Estamos ante un nuevo 14 de abril, una fecha que marca como ninguna el presente en el Estado español; y nada mejor lo expresa que la extrema derecha (PP VOX), ante la proclamación de la República, repita hasta la saciedad el «no reabramos heridas ya cerradas en la Transición» con la “reconciliación nacional”, y que la “guerra civil” fue entre “herman@s”.

Un mensaje al que se adhieren todos los medios de comunicación y poderes del estado, comenzando por la judicatura apoyándose en la Ley de Punto Final/Amnistía, para impedir el procesamiento de los criminales franquistas y los que se enriquecieron con ella. Educan a la población con este mensaje de “no hubo ni buenos ni mal@s”, cuando lo cierto es que mientras siga habiendo decenas de miles de personas desaparecidas en la dictadura y muchos de esos criminales, o sus herederos, se hayan transmutado en “demócratas”, la reconciliación no existió.

Desde el gobierno “más progresista” se limitan a hacer declaraciones genéricas y aprobar leyes de la Memoria histórica, ahora conocida como “Memoria democrática” para no molestar a algun@s, que no van más allá de declaraciones de intenciones: mientras no sea derogada la Ley de Punto Final/Amnistía, todo quedará en un mero ejercicio de recuperación de víctimas sin ninguna repercusión política y social.

Otros lo encararán como un ejercicio de nostalgia, de lo que pudo haber sido y no fue la IIª República inaugurada por el triunfo electoral del 14 de abril, truncada por el golpe militar de Franco. Dentro de éstos, están los que reivindicarán lo conseguido bajo el periodo republicano como el máximo a lo que se podría aspirar en aquel momento, a una democracia homologable a las de Francia o Gran Bretaña y que buscan repetir la historia bajo la bandera tricolor.

Pocos serán los que, más allá de reivindicar las conquistas sociales y democráticas bajo la IIª República, harán una doble lectura crítica, uno, qué fue y significa para el presente el triunfo electoral del 14 de abril, y dos, cuáles son las similitudes y las diferencias entre la crisis de la restauración monárquica de comienzos del siglo XX y la actualidad.

¿Qué periodo abrió el 14 de abril?

Bajo el manto de la IIª república, lo que comenzara con la victoria electoral de la coalición republicano-socialista y la dimisión (abdicación) del jefe del estado, el rey Alfonso XIII, se transformó un proceso revolucionario que se prolongó a lo largo de 8 años. Esta situación culminó con la revolución obrera del 19 de julio de 1936, cuando el pueblo trabajador se armó a pesar del gobierno de la República y se auto organizó para resistir el golpe militar, derrotándolo en la mayoría de las zonas obreras.

Desde el 14 de abril del 31 al 19 de julio del 36, la clase obrera y los pueblos del estado hizo la experiencia con los sucesivos gobiernos de la República, incluido el “bienio negro”, ultraconservador; enfrentando golpes de estado como la “sanjurjada” en 1932, la masacre de Casas Viejas o el primer acto serio de un levantamiento obrero contra una República que no estaba resolviendo ninguno de los problemas que dieran origen al 14 de abril, la Revolución de Asturias del 34.

La proclamación de la República levantará grandes expectativas en el pueblo trabajador del Estado español, salir definitivamente de un régimen, el de la restauración monárquica que, tras la Iª República, había cristalizado en una sociedad anclada en el pasado decimonónico; donde se combinaban centros industriales y abiertamente burgueses como Catalunya y Euskadi, con relaciones sociales semifeudales, como el terrateniente andaluz o el cacique gallego.

El desarrollo del capitalismo en el Estado español imponía un giro social que acabara con estos restos del pasado, que incorporara al Estado español al concierto de las naciones democráticas europeas, especialmente la francesa o la británica. El drama para las burguesías hispánicas es que lo pretendían hacer con más de 100 años de retraso, cuando el proletariado ya había presentado su alternativa social al mundo en la revolución de Octubre del 17 en Rusia.

Con el 14 de abril se consumó la revolución política a través de la victoria electoral y la expulsión del Borbón, abriéndose las compuertas sociales para que las clases en conflicto pusieran sobre la mesa sus aspiraciones. La clase obrera, tanto la rural como la urbana, expresaron claramente que su objetivo no era limitarse a una república burguesa, sino que solo podrían resolverse sus condiciones de trabajo y de vida a través de la revolución social; por su parte, las burguesías y pequeñas burguesías de las naciones oprimidas (Euskadi, Catalunya y Galiza) pusieron de manifiesto que el corsé de un estado centralista como el español, así fuera republicano, limitaba fuertemente sus capacidades de desarrollo.

Ante este panorama la burguesía española, apoyada en un ejército ultra reaccionario, educado en el colonialismo más salvaje (la guerra en Marruecos) y una Iglesia católica atávica como ninguna, dependiente de la existencia del estado para su supervivencia, no tardó en comenzar a dar síntomas de desagrado ante las tímidas medidas de la IIª República (voto femenino, divorcio, apoyo a la cultura), que cambiaban la cara de la sociedad pero no resolvían ni tan siquiera las tareas democráticas de fondo: la Reforma Agraria, la separación rotunda de la Iglesia y el estado, el derecho de las naciones a la autodeterminación.

Si la IIª República era incapaz de resolver los mínimos principios democráticos de un estado burgués, como eran esas reivindicaciones, que no sucedería con la explotación de la clase obrera por una burguesía que había heredado la mentalidad feudal de la aristocracia, con la que aspiraba a mimetizarse. El 14 de abril abrió un periodo revolucionario que terminó abruptamente, cuando el grueso de las burguesías hispánicas, asustadas por el levantamiento obrero asturiano del 34, se inclinaron por la salida fascista.

Porque esta es otra de las características del periodo republicano; este proceso revolucionario no es ajeno a una situación mundial revolucionaria y prebélica. En Italia el fascismo se había impuesto a la revolución socialista y dominaba el país con mano de hierro; en Alemania el ascenso del nazismo era más que evidente y levantaba simpatías entre las burguesías de estados con raigambre democrática como Francia, Gran Bretaña o los EEUU. Hitler era un ejemplo de cómo derrotar a la clase obrera.

Las burguesías hispánicas miraban con simpatía estos dos procesos, puesto que enfrentaban el mismo reto social; a la clase obrera que, bajo la inercia de la revolución de Octubre del 17, tendía a auto organizarse en comités/consejos obreros, a tomar el control de fábricas y tierras, y a preparar sus propias milicias armadas.

Primero intentaron frenar la crisis y el ascenso de las luchas obreras por la llamada “vía electoral al fascismo” que era la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), pero la victoria del Frente Popular en febrero del 36, en paralelo a la victoria del Frente Popular en Francia, donde también se vivía un proceso revolucionario, les convenció de que solo el golpe militar podría enfrentar a la clase obrera.

El 18 de julio se produce el golpe de Franco, quién con el apoyo expreso de Alemania e Italia, y en nombre de la defensa de la República, busca cerrar el proceso abierto el 14 de abril, derrotando a la clase obrera de la manera más salvaje. En palabras de Queipo de Llano, quizás el más psicópata de todos los golpistas, «Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser un hombre. Y, de paso, también a las mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen. ¿No han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen»

El proceso revolucionario que comenzara el 14 de abril pasa a su fase militar, el 19 de julio de 1936, a la llamada “guerra civil”; y aunque la guerra oficialmente no acabaría en Abril del 39, la revolución se cierra en las jornadas de mayo del 37 en Barcelona, cuando el PCE y el gobierno de la República se imponen a los obreros y obreras catalanas, agrupadas alrededor del POUM, el Colectivo de Amigos de Durruti anarquista, el ala izquierda de las JSU y los trotskistas Bolcheviques Leninistas.

Desde mayo del 37 a abril del 39 es la agonía de la IIª República, que pasará a esperar una intervención de las “democracias” que nunca llegará o a buscar una salida honorable negociando con los golpistas. Pero el fascismo, a diferencia de la extrema derecha actual, buscaba una derrota estructural de la clase obrera y los pueblos del estado; no se conformaba con una salida negociada, sino que la burguesía española iba a hacer su “revolución burguesa” a través de la contrarrevolución fascista.

El 14 de abril marca el presente

El 14 de abril, y la II República, fueron la última oportunidad de la burguesía española para constituir una nación democrático burguesa homologable a la francesa o británica, no solo en sus aspectos políticos, sino en sus raíces más profundas, la relaciones sociales de producción. La “España” de la IIª República era un país eminentemente campesino, con restos de relaciones feudales en amplias zonas a través de terratenientes o instituciones medievales como el foro gallego, con un proletariado concentrado en dos o tres territorios del estado y algunas ciudades aisladas. La capital, Madrid, no era un centro industrial clave, sino que actuaba como la “corte” de una monarquía que no había roto con el pasado absolutista; seguía siendo la misma dinastía impuesta en el siglo XVIII, los Borbones.

Desde un punto de vista social burgués, las tareas de la IIª República eran la de proletarizar, industrializar y urbanizar el estado; tareas que en el resto de Europa Occidental se habían llevado a cabo a lo largo del siglo XVIII y XIX. En este sentido, la realidad española se asemejaba a la de Europa Oriental, donde el capitalismo se construía combinado con la pervivencia de relaciones sociales pre capitalistas.

Pero era tarde ya para “revoluciones burguesas”; la clase obrera, aun no siendo mayoritaria, se había demostrado capacitada para construir un estado sin capitalistas, y resolver muchas de esas tareas desde su perspectiva en la revolución rusa. Esto asustó a las burguesías hispánicas y se arrojaron en brazos de la contrarrevolución fascista para evitarlo.

No obstante, las tareas burguesas centrales seguían ahí. De esta manera, la contrarrevolución fascista encaró y resolvió de manera reaccionaria la proletarización y la industrialización de “España”: el plan de estabilización franquista de los años 50 y el “bienvenido Mrs. Marshall” fue el vehículo de esta proletarización e industrialización. El presente está marcado por estas políticas económicas que sentaron los pilares de lo que hoy es lo fundamental de la estructura económica del Estado español, el turismo, la construcción y las inversiones extranjeras.

La crisis actual del Régimen del 78, la segunda restauración monárquica

El 14 de abril fue el fin del periodo histórico conocido como la “restauración monárquica” tras la Iª República. En la actualidad se vivió la posibilidad de un “14 de abril” no electoral, igualmente crítico para el régimen y el sistema, cuando el 19 de junio de 2014 Juan Carlos abdica/dimite y tienen que modificar la Constitución para permitir un cambio en la jefatura del estado que no abriera un vacío de poder.

El “14 de abril” de ese año 2014 fue la consecuencia de un ascenso de luchas obreras y populares con fechas muy señaladas, como las Huelgas Generales y las “mareas” contra los recortes impuestos, primero por el gobierno ZP, y después de Rajoy. La manifestación más profunda de esa crisis fue el 15M, bajo las consignas de “le llaman democracia y no lo es” y “no nos representan”, y las «Marchas de la Dignidad», que, por fuera de los aparatos sindicales mayoritarios (CCOO y UGT), convocan el 22 de marzo de ese año a cientos de miles de personas en Madrid.

Era la culminación de un proceso de luchas obreras y movilizaciones masivas en todo el estado, donde el 15M aportaba un objetivo político evidente, la “apertura de un proceso constituyente” que construyera una alternativa al régimen de la restauración monárquica en la Transición.

Con estas luchas la abdicación/dimisión de Juan Carlos se aceleró, puesto que su papel como bonaparte “bonachón” que garantizaba la paz social, se destapaba como lo que era, un corrupto en la mejor tradición de la dinastía “borbónica”. Mientras los sucesivos gobiernos imponían recortes sociales y el paro crecía exponencialmente, la monarquía aparecía como una derrochadora que hacía negocios turbios con dictaduras como Arabia Saudí. Se comenzaba a hacer evidente ante la población el verdadero carácter de la segunda restauración monárquica; no era ese “bonachón” al que se le perdonaban sus veleidades, sino un corrupto que despilfarraba mientras la población retrocedía en sus derechos.

Los resultados electorales de las europeas de ese año, con Podemos entrando como elefante en cacharrería, vino a confirmar la crisis de la principal institución del régimen del 78, la Jefatura del Estado y el bipartidismo sobre el que se apoyaba. “Había que cambiar todo, para no cambiar nada”.

Entra aquí de lleno la gran diferencia entre lo sucedido el 14 de abril de 1931 y el 19 de junio del 2014; mientras en el primer caso los partidos de la izquierda, los nacionalistas vascos, catalanes y gallegos, así como la pequeña burguesía republicana, se agruparon alrededor de la candidatura “republicano socialista” que ya indicaba su objetivo central, aunque después lo traicionaran, en la actualidad ni tan siquiera los que se reivindicaban de las luchas y movilizaciones que abrieran la crisis del régimen, Podemos, se atrevieron a hablar tan claramente.

Tras la crisis del régimen el 19 de junio del 2014 se asiste a su incorporación acelerada en el régimen; las consignas abiertamente antirégimen del 15M (“le llaman democracia y no lo es” o “no nos representan”) son sustituidas por proclamas abstractas sin un contenido político claro, “si se puede”, “asaltemos los cielos”, “apertura de un proceso constituyente”, formulado de tal manera que no se sabía si era construir un nuevo partido, en la izquierda del régimen, o un verdadero proceso constituyente que diera paso a la ruptura con el régimen monárquico.

Los acontecimientos posteriores han demostrado que la “apertura de un proceso constituyente” proclamado por Pablo Iglesias no era para romper con el régimen, sino para construir un nuevo partido a su izquierda que sustituyera a la desgastada IU, y sirviera como dique de contención frente a la oleada anti régimen que el 15M había despertado.

Pero los principales responsables de que el 19 de junio de 2014 no siguiera la estela del 14 de abril fueron las burocracias sindicales de CCOO y UGT; su dependencia de la financiación del estado es tal que se han convertido en una especie de “sindicato vertical” del estado pos franquista encerrando las aspiraciones de la clase obrera a vivir mejor en lo más estrecho del sindicalismo, el de gestión y de salón, de negociación y pacto social.

Ellos son los responsables directos de que la clase obrera esté ausente como clase, de las principales luchas políticas. Tratan a los trabajadores y trabajadoras del Estado español como si fueran unos ignorantes solo preocupados de sus condiciones de trabajo, a los que la política no les interesa para nada; los burócratas de CCOO y UGT se han convertido en los mejores defensores del régimen bajo el lema de Franco, “haz como yo, no te metas en política”.

Esta es una de las principales diferencias entre el 14 de abril y la actualidad. En 1931 la clase obrera entró como un elefante en la cacharrería del sistema burgués con sus propias reivindicaciones y organizaciones, independientes del estado. Hoy la clase obrera, por la política consciente de las organizaciones sindicales y los partidos “progresistas”, actúa disuelta en la ciudadanía, como si sus reivindicaciones propias de mejores condiciones de trabajo, contra la precariedad y la explotación, fueran ajenas a la lucha contra la forma en que se organiza la burguesía para mejor mantener esa explotación, el régimen. Porque esto y no otra cosa es un “régimen”, el conjunto de instituciones estatales de las que, en cada periodo concreto, la burguesía se dota para mejor explotar a la clase obrera.

En los últimos meses se está asistiendo a un verdadero ascenso de luchas obreras y sociales, con victorias como la de las trabajadoras de Zara A Coruña, que han levantado una verdadera oleada de huelgas en el comercio; pero no solo por los convenios hay huelgas, en defensa de los servicios públicos en Madrid y otros lugares del Estado, etc… Sin embargo, nadie presenta estas luchas obreras como parte y expresión de la crisis de un régimen que es incapaz de mantener el nivel de vida de la clase trabajadora, y con el que chocan frontalmente.

Hacia otro 14 de abril

Ahora ha surgido una nueva opción dentro del régimen, el proyecto de «Sumar» (que manía con los verbos sin sujeto ni predicado; ¿»sumar qué y para qué?); con él no solo pretenden cerrar definitivamente el ciclo abierto el 15M, al que Podemos está atado, sino también la crisis abierta en el 2014 con la dimisión/abdicación de JC. Supone construir una nueva organización proveniente del viejo PCE y del aparato de CCOO que restaure la “lealtad constitucional” que Podemos, al proceder del 15M, había cuestionado así fuera formalmente y en los “días de fiesta”.

La forma de dominación burguesa que es el régimen de la Transición, del 78 o monárquico -como se le quiera llamar- hacía aguas, como se puso de manifiesto el 1 de octubre en Catalunya, y con el paso del tiempo más instituciones se han sumado a esas vías de agua: la ilegalidad anticonstitucional de mantener un Consejo General del Poder Judicial caducado desde hace 4 años, los bloqueos a debates parlamentarios por un Tribunal Constitucional también caducado, los gritos histéricos de la burguesía y sus medios de comunicación cada vez que se habla del castigo a los responsables de los crímenes del franquismo y la derogación de la Ley de Amnistía (ninguna ley de la Memoria Histórica tendrá aplicación real, si no se la deroga primero) que supondría el fin de muchas de las grandes fortunas del estado, etc.

Estos son algunos ejemplos de que por mucho que busquen legitimar al nuevo rey impuesto tras una reforma constitucional express en el 2014, el régimen se sostiene sobre unos pies de barro sociales e institucionales, con unas tensiones crecientes entre las fuerzas políticas derivadas de la incapacidad para superar la crisis económica y social abierta en el 2007/2008, que la pandemia y la guerra han exacerbado.

Si bien las burguesías hispánicas hoy están conformes con el actual régimen, la ruptura del PP y la aparición desde sus entrañas de VOX, solo demuestran que las contradicciones interburguesas en la lucha por ubicarse en el mejor terreno posible para ser “receptores” de la lluvia de millones de euros procedentes de la UE son más agudas que en cualquier otro periodo reciente. 

El 14 de abril de 1931 se produjo dos años después del crack del 29, cuando el mundo se asomaba a una nueva guerra mundial; la “guerra civil” española fue, además de una revolución, el preludio de esa guerra donde las burguesías se tantearon y probaron. La crisis del régimen del 78 se produce y se profundiza en un marco internacional semejante -nunca igual, “la historia se repite, la primera como drama, la segunda como farsa”-; el 19 de junio de 2014 fue una oportunidad perdida para romper con él, con responsables claros y bien delimitados. 

En la estela del 14 de abril, la tarea que el 15M puso sobre la mesa, de ruptura con el régimen monárquico y la apertura de un proceso constituyente no solo sigue vigente; ante su descomposición se convierte en una necesidad imperiosa para la mejora de las condiciones de vida de la clase trabajadora y los pueblos del estado; sin embargo no se puede olvidar que la “España” de 1931 es radicalmente distinta a la actual; la burguesía no tiene que industrializar, proletarizar y urbanizar una sociedad rural y campesina, semi feudal, sino que es la burguesía la que hoy sobra.

Si las tareas democráticas políticas y sociales de 1931 solo podían completarse a través de la revolución socialista, en la actualidad solo cabe una opción, acabar con la propiedad privada que, al culminar la industrialización, proletarización y urbanización del Estado español, se está convirtiendo en un freno absoluto para el desarrollo humano. La revolución socialista es la única salida para que el “nuevo 14 de abril” no sea un nuevo fracaso histórico.