El concepto de responsabilidad política es como el aire que respiramos las y los militantes de la izquierda revolucionaria; abarca desde lo personal a lo político y es una cuestión permanentemente ligada a nosotros.

Por ello, cuando afrontamos el espacio institucional tenemos que tener muy claro que no es nuestro fin último y que solo podremos usarlo como herramienta transformadora si llegamos a ella con un programa claro y definido, revolucionario y rupturista.

Claro ejemplo de lo que NO debe hacer un anticapitalista en la institución es Kichi.

En el 2018 se posicionó apoyando la construcción en Navantia Cádiz de corbetas militares para el gobierno de Arabia Saudí. Mientras se declaraba antimilitarista asumía, bajo un discurso contradictorio y sin ningún análisis político, que tenía que elegir entre “el pan”- el de Cádiz- y “la paz”. “El pan” de Cádiz se traduce en que mientras los directivos y la empresa de Navantia no han dejado de obtener beneficios desde 2016 sus trabajadores soportaban – y continúan soportando con o sin corbetas- situaciones de precariedad e inseguridad laboral (recordemos los dos muertos de mayo de 2018), incumplimiento de convenios, subcontratación, por no hablar del desmantelamiento y precarización de los servicios públicos, etc…

En lugar de usar su posición institucional para llevar un discurso claro de ruptura que hable de las consecuencias de las guerras, de que quien se nutre de los beneficios que generan son los capitalistas, de que se puede producir de otra manera y bajo control obrero para que realmente “el pan” llegue a quien tiene que llegar. En lugar de explicar que SUS guerras, y por ende sus beneficios, nos llevan a NUESTRA miseria y a NUESTROS muertos y refugiados, Kichi rebajó su discurso en pos de lo institucional y de los votos.

Con todo esto llegamos a la actualidad donde el mismo que apoyó la construcción de las corbetas de guerra, ahora se da golpes en el pecho llenos de dignidad ofreciendo el puerto de Cádiz para que atraque el Open Arms. Ahora nuevamente se olvida de análisis político alguno y también se olvida de la contradicción galopante que lleva en la mochila; ya no tiene que definirse entre “pan o paz”, ya lo hizo… ahora no duda en posicionarse del lado de los refugiados porque “no se puede naturalizar el discurso fascista”. Eso dice ahora, no le importó nada reforzarlo en 2018 cuando decía “primero Cádiz”.

Proclama lleno de razón que sería vergonzoso no responder ante el Open Arms. Más vergonzoso es haber contribuido a los desplazados de guerra sin ningún tipo de crítica, reflexión, manifestación u oposición, apoyando la construcción del armamento que genera a esos refugiados.

Mas, no es solo una cuestión moral, se trata de una irresponsabilidad profundamente política cuando tienes la herramienta en tus manos para lanzar un discurso alternativo que plantee que el origen de los refugiados de hoy no es otro que el espolio que los gobiernos capitalistas hacen de los pueblos dejando entre guerras y miserias a su clase trabajadora; y lo que haces es reforzar esa lógica y a esos gobiernos con tu discurso de “el pan o La Paz”.

El internacionalismo que caracateriza a la clase obrera surge de que las guerras en Yemen, las dictaduras como la saudí o nuestras condiciones de precariedad en Cadiz tiene el mismo origen, el capitalismo y sus instituciones.