Ha sido una semana agitada en la política estadounidense. El mismo día en que los resultados de las elecciones en Georgia confirmaron que los demócratas contarán con una pequeña mayoría en el senado, miles de seguidores de Trump se manifestaron en las afueras del Capitolio y algunos lograron entrar al edificio mientras la policía los miraba pasivamente. El Lunes pasado, Nancy Pelosi fue reelegida como presidenta de la Cámara de Representantes (House Speaker), obteniendo el respaldo casi unánime de los congresistas demócratas, incluyendo a los apoyados por los Democratic Socialists of America (DSA) como Alexandra Ocasio-Cortez, Rashida Tlaib y Ilhan Omar.Declaración del Comité Central de La Voz de los Trabajadores

El partido demócrata contará entonces con el control de las dos cámaras del congreso y de la Casa Blanca, situación que no se daba desde el 2010. Esto, por supuesto, no es motivo de celebración ya que es muy improbable un partido capitalista de cabo a rabo como los demócratas pasen siquiera reformas mínimas, y los supuestos congresistas disidentes no han sido capaces de montar el más mínimo desafío a la dirección centro-derechista del partido. Pero hay un aspecto positivo y es que los demócratas ya no podrán utilizar los vetos republicanos como excusa por la incapacidad de su gobierno para pasar reformas progresistas. Este es el momento para que el pueblo trabajador, los sindicatos, y las organizaciones antirracistas y de justicia social pasemos a la ofensiva—o logramos forzar la mano de los demócratas o exponemos su conservatismo, elevando la conciencia política del pueblo y ganando un sector más grande de la clase obrera a la lucha por el socialismo.

El miércoles en la tarde, una multitud de seguidores del presidente Trump invadió el Capitolio de Estados Unidos, mientras el senado debatía la ratificación de los resultados electorales del 2020, interrumpiendo la sesión y obligando a los congresistas a evacuar el recinto. En contraste radical con la brutal represión policial que sufrió el movimiento Black Lives Matter en la primavera y verano pasados, las fuerzas del estado poco o nada resistieron mientras una turba de ultraderecha invadía la sede del congreso. Esta dócil respuesta sólo confirma lo que hemos visto tantas veces en las calles: la policía está siempre lista y equipada para aterrorizar al pueblo trabajador, especialmente a las comunidades negras y latinas, y para aplastar cualquier desafío al capital o al estado, pero ignora (y en algunos casos protege activamente) a grupos de extrema derecha mientras violan la “ley y el orden.”

Los acontecimientos en el Capitolio confirman que la amenaza que representan los grupos proto-fascistas – enarbolados y azuzados por Trump durante sus cuatro años en el poder – sigue vigente bajo la nueva administración de Biden. Estos grupos están ahora convencidos de las teorías conspirativas y de fraude electoral alimentadas por Trump. Esta extrema derecha existía antes de la administración Trump. Se trata de un rejunte de grupos y facciones con un amplio espectro ideológico, desde las ideas racistas del supremacismo blanco, al anti-marxismo, al chovinismo occidental hasta las teorías conspirativas del Qanon y las teorías negacionistas contra la ciencia y la pandemia, con elementos fuertes de libertarianismo e individualismo. Si bien no todos los manifestantes pro-Trump son parte de estos grupos fascistas, y estos últimos son aún muy pequeños, podemos decir que dichos grupos han crecido y se han radicalizado estos últimos cuatro años. Pruebas de ello son las protestas reaccionarias para “reabrir la economía” a costas de las vidas humanas, y los asesinatos de Anthony Huber y Joseph Rosenbaum a manos de las milicias de derecha durante las protestas de Black Lives Matter en Kenosha (Wisconsin) en agosto del año pasado. El hecho de que, en su mayoría, la burguesía le esté dando la espalda al trumpismo y continúe apoyando el régimen democrático liberal y sobretodo al nuevo gobierno de Biden en su proyecto por restaurar el status quo ante, no niega la existencia en este país de un movimiento fascista incipiente con vínculos claros con el Partido Republicano y las fuerzas policiales.

Desde los primeros días de la administración Trump, nuestro partido ha dejado claro que es necesario derrotar a estas bandas neofascistas. Deben ser enfrentadas, superadas numéricamente, y aplastadas por un movimiento de la clase trabajadora organizado y militante. Pusimos esta estrategia en práctica en agosto del 2017 cuando participamos en la organización de las protestas anti-fascistas en el área de la Bahía de San Francisco, en California. En respuesta a varias marchas y protestas convocadas por grupos neofascistas venidos de afuera, La Voz de los Trabajadores unió sus fuerzas con otros grupos socialistas y de izquierda para crear la red Solidaridad Contra el Fascismo- Bay Area (SAFEBAY), que montó su propio operativo de seguridad y convocó a miles de trabajadores, estudiantes y miembros de la comunidad en contra-movilizaciones que superaron ampliamente las de los fascistas y los humillaron. Movilizaciones similares del movimiento antifascista tuvieron lugar en Charlottesville, Boston y otras ciudades. En su conjunto, estas movilizaciones pusieron en crisis a la extrema derecha—muchos de esos grupos se desintegraron o perdieron fuerza. Durante esa lucha también se confirmó que, frente a las amenazas de la extrema derecha, los líderes demócratas y fuerzas liberales nos llamaran a ignorar a dichos grupos, a respetar sus derechos de libertad de expresión y a confiar en la policía. La policía a su vez reprimió a los militantes de izquierda y protegió a los fascistas. Ni el estado ni el establecimiento liberal pueden derrotar la amenaza de la extrema derecha. En vez, tenemos que organizar nuestra propia defensa a través de acciones de masas—organizar comités de seguridad y antifascistas en nuestros sindicatos, organizaciones anti-racistas y demás organizaciones de nuestra clase para poder ser más numerosos que los fascistas en las calles.

Aunque tomamos de manera muy seria el auge de milicias de extrema derecha, queremos dejar claro que los acontecimientos de hoy en el Capitolio no constituyen un golpe de estado, y que en su estado actual, estos grupos no representan una amenaza al régimen democrático burgués. De hecho, si bien lograron interrumpir la sesión del Congreso, ésta retomó sin problemas horas después. Más bien al contrario, el ala del partido republicano dirigida por Mitch McConnell y un coro de los principales grupos empresariales y multinacionales están denunciando públicamente los esfuerzos de Trump por deslegitimar el resultado de las elecciones, lo que muestra que la burguesía en su conjunto quiere mantener el régimen democrático. Por lo tanto, lo que anticipamos es que estos grupos de extrema derecha van a dedicarse a corto plazo a atacar a los grupos racializados, inmigrantes, comunidad LGBTQI y a la izquierda y no a buscar la toma del poder. Y en dicho contexto, la nueva administración demócrata utilizará a dichas milicias como excusa para aumentar la capacidad de vigilancia y represión del aparato de estado. No podemos olvidar que el auge de la extrema derecha en el mundo está íntimamente ligado a las crisis del sistema capitalista generadas por el establecimiento liberal, y las políticas defendidas por Biden y Harris. Por lo tanto, la única manera de derrotar al fascismo es combatir simultáneamente a dichos grupos y al nuevo gobierno neoliberal que va a asumir el poder a través de acciones de masas de nuestra clase en las calles y en los lugares de trabajo.