Para los luchadores/as, aun siendo muy jóvenes entonces, la revolución portuguesa nos marcó y fue para nosotros/as una fuente de aprendizaje crucial.

Por: Ángel Luis Parras

La coyuntura del final de la décadas del 60 y el inicio de los 70 en Europa

Vivíamos en aquellos años una situación marcada por el Mayo del 68 francés; la primavera de Praga (5 enero-21 agosto 1968); el otoño caliente italiano (1969); el ascenso de la lucha estudiantil en Grecia contra la dictadura de los Coroneles (1967-1974); las movilizaciones obreras y estudiantiles contra  la dictadura franquista es España y en especial contra el Proceso de Burgos (celebrado en la sala de justicia del Gobierno Militar de esa ciudad, del 3 al 9 de diciembre de 1970).

Era años marcados por un enorme ascenso revolucionario, de luchas obreras y estudiantiles,  el inicio de una crisis económica del capitalismo sin precedentes desde 1929 (la llamada crisis del petróleo) y de la mayor derrota militar del imperialismo norteamericano, la de Vietnam. Para la historia quedó marcada aquellas icónicas imágenes de la retirada norteamericana el 29 de marzo de 1973.

En ese cuadro general, se había producido un serio revés: el golpe de Pinochet el 11 de septiembre de 1973. La contrarrevolución que, como siempre, aparecía pegada como sombra al cuerpo al proceso revolucionario, ponía, por enésima vez en la historia, el debate reforma o revolución al orden del día en todo el activismo obrero y estudiantil y alertaba a las direcciones de los grandes organizaciones obreras de oposición al régimen pero también, y mucho, al propio régimen franquista y a todos los sectores burgueses.

El 25 de abril una oleada de entusiasmo a favor de la revolución.

El 25 de abril convirtió Portugal en el punto más álgido de la lucha de clases a escala internacional, generó una enorme oleada de entusiasmo, en especial allí donde como en el Estado español la crisis de la dictadura preanunciaba su fin y el debate sobre la reforma o la revolución, la “reforma o ruptura”  estaba en el centro de las preocupación social, del debate en el activismo obrero y estudiantil.

Un texto que fue reseña y tarjeta de presentación en Europa de la corriente precursora de la LIT-ci: fue Revolución y contrarrevolución en Portugal, escrito por Nahuel Moreno. En él se abordaba la revolución portuguesa, su explicación, su dinámica, sus posibles perspectivas en términos de la lucha de clases, del desplazamiento de las clases sociales, cómo se expresaban, cómo se movían, y cómo las formaciones políticas y sociales expresaban esos desplazamientos de clase. Este es un problema crucial que las formaciones políticas y los análisis de la izquierda en general omitían. El testo, entre otras, alertaba en no perder de vista los movimientos de ¡todas las clases sociales!, no solo las dos grandes, la clase obrera y la burguesía, no olvidar a esos sectores de la pequeña burguesía, de las llamadas modernas clases medias, que acabarían jugando un rol decisivo en el curso tanto de la revolución portuguesa como de la transición española.

Cómo fue la reacción en las clases sociales y sus partidos en el Estado español ante la Revolución del 25 de abril

La primera reacción en el régimen franquista fue intentar aplicar el Pacto Ibérico, un acuerdo firmado en febrero de 1942 entre Portugal y España y rubricado personalmente por los dos dictadores, Francisco Franco y Antonio de Oliveira Salazar. Tras el 25 de abril, el entonces Presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro se dirigió a los EEUU ofreciendo el territorio y las FFAA españolas como base de apoyo para la “invasión de Portugal”. Madrid se convirtió en el centro operativo de la contrarrevolución portuguesa e internacional, refugio de los PIDE que campaban a sus anchas por la Gran Vía madrileña y de los militares de Spinola a partir del fracasado golpe del 11 de marzo 1975.

La revolución portuguesa abrió una importante crisis en el interior del Ejército franquista. En agosto de 1974, menos de 4 meses después del 25 de abril, se fundala Unión Militar Democrática (UMD).  Jóvenes capitanes, algunos comandantes de los 3 ejércitos y miembros de la Guardia Civil y de la Policía Armada, impulsaron esta organización y desde el primer momento entablaron vínculos con el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) de Portugal, que fueron su referente militar y político.

La UMD fue el intento más serio de abrir fisuras en el ejército franquista. Conscientes de la naturaleza del ejército franquista, de su génesis y su composición que le hacía distar mucho del ejército portugués su proyecto residía en mojar la pólvora, como ellos decían, si el régimen sacara  a la calle para aplastar el creciente ascenso obrero y estudiantil. La UMD fue una minoría dentro un ejército fraguado a sangre y fuego como instrumento de la dictadura. Un ejército cuyo papel lo definía así en 1968 el Almirante Carrero Blanco, mientras entregaba la faja y el Diploma del Estado Mayor a los militares de esa promoción:

«vayan ustedes preparándose para estar en el segundo escalón detrás de los aparatos policiales, porque el Ejército no tiene ningún objetivo ni enemigo fuera del país, en ninguna frontera y ningún lugar, todo es paz y estabilidad, el único enemigo que existe es el enemigo interior, el pueblo”. 

Esa crisis en el interior del Ejército se expresó también en el impulso de los Comités de Soldados en los cuarteles. Aparecieron Comités,organizaciones comola Unión Democrática de soldados (mayo 1975). Frente a las condiciones infames en los cuarteles, el servicio militar (la mili)  obligatorio y prolongado (entre 15 y 18 meses según el cuerpo) y el creciente temor a ser utilizados contra las crecientes luchas obreras y estudiantiles, la revolución portuguesa espoleó las reivindicaciones en la tropa. Se reivindicaba el Servicio militar de 6 meses, en el lugar de residencia; mejora de condiciones en los cuarteles –comida, higiene, asistencia sanitaria, alojamiento; Libertades democráticas; Libertad de objetores de conciencia; Abandono de las colonias…

Esa crisis en el ejército se vio incrementada por la decisión de la Dictadura de militarizar el transporte en las huelgas obreras. Así sucedió en Madrid en marzo de 1976 con la militarización de la  Empresa Municipal de Transporte (EMT), donde 300 militares y policías fueron colocados como conductores en 28 de las 80 líneas existentes entonces. Otro tanto había sucedido en la RENFE (ferrocarril) en enero de ese año.

La revolución portuguesa ayudó sobremanera al impulso de la lucha obrera y estudiantil. La caída de la dictadura más longeva en Europa occidental generó un enorme entusiasmo en una clase obrera rejuvenecida y muy combativa que protagonizaba la oposición al franquismo y que se organizaba en torno a las Comisiones obreras en las fábricas y los tajos.

Las medidas que la revolución portuguesa fue adoptando a partir de la derrota del golpe de Spinola  el 11 de marzo del 75 (nacionalización de la banca y las grandes empresas; expropiaciones de la tierra, independencia de las colonias) que obligaban incluso al Consejo de la Revolución portugués a tener que legalizarlas y hablar de “transición al socialismo”,  alentaron aún más esa lucha y supuso un enorme impulso a la convicción de que sostener la revolución contra la reacción exigía no disociar las tareas democráticas de las anticapitalistas, que la lucha por echar abajo la dictadura franquista, por lograr libertades democráticas plenas no podía garantizarlo más que el levantamiento de la clase obrera, su organización en torno a un programa obrero y socialista.

Para la burguesía así como para las direcciones de los partidos de oposición al régimen ese entusiasmo en el Estado español por la revolución portuguesa encendió todas las alarmas. Era extremadamente preocupante porque ese entusiasmo crecía a cada paso en una clase obrera y un movimiento estudiantil mucho más organizados y mucho más numerosos que en la propia Portugal antes del 25 de abril.

El imperialismo norteamericano, europeo y la burguesía española: evitar el contagio a toda costa, la modélica “transición española” 

Diferentes sectores burgueses, los monárquicos de Don Juan de Borbón (abuelo del actual Rey y padre del “Emérito”), liberales, sectores de la iglesia- Democristianos- burguesías catalana y vasca, en acuerdo con los aparatos socialdemócrata (PSOE), stalinista (PCE), la burocracia sindical y que arrastraron incluso (y desgraciadamente) hasta grupos de la denominada extrema izquierda (PTE, ORT, MCE) pusieron en pie las llamadas Junta Democrática -29 Julio 1974-, primero, la Plataforma de Convergencia democrática  -11 de Junio de 1975-depués y finalmente la unificación de ambas en la Coordinación Democrática el 26 de marzo de 1976.

Una parte sustancial del régimen franquista, incluyendo un enorme sector del aparato del régimen, político, militar, judicial y eclesiástico, acodada con los diferentes sectores burgueses y las direcciones del PSOE, PCE,CCOO y la recién reincorporada UGT, las base de la llamada Transición española, la «reforma», preservando las instituciones centrales del régimen franquistas, su ejército, sus jueces, su policía, sus cuerpos especiales, garantizándoles la impunidad, todo ello  bajo el sable de un nuevo bonaparte, designado porFranco y que sería coronado a su muerte, Juan Carlos de Borbón.

Los dirigentes del PSOE, PCE, CCOO, en especial estos últimos que eran quien mas autoridad tenían en la clase obrera, apostaron por convertir a la clase obrera en furgón de cola del proyecto burgués, enterrar la «ruptura» expulsando de sus partidos toda militancia contestataria.

Y aquí hay que reseñar el papel de ese otro sector social que se omitía en los análisis tanto en Portugal, como señala Moreno, como aquí, el de la pequeña-burguesía, las denominadas modernas clases medias, el sector decisivo en este movimiento y en el que se apoyaron los «nuevos partidos» como la UCD y hasta los llamados partidos de la izquierda.

El régimen franquista no había desconocido ni mucho menos este sector. Es conocida la anécdota narrada por el General Vernon Walters, militar y embajador norteamericano, cuando en su visita a Madrid enviado le preguntó a Francisco Franco en 1971, en una entrevista en el Pardo por orden del entonces presidente de EEUU, Richard Nixon, preocupado por qué ocurriría en España tras la muerte de Franco. El propio Franco le respondió así:

España irá lejos en el camino que desean ustedes, democracia, pornografía, drogas y qué sé yo. Habrá grandes locuras pero ninguna de ellas será fatal para España… porque yo voy a dejar algo que no encontré al asumir el gobierno de este país, hace cuarenta años: la clase media española. Diga a su Presidente que confíe en el buen sentido del pueblo español, no habrá otra guerra civil“.

El campesinado el gran beneficiado del franquismo, especialmente el castellano; el minifundismo industrial, el comercio y el ya incipiente fenómeno del turismo, extendían la pequeña propiedad, dando un enorme peso a esa base social que en una buena parte quería romper con el franquismo pero temía, como el demonio a la cruz, los procesos revolucionarios y a la clase obrera al frente de ellos.

Fue esa base social la que garantizó esencialmente la salida de “reforma” frente al peligro de la “ruptura”. En ella se apoyaron los sectores burgueses y los aparatos del PSOE, PCE, CCOO y UGT para garantizar mediante una reforma preservar lo esencial del viejo régimen franquista. Querían impedir que el proceso portugués se repitiera, corregido y aumentado aquí.

En esencia, la Transición española fue el modelo anti 25 de abril

Si la revolución portuguesa liquido la odiada policía política, la PIDE y estos fueron perseguidos por la población, en el Estado español ni un solo torturador y asesino de la Brigada Política Social pagó por algunas de sus tropelías, peor aún algunos como el célebre Bylli el Niño, murió el 6 mayo de 2020, en la cama, condecorado, con una pensión vitalicia que aumentaba con cada nueva condecoración que recibía. Jueces y militares franquistas campan hoy a sus anchas, mientras que aquellos hombres de la UMD pagaron con la cárcel y con su expulsión del ejército, siendo excluidos explícitamente de la Amnistía.   

Valga un dato para terminar. Quienes presumen de transición pacífica frente a “los peligros” que planteaba la revolución portuguesa, omiten hechos ostentosos de la realidad. Si bien, como decía Flor en su intervención, la revolución portuguesa del 25 de abril no fue pacífica, decenas de miles de angolanos, mozambiqueños o guineanos y más de 8.000 soldados portugueses perdieron la vida en esos 13 largos años de guerra colonial. En los hechos del mismo 25 de abril hubo 6 muertos esencialmente por el atrincheramiento de los PIDEs. La “pacifica transición española”, desde el 20 de noviembre de 1975 hasta el 31 de diciembre de 1983, se cobró 591 muertes, de los cuales oficialmente 188 por la llamada violencia política de origen institucional. Hay quedaron como muestra, solo por citar alguno, los abogados de Atocha o nuestra compañera Yolanda.


Este texto es la transcripción de la intervención que hizo Corriente Roja en el acto 50 años de la revolución portuguesa. Lecciones para la acción revolucionaria de hoy, organizado por las secciones europeas de la LIT-Ci.

Imagen: Manifestación del pasado 25 de abril en Lisboa en conmemoración del 50 aniversario de la Revolución de los claveles, en la que una delegación de Corriente Roja participó junto a nuestro partido hermano Em Luta.