El referéndum del 1-O fue una victoria democrática extraordinaria. Ese día más de dos millones de catalanas y catalanes, venciendo un despliegue policial brutal, impusieron el referéndum. Fue un triunfo que fue más allá de lo que esperaba y quería el Govern de la Generalitat, que nunca estuvo dispuesto a luchar hasta el final. Como ha confesado la exconsellera  Ponsatí: “jugábamos al póker e íbamos de farol”.

Capitulación de la dirección independentista y división de la clase trabajadora

Pero ese triunfo fue traicionado por la dirección independentista, que capituló y entregó las instituciones sin oponer resistencia. Esto provocó la derrota política del movimiento, entregó la iniciativa a las fuerzas del régimen y permitió que se creara una tremenda división entre la población. No podemos desconocer que un amplio sector de la población trabajadora hoy ha sido ganada para las tesis españolistas. A ello contribuyó el hecho de que el proyecto independentista apareciera como algo ajeno a las preocupaciones y exigencias de la clase trabajadora.

Hoy no estamos como a principios de octubre del año pasado, cuando la legitimidad del 1-O no era cuestionada, el pueblo estaba alzado y el régimen golpeado. No estamos en aquel lapso de días en que la República catalana estuvo al alcance de la mano. Hoy la perspectiva de la proclamación de la República catalana ha desaparecido de la agenda política y la mitad de la población no reconoce el 1-O como un referéndum ni la legitimidad de sus resultados.

Torra juega con la retórica de que «obedecerá el mandato del 1-O» y que su actuación girará sobre «la construcción de la república y la apertura de un proceso constituyente«. Este es el nuevo mantra con el que la dirección independentista da cobertura a una política cuyo contenido real es la normalización autonómica y cuyo objetivo final es buscar un nuevo «encaje» en la monarquía española.

Los partidos del régimen (PP-Cs y PSOE) aprovechan esta retórica para azuzar el enfrentamiento. Su tarea viene facilitada por el hecho de que la reivindicación del derecho a decidir ha sido eliminada del campo independentista. Del mismo modo, los Comunes y Podemos la han desterrado de su discurso. Su descafeinado “referéndum pactado” ha pasado al congelador.

Reconstruir una mayoría por el derecho a la autodeterminación

La amplia mayoría catalana, independentista o no, sigue apoyando el derecho a decidir. Solo recuperando la lucha  por un referéndum de autodeterminación vamos a reconstruir una mayoría clara frente al régimen y neutralizar en el resto del estado la ola españolista reaccionaria. Sin reconstruir esta mayoría y sin una batalla común con la clase trabajadora y el resto de pueblos del estado, no habrá derecho a la autodeterminación, ni república catalana, ni unión libre de repúblicas libres.

Algunos dirán que retomar la lucha por el referéndum es volver atrás y que ya tuvimos el 1-O. Pero más allá de los deseos, las circunstancias han variado drásticamente y ahora toca reconstruir una mayoría por el derecho a la autodeterminación. Corresponde a los sectores más conscientes de la clase trabajadora encabezar esta lucha necesaria, que va a encontrar la oposición de la burocracia sindical.

Tenemos que ser conscientes, además, que la lucha por la soberanía pasa hoy por exigir al Parlament que, desacatando al TC, aplique las reivindicaciones sociales del pueblo trabajador: las de la Marea Pensionista, la derogación de las reformas laborales o las leyes sociales suspendidas. En esta batalla, no sólo enfrentaremos al gobierno central, PP y Cs, sino también al gobierno Torra.