Estamos a las puertas de un nuevo 25N día Internacional contra la violencia de género y los sectores más oprimidos de la sociedad siguen siendo protagonistas de las luchas que se están dando a nivel mundial, contra la corrupción de los gobiernos y en defensa de sus derechos.

En los últimos años, fechas tan significativas como el 8 de marzo y el 25 de noviembre,llenan las calles para denunciar la situación de desigualdad y la violencia que sufren la mujeres todos los días; la toma de conciencia entre el conjunto de la población hace que se convoquen minutos de silencio delante de las instituciones cada vez que se produce un asesinato, donde salen todos los partidos, desde el PSOE, que se dice feminista, hasta el más alejado de las teorías del feminismo como el PP.

Pero todo ello queda enterrado en el fango cuando los partidos que gobiernan aplican recortes y privatizan todos los servicios públicos. ¿Dónde quedan las políticas de igualdad reales, para que esta lacra social que es la violencia contra las mujeres y las personas LGTBI sea erradicada? Esta hipocresía “políticamente correcta” está dando alas a un sector de la sociedad, que se está agrupando alrededor del discurso filo fascista y duramente reaccionario de Vox.

La violencia contra las personas oprimidas no cesa

El mundo en estos momentos esta convulso, grandes movilizaciones en todo el mundo están dando lugar a dimisiones de ministros/as; hasta caen gobiernos, porque la crisis golpea en los sectores más empobrecidos. Mientras, las personas más oprimidas salen a denunciar la homofobia, el racismo, las violaciones, agresiones, asesinatos y a denunciar esta violencia estructural que los gobiernos burgueses mantienen desde las instituciones y las oprimen con sus políticas neoliberales, para seguir manteniendo una sociedad patriarcal y el sistema capitalista.

En América Latina se están dando una sucesión de levantamientos populares donde, al igual que en el reciente golpe de Estado en Bolivia, las fuerzas de represión utilizan vejaciones, abusos sexuales, asesinatos, etc., para defender el “orden social” establecido.

Si nos vamos a Oriente Medio, el gobierno de Turquía, amigo y colaborador de la Unión Europea retiene en condiciones inhumanas en sus fronteras a personas Sirias a cambio de unas monedas; ese gobierno tan “democrático”, prohibió las manifestaciones del 8 de marzo, y la del movimiento LGTBI “para proteger la salud pública y la moral”, lo que provocó grandes enfrentamientos con la policía, y ahora con el permiso de los EE UU está atacando a la población kurda de Siria, que había alcanzado importantes cotas de igualdad de género.

No dejemos de mencionar a los países europeos, donde un informe de Amnistía Internacional denuncia la situación real de los países nórdicos, que se ponen como ejemplo de igualdad. El informe habla de que a pesar de tener algunas de las leyes más progresistas en igualdad persisten estereotipos de género, y en muchos casos las víctimas no denuncian por que el proceso es largo y en ocasiones los violadores y agresores quedan impunes; la justicia, como en tantos otros lugares, muchas veces ignora, y niega los hechos tolerando estas actuaciones, demostrando que no es un problema exclusivamente legal, sino estructural al propio sistema.

Leyes de igualdad real o papel mojado

En el estado español nada nuevo bajo el horizonte. A pesar de que el gobierno Zapatero fue uno de los primeros en aprobar leyes de igualdad, a día de hoy estamos como hace años, si no peor. Las sentencias de “la manada” y otras del estilo demuestran una vez más que no sirve que se aprueben leyes si las políticas que se aplican son neoliberales.

Los hechos lo demuestran; cada 25N los partidos políticos del arco parlamentario salen en las tertulias televisivas dando datos de las muertes, agresiones, ataques homófobos, etc., demostrando que manejan bien los datos pero al día siguen aplicando las mismas políticas, y no se ataja de verdad lo que produce esta lacra social, la violencia contra las personas oprimidas, la desigualdad social intrínseca al sistema capitalista y la sociedad patriarcal.

En cuarenta años de democracia se conquistaron muchos derechos tras una dura lucha,como las libertades públicas, el divorcio, derecho a la sindicalización, “despenalizacion” del aborto, sanidad y educación pública, derechos del movimiento LGTBI,… Sin embargo, están siendo aniquilados por los gobiernos, abriendo la puerta a una vuelta al pasado y a tener que escuchar cosas como que las mujeres tenemos que volver a “aprender a coser”

Recortes y privatización de los servicios públicos

¿De qué sirven los minutos de silencio cuando tenemos una justicia falta de recursos, donde más de 30 capitales de provincia no cuentan con juzgados especializados en violencia, cuando hay atasco en los procesos por falta de personal?; y, sobre todo, ¿dónde está la imparcialidad de la justicia con jueces/zas que dictan sentencias donde las víctimas tienen que demostrar los hechos, con claros sesgos sexistas, machistas y homófobos?.

¿De qué sirve el Observatorio de Igualdad con un gobierno “progresista”, si realmente un sector tan importante como es la Atención Primaria en sanidad, que es el primer escalafón para la detección de posibles malos tratos, está bajo mínimos, desmantelándose sobre todo en el rural?. Aumentan los suicidios pero se recorta en salúd mental. ¿De qué sirven esos minutos de silencio? Las víctimas y sus familiares quieren hechos, no promesas electorales.

En la época de Zapatero se habló de impulsar el cuarto pilar, atención a las personas mayores y dependientes ¿Donde quedo aquello? En agua de borrajas. Esa ley quedó en punto muerto, las personas se mueren antes de recibir nada del Estado, y son las familias, sobre todo las mujeres las que siguen cuidandolas. Esta ley sólo sirvió para que las empresas privadas del sector aumentaran sus beneficios a costa de un mal servicio y la precaridedad de sus trabajadoras.

De hecho todos los partidos que gobiernan actuaron de la misma forma ante la última crisis: recortes y privatizaciones para rescatar a la banca, empresas y aseguradoras. Aprobaron reformas laborales recortando salarios para que las empresas sigan ganando, aquí en el Estado Español reformaron la Constitución en su artículo 135 para pagar su deuda, que no es la nuestra.

Hablar en los parlamentos, ayuntamientos, de minutos de silencio en las puertas de las instituciones sobre la violencia es hipócrita cuando tu política es hacer todo lo que fomenta la desigualdad social y la violencia.

La violencia del sistema

Analizar las raíces de esta violencia como una cuestión moral, no deja espacio al análisis de la historia y sus contradicciones, porque la historia demuestra día a día con hechos, que esta violencia no sólo se sufre en el entorno familiar; se sufre en nuestras relaciones sociales, ya sea en el trabajo asalariado (por raza, por sexo), en la calle, cuando se nos trata como objetos sexuales, o se nos estigmatiza con estereotipos, en todos los ámbitos de la vida; por eso no podemos separar una de las otras.

Pero está violencia estructural, económica, no es ejercida de manera abstracta por un ente que está por encima del bien y del mal como si de un dios se tratase; esta violencia es ejercida a través del Estado que detenta el monopolio del poder político a través de sus leyes, y la administración de la justicia al servicio de la defensa de la propiedad privada, y por tanto, de la explotación y opresión. Cualquier desafío a ese monopolio de la violencia es considerada como delincuencia, y atenta contra las leyes y el orden capitalista y por tanto es perseguida, castigada y aniquilada.

Las leyes aprobadas por los gobiernos tienen un claro objetivo: gestionar los intereses de la burguesía. Confiar en la legislación como garantía de «protección» o «libertad», es creer en “hadas madrinas”. El Estado, que legisla según los intereses en ese momento, puede hacerlo ocasionalmente, y siempre bajo presión social, a favor de los derechos de las personas oprimidas, pero, por ello mismo, hace las leyes que aprueben sean formales; porque gobiernan para los empresarios/as y los opresores.

En el Estado Español ese “estado” tiene nombre y apellidos, el régimen del 78, que ha heredado en sus instituciones, comenzando por el aparato judicial, las lacras del “nacionalcatolicismo” franquista, del que Vox se ha convertido en su portavoz, con referencias más o menos explicitas a las palabras de las fascistas españolas. «No hay que ser una niña empachada de libros que no sabe hablar de otra cosa… no hay que ser una intelectual», aconsejaba Pilar Primo de Rivera, fundadora de la Sección Femenina de la Falange; y la diputada de Vox en el parlamento de Madrid le ha tomado la palabra cuando dijo que “aprender costura empodera a la mujer”.

Acabar con esta lacra social, ¿gobernar como hasta ahora?

El acuerdo del PSOE con Unidas Podemos hace una declaración de principios de “políticas feministas”. Tal y como se ha visto, si no se atacan sus verdaderas raíces, dentro de cuatro años, o cuando sean las elecciones, volverán a prometer otras más; esto es lo que significa gobernar como hasta ahora.

Si de verdad se quiere acabar con esta lacra social, no se pueden hacer políticas económicas y sociales que fomentan los recortes y la desigualdad, subvencionando a colegios que segregan por sexos, privatizando la sanidad, mantienen sin contenido la dependencia, etc.

La lucha por la diversidad, por la igualdad, por el respeto a las minorías.., es parte de la lucha contra la violencia general de este sistema y la sociedad patriarcal; por ello decimos que es necesario un programa que rompa barreras y mueva conciencias luchando por una sociedad más humana, como decía Marx. Con el fin de la propiedad privada se pondran los pilares para comenzar a construir una verdadera sociedad donde las opresiones comiencen a dar pasos en su liberación total por una sociedad socialista.

El triunfo de la revolución proletaria debe crear las bases materiales para la socialización del trabajo doméstico y poner los fundamentos de la completa igualdad económica y social de la mujer; esta reconstrucción socialista de la sociedad, que coloca sobre nuevas bases todas las relaciones humanas, no se podrá realizar de forma inmediata y automática. Durante el período de la transición al socialismo continuará la lucha por erradicar todas las formas de opresión heredadas de la sociedad de clases. Por ejemplo, la división social del trabajo entre tareas femeninas y masculinas debe eliminarse de todas las esferas de la actividad, desde la vida diaria hasta en los centros de trabajo. Habrá que tomar decisiones respecto a la distribución de los recursos, desarrollar un plan económico que refleje las necesidades sociales de las mujeres y permita la socialización lo más rápida posible de las tareas domésticas.

Nuestra estrategia clasista, nuestra lucha contra la opresión de las mujeres, nuestra respuesta de cómo movilizarlas junto a la clase obrera, tiene tres facetas; nuestras reivindicaciones políticas, nuestros métodos de lucha y nuestra independencia de clase.