No hay medio de comunicación que no hable de la recesión económica que se avecina. Las bolsas mundiales parecen un tobogán que baila al son de los tweets de Trump sobre la guerra comercial. Hay ya una recesión del sector industrial en el mundo, con la única excepción de China, cuyo crecimiento cada vez se recorta más. El Banco de España y el gobierno Sánchez ya han reconocido «una desaceleración más profunda de lo que pensábamos».

En realidad, a lo largo de estos más de 10 años desde la crisis financiera de 2007/08, nunca hemos salido de la depresión. En este tiempo la clase trabajadora ha sido salvajemente golpeada. Y lo mismo ha ocurrido con amplios sectores de las clases medias. Las condiciones de vida y trabajo de la inmensa mayoría social han sufrido una degradación sustancial, en exclusivo beneficio de una pequeña minoría parasitaria de banqueros y grandes empresarios, ahora más concentrados y poderosos que antes de la crisis. Y aún así, a pesar de su ofensiva antisocial, no sólo no han conseguido remontar la economía sino que la han aguantado artificialmente, mediante el Banco Central Europeo, dedicado a comprar deuda pública y privada y a entregar fondos ilimitados a los bancos al 0% de interés. Un remedio que a estas alturas ya no les da para más.

La nueva recesión que se anuncia se entrelaza, además, con la emergencia climática, cuyos efectos ambientales, sociales y económicos crecen cada día. Una emergencia climática que, más allá de los gestos hipócritas, los capitalistas son incapaces de atajar porque choca de frente con su razón de ser: la búsqueda del máximo beneficio.

La fragilidad de la economía española

En consonancia con Europa, la recesión industrial lleva ya tres trimestres instalada entre nosotros. En los siete primeros meses de este año casi 30.000 trabajadores industriales han sido afectados por EREs, un 85% más que en el mismo período del año pasado. De ellos, 5.600 en EREs de extinción. Entre los sectores afectados está el de la automoción, con despidos, supresiones de turnos y expedientes de regulación temporal, además de la no renovación de contrato de miles de trabajadores temporales. En el transporte aéreo nos enfrentamos a los planes de despido de Norwegian (660 trabajadores) y Ryanair (512). Acogiéndose a la reforma laboral, las empresas, pueden despedir arbitrariamente, sin ninguna cortapisa legal.

La recesión que viene tiene especial gravedad por varias razones. Esta vez la crisis afecta de manera directa a Alemania, la locomotora europea que representa el 28% del PIB de la UE y el 39% de su valor añadido industrial. Atrapada en medio del conflicto entre EEUU y China, la economía alemana se ordena alrededor de la exportación, principalmente a EEUU y China, de coches de alta gama y maquinaria avanzada. A su vez, una parte fundamental de la industria europea es suministradora de esta máquina exportadora en crisis. Este es el caso de la industria española, cuya dependencia es enorme, más si cabe desde la implantación del euro y la última crisis.

La fragilidad industrial española se expresa de forma particular en la automoción, de lejos el principal sector manufacturero. Este sector depende totalmente de multinacionales extranjeras, está concentrado en el montaje y no alberga ningún centro tecnológico, excepto SEAT. Y lo más grave: ninguna de las multinacionales presentes planea fabricar aquí sus coches eléctricos. Por el contrario, quieren seguir dedicando las plantas al montaje de los coches de combustión, en abierto declive.

La fragilidad se refleja igualmente en el peso desorbitado del turismo, acorde con la «especialización» de la economía española. Es el sector que más aporta al PIB español (15%) claramente por encima de la industria, con toda su carga de temporalidad, bajos salarios y pésimas condiciones de trabajo. En territorios como Baleares o Canarias más del 30% del empleo depende del turismo. Ahora, la quiebra de la agencia británica Thomas Cook ha dejado en evidencia la vulnerabilidad del sector, que podría colapsar si la situación económica se agrava en países como Gran Bretaña, Alemania o Francia.

Otro factor de fragilidad es la Deuda Pública, que alcanza la friolera del 100% del PIB y que se aguanta por el programa de compras masivas del Banco Central Europeo, que tiene en su poder el 25% de la deuda española y ha hecho que su coste sea artificialmente muy bajo. Una crisis financiera desequilibraría por completo las cuentas del Estado.

Lloviendo sobre mojado

Nadie sabe con precisión cuándo va a llegar la próxima recesión ni tampoco hasta qué punto la van a poder controlar (en la gran recesión de 2008-2013 se destruyeron 3,8 millones de empleos en el Estado español) Lo que está fuera de duda es que significará un fuerte aumento del desempleo y una nueva ofensiva contra los derechos laborales, las pensiones y los servicios públicos.

El problema es que ahora, a diferencia de 2008, llovería sobre mojado, sobre una clase trabajadora a la que se la ha impuesto ya un enorme retroceso laboral y social. Los servicios públicos están lejos de recuperarse de los grandes recortes sufridos, un 27% de la población vive por debajo del umbral de pobreza, un 14% de trabajadores son pobres y la precariedad afecta de lleno no sólo a los servicios sino a la industria. La situación de los 14.000 «riders», trabajadores de plataformas como Deliveroo, Glovo o Ubereats, es expresiva de hacia dónde nos quieren llevar: obligados a darse de alta como trabajadores autónomos, sin posibilidad de negociar sus condiciones de trabajo y sometidos a abusos sin control, reciben sueldos de 900 euros de los que deben restar gastos laborales de 450, incluida la cotización a la SS.

El papel de Sánchez y de los aparatos sindicales

Por supuesto, ante una nueva recesión los trabajadores no pueden esperar nada bueno de Pedro Sánchez, tanto si preside un gobierno apoyado en Pablo Iglesias como en la derecha. Su política va a estar totalmente sometida a los dictados de la UE y del Ibex 35; no va a tocar la reforma laboral de Rajoy; va a atacar el sistema público de pensiones con el argumento hipócrita de la «sostenibilidad» y va a intentar implantar la «mochila austríaca», precarizando aún más las contrataciones y amenazando las ya miserables indemnizaciones por despido. Sus promesas sociales serán humo y su «transición ecológica» un fraude.

Ya lo hemos visto estos meses decretando servicios mínimos que atentan frontalmente contra el derecho de huelga: 90% a los vigilantes de seguridad, 78% a los trabajadores de AENA, 80% en los trayectos del AVE y el 65% en media distancia, porcentajes similares en Ryanair.

Hemos visto también la vergonzosa sumisión de los burócratas sindicales de CCOO, UGT y USO a dichos decretos. Son estos mismos burócratas quienes han neutralizado la última subida del SMI de 8000 trabajadores de servicios auxiliares de Securitas y Prosegur, al permitir que los empresarios la compensaran absorbiendo los complementos salariales y no salariales. En cuanto a los EREs, en vez de plantar cara y unificar la respuesta, avientan el miedo y asumen los despidos desde el primer día.

Hay que prepararse

La respuesta a la recesión que viene tiene que comenzar ahora: haciendo frente a los planes de despidos y cierres de plantas que, en muchos casos, pertenecen a multinacionales que siguen luciendo elevados beneficios; haciendo frente en serio a los servicios mínimos abusivos; unificando las luchas; dejando claro a Sánchez que «gobierne quien gobierne, los derechos se defienden».

Responder a una nueva recesión nos va a exigir dar pasos sustanciales en la reconstrucción del sindicalismo de clase y en la recuperación del protagonismo de las asambleas de trabajadores. Nos va a exigir ligar las respuestas inmediatas con un programa de transformación socialista que incluya medidas de expropiación de los bancos, las energéticas y demás empresas estratégicas y ponga en marcha un plan general de reconversión ecológica de la economía basado en la plena garantía de los derechos de los trabajadores afectados, en una planificación democrática y en el control de los trabajadores y usuarios. Un programa que tiene un contenido europeo, es incompatible con la UE y nos lleva a luchar por una Europa socialista de los trabajadores y los pueblos.

Octubre 2019