El 20 de enero se hacía finalmente efectiva la investidura de Joe Biden como presidente de los EEUU. Los ojos de todo el mundo estaban puestos en este acto, especialmente después de que, alentados por el mitin de Donald Trump, en el que volvía a denunciar un no probado fraude electoral, miles de sus seguidores asaltaran el Capitolio en un episodio violento que se saldó con 5 personas muertas.
Asalto al Capitolio ¿Intento de golpe de estado?
Durante las últimas semanas los medios de comunicación han denunciado a Trump y sus seguidores como una horda que amenaza el orden democrático en EEUU, y Joe Biden aparece como el hombre llamado a salvarlo y restaurar la concordia y el orden.

Es fundamental combatir con firmeza todos los elementos que el Trumpismo alberga en EEUU, pero también evitar caricaturas y profundizar en qué fue realmente el asalto al Capitolio. En contra de lo que dicen en el partido demócrata, el 6 de enero no hubo “un intento de golpe de estado”, sino más bien un disturbio y un espectáculo mediático. Esta caracterización no tiene otro objetivo que legitimar el apoyo electoral a los demócratas para restablecer el orden institucional, y de paso dar un nuevo apriete de tuercas en la represión y la restricción de la libertad de expresión.

La intención de los disturbios fue más bien la de llevar a cabo una acción propagandística para agitar a la base social y electoral del Trumpismo, y seguir aumentando la polarización social, pero no un intento de arrebatar el poder. Esto requeriría una ruptura coordinada en la cadena de mando de los aparatos de represión del estado, que no se dio.
Trump y la división del partido republicano
La incitación de Trump a la violencia no se explica porque sea un demente. Es parte de una política consciente para agitar a su base social de cara a una futura contienda electoral. Sin embargo, es un hecho que su rechazo a condenar los actos del 6E ha creado una profunda división en el seno del partido republicano.

Algunos políticos republicanos rompieron con Trump, y poderosos grupos de presión de la burguesía con vínculos estrechos con el partido congelaron sus donaciones. Destaca el caso de la Asociación Nacional de Manufactureros (NAM), la mayor asociación de comercio multi-industrial de EEUU, que llamó al vicepresidente Mike Pence a usar la enmienda 25 de la constitución para reemplazar al presidente.

Pero a pesar de la encrucijada en que el asalto al Capitolio pone a Trump, el Trumpismo no muestra síntomas de debilitarse, y todo apunta a que seguirá siendo una fuerza determinante, dentro o fuera del partido republicano. Algunos datos hablan por sí solos: el 45% del electorado republicano (unos 30 millones de personas) apoya las acciones de Trump con respecto a los disturbios del Capitolio.

Pese a que debemos diferenciar entre la base social más amplia del trumpismo, que se nutre también de sectores de clase trabajadora, este movimiento facilita la proliferación y unificación de grupos neo-nazis y de extrema derecha, que, si bien no estaban bien organizados ni eran la dirección del asalto, sí que denotan un crecimiento importante, y demostraron generar simpatías dentro de sectores de la policía del Capitolio, que pese a no participar de sus acciones, tampoco las impidió.
¿Cómo combatir a la extrema derecha en EEUU?
Los grupos responsables del asalto no atentaron contra la estabilidad del régimen en EEUU. Lo que sí expresan los acontecimientos es un salto más en la polarización social y, sobre todo, la profunda crisis del régimen democrático burgués, que se verá amplificada por las consecuencias sin precedentes de la crisis sanitaria y la tendencia depresiva de la economía, dejando un escenario desolador para la clase trabajadora estadounidense.

La respuesta de Biden frente a este fenómeno es en sí misma un ataque a la clase trabajadora. No hay que tener las miras muy largas para ver que su ley “anti-terrorista” de seguridad nacional es igualmente aplicable para reprimir a las organizaciones de la clase trabajadora.

La forma de combatir el avance de estos grupos exige avanzar en la construcción de una alternativa unitaria de la clase trabajadora que enfrente la crisis económica y sanitaria. Es a partir de los movimientos sociales, de sus sindicatos y organizaciones donde la clase trabajadora de EEUU y del resto del mundo debemos organizarnos para frenar el auge de la extrema derecha, con nuestra movilización y nuestra autodefensa. Es en esa tarea en la que, La Voz de los Trabajadores en EEUU, y el resto de secciones de la LIT-CI nos encontramos.