñado (…) es materialmente imposible que se puedan llevar a cabo políticas que satisfagan el interés nacional , el de la inmensa mayoría de la población». Que es justo lo que ha ocurrido con el gobierno Tsipras: o estaba con el pueblo y se veía forzado a romper con el Euro, o estaba con los bancos y la UE a costa del pueblo, como ha sucedido.

La experiencia griega es un revulsivo brutal para los que defienden, contra toda evidencia, que la UE es una institución «neutral» que hay que «recuperar para la ciudadanía». O que el Euro es una moneda «neutral» y no un instrumento de dominación del capitalismo alemán. La brutalidad del chantaje de la UE y la unanimidad de los «socios» contra Grecia han mostrado el verdadero rostro de la UE: el de máquina de guerra contra los trabajadores y los pueblos.

Como los argumentos para «recuperar la UE para los ciudadanos» no son muy convincentes, al final sólo queda el argumento del miedo. «Fuera del Euro no hay salvación», nos dicen. Si rompes sólo está el abismo: aumento de la deuda, quiebra del sistema bancario e inflación. Y como no hay nada que hacer, sólo queda el mal menor: «la búsqueda de resquicios y oportunidades» (programa base de Podemos). Esto es lo que realmente ofrecen, envuelto en el discurso del cambio.

¿Por qué hemos de renunciar a cambiar las bases de un sistema que nos condena a la ruina y nos roba el futuro? Tenemos el derecho a cambiar nuestras vidas

Grecia ha mostrado que no hay posibilidad de atender la emergencia social si no se rompe con la cadena de la deuda y, en consecuencia, con el Euro y con la propia UE. Esta ruptura, sin duda, crea vértigo. Pero sin ella no hay posibilidad material de cambio social. Es una condición necesaria. Pero no es suficiente Porque por sí sola, no va a solucionar los problemas si no va acompañada de medidas anticapitalistas básicas y, al mismo tiempo, necesarias para defender el país del boicot exterior: nacionalizar la banca, estatizar las ramas y empresas estratégicas y ponerlas bajo control de los trabajadores y la sociedad, establecer el control de los movimientos de capitales y de divisas y reorganizar la economía restableciendo empresas cerradas y campos abandonados y repartiendo el trabajo entre los brazos existentes. Y lo que es más importante, si cabe,: organizando la solidaridad europea frente al boicoteo y levantando la bandera de una Europa unida de los trabajadores y los pueblos.

Por supuesto, abrir una perspectiva de este tipo exige un gobierno que se apoye y responda ante la clase trabajadora y el pueblo organizados, que dé los pasos de ruptura necesarios y articule la solidaridad. Hablamos de un gobierno de los trabajadores. Y de la necesidad de avanzar, dentro del actual proceso de reorganización, en la construcción de una dirección revolucionaria.