Una desigualdad laboral histórica

Es fácil encontrar estadísticas y datos sobre la situación de las trabajadoras en el mercado de trabajo, que dejan claro nuestra precariedad específica. Las trabajadoras puntuamos más alto en todos los indicadores de desigualdad laboral: temporalidad, parcialidad, tasa de actividad laboral y desempleo. Del total de los empleos indefinidos y a tiempo completo, únicamente el 36% pertenecen a mujeres; los contratos más precarios, temporales y parciales pertenecen en un 60% a mujeres.  La causa de la brecha salarial no es solo la división sexual del trabajo que distribuye a hombres y mujeres en diferentes sectores, sino que, cuando ambos géneros están en el mismo sector, las categorías y los complementos laborales son más desventajosos para las mujeres. En España, como en la mayoría de los países europeos, la brecha salarial se ha venido reduciendo en los últimos años (de 6.160€ en 2013 -postcrisis 2008- a 5.726€ en 2018). Pero cualquier tendencia a la equiparación se revierte en época de crisis, al tiempo que se empeoran las condiciones sociales y laborales de toda la clase trabajadora. 

Las trabajadoras siempre pagamos sus crisis, con más desigualdad

Tras la crisis del 2008, las políticas públicas tuvieron como finalidad el control del déficit, a través de la reducción presupuestaria y de la oferta de empleo en los sectores públicos, muy feminizados, como la educación, la sanidad o los servicios sociales, lo que ya sabemos que provoca la re-familiarización de los cuidados, que recae mayoritariamente en las mujeres.  

La crisis de la COVID-19 ha golpeado laboralmente en mayor medida a las mujeres por nuestra mayor precariedad laboral; mayor presencia en los sectores laborales más afectados por las  restricciones del confinamiento (comercio, hostelería y sector de cuidados y servicios sociales), mayor exposición al riesgo debido a su concentración sectorial en actividades sanitarias y de cuidado de personas; y por la mayor dedicación al cuidado de los menores durante el confinamiento y el tiempo de teletrabajo. 

Un modelo basado en la flexibilidad, la externalización y en convertir en indefinida la precariedad. ¿Donde está la «conquista histórica»?

Con una Vicepresidenta del gobierno y Ministra de Trabajo, militante del Partido Comunista y declarada feminista, sería esperable que la reciente Reforma Laboral fuera, como así ha sido presentada, “una conquista para la clase obrera” y en particular para las trabajadoras. Propaganda, mucha propaganda, para consolidar los aspectos más lesivos de las anteriores reformas laborales. Por ejemplo, no se ha podido ni hablar del despido, a riesgo de que la patronal abandonara la negociación, ¿es esto un acuerdo histórico y un pacto social ejemplar? 

En esta época no hay nada más importante que impedir que “la verdad te arruine un buen titular”. Por eso no queda otra que explicar, explicar, explicar y denunciar que no vale de nada eliminar un contrato “coladero de fraude” (el obra y servicio) y sustituirlo por otro que no mejora en nada nuestras condiciones (el “fijo-discontinuo”). No aceptamos que la propuesta del gobierno autoproclamado “más progresista de la historia” sea un modelo basado en la flexibilidad, la externalización, la parcialidad, en convertir en indefinida la precariedad. 

Así pasa, por ejemplo, con las subcontrataciones, como hace tiempo vienen advirtiendo las Kellys. Un modelo de contratación a través de empresas que basan su competitividad en el empeoramiento de las condiciones de trabajo. El gobierno miente al afirmar que esta Reforma Laboral “supone el establecimiento del convenio sectorial de aplicación para quienes trabajan en contratas y subcontratas”, cuando en realidad se refiere exclusivamente a los salarios.

Respecto a la parcialidad y los fijos discontinuos, el gobierno dice que se ha triplicado la creación de empleo. Pero, si aumentan los contratos, es a costa de subordinar las horas de trabajo a las necesidades productivas de la empresa, es decir, las horas complementarias, convirtiendo en norma lo que hasta ahora estaba regulado en los convenios como distribución irregular de la jornada, e impidiendo de paso la conciliación familiar.

La desigualdad de las trabajadoras es la consecuencia del sistema capitalista en su conflicto permanente capital-trabajo. El capitalismo NO es sinónimo de bienestar y democracia, sino de un empeoramiento de las condiciones sociales y laborales con desempleo y subempleo y el consiguiente perjuicio para la organización, la lucha y la negociación colectiva. De una cada vez mayor destrucción de la naturaleza y de un aumento creciente de la desigualdad y la violencia sobre los sectores oprimidos.

¡Por un 8M de lucha!

¡Salgamos a luchar para derogar las Reformas Laborales! 

¡Basta de machismo y explotación!