Tras el escándalo del fraude del máster de la ya ex-presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes ese título ha perdido su resonancia en nuestras cabezas: nos damos cuenta de que la palabra “máster” sólo es una expresión de la elitización de las universidades. Ne es esfuerzo lo que se necesita para alcanzar una formación completa en la universidad pública, es tu posición socioeconómica la que determina tu éxito dentro del sistema educativo.

El caso “Cifuentes” no es una excepción. Nuestro sistema universitario está diseñado para ser un nido de corruptelas. La ausencia de democracia estudiantil (la ínfima representación institucional de los estudiantes), los órganos de gobierno como el Consejo Social, en el que están representadas entidades privadas que toman decisiones sobre la articulación de las carreras, y la creciente dificultad de acceso a las universidades a gente de bajos recursos, son factores que alejan a las universidades de lo que debería ser, una institución pública, para convertirse en un modelo de empresa privada en lo que prima es el aumento de la rentabilidad de las universidades, las cuales reciben cada vez menos dinero público para ceder ese espacio al capital privado. Es por esto que la corrupción y el amiguismo se da en las universidades, no por la naturaleza “corrupta” de individuos si no por la estructura universitaria. Los órganos de gobierno (totalmente anti democráticos) trabajan para su propia acomodación, para seguir ostentando la gestión de una empresa cuyo objetivo es la rentabilidad económica y cuyos inversores están dejando de ser los contribuyentes (pues el dinero público se retira de Educación para destinarlo a Deuda “pública”) pasando a ser los ricos de este país quienes se adueñan de nuestras universidades. No es casual entonces que a Cifuentes se le regalase un máster, perteneciendo a la cúpula del PP es a la vez un títere de los capitalistas españoles y una potencial capitalista ella misma, por lo que conocemos como el fenómeno de “las puertas giratorias”.

Para ejemplificar el proceso de privatización de la universidad pública basta observar las reformas universitarias que nos han impuesto los diferentes gobiernos. Antes del 2010 las carreras universitarias (5 años) eran licenciaturas y costaban aproximadamente 5000€. Tras la implantación del Plan Bolonia en 2010 las licenciaturas se dividieron en dos fases: “grado” (4 años) + “máster” (1 año) y su precio se duplicó. Finalmente, el decreto 3+2, aprobado en Parlamento en 2012 y paralizado por la lucha de la comunidad educativa y el movimiento estudiantil hasta este mismo curso, en el que se está empezando a aplicar, supone el aumento de otros 5000 euros sobre el precio que debemos pagar por una formación universitaria completa. Los grados de 4 años se reducen a 3, por lo que pasan a simplificarse para condensar materia generalista en este periodo. Por otro lado, los másteres (significativamente más caros que los grados) resultan la única alternativa para completar, en dos años, la pobre formación que ofrecen los grados de 3.

Gracias al escándalo Cifuentes, el titulo “máster” ha perdido el prestigio académico que tenía. Los másteres no se han concebido como una herramienta para una mejor formación universitaria, sino como un filtro de clase dentro de la universidad: la obtención de este título solo la alcanzan aquellos que tienen el dinero para pagárselo o la posición social para obtenerlo sin ni siquiera haberlo cursado.