El planeta está sumergido en una profundísima crisis ecológica, que amenaza con un colapso global del medio ambiente. De entre los numerosos problemas ambientales, quizá el que tiene mayor impacto es el cambio climático. En las ciudades españolas las temperaturas medias ya han subido 1,6ºC en los últimos 50 años [Observatorio de la Sostenibilidad, 2019], cuando según el IPCC (Panel Internacional de Expertos en Cambio Climático) el límite para evitar cambios descontrolados es de 2ºC. Es evidente que tenemos poco tiempo para revertir esta situación.

Desde la Cumbre de Rio de Janeiro en 1992, ha habido muchas cumbres internacionales, compromisos formales y discursos… Pero los hechos son difíciles de ocultar. Incluso la ONU dice literalmente en su recién publicado sexto informe Perspectivas del medio ambiente global que “el estado general del medio ambiente ha seguido deteriorándose” y que “es necesario adoptar medidas urgentes a una escala sin precedentes”.

Enfrentar el cambio climático significa reconvertir radicalmente los modos de producción, el transporte o la energía. Significa establecer estrictas normativas que primen la conservación ambiental sobre el beneficio privado de las grandes empresas, significa invertir en transporte público sostenible o acabar con la industria de los combustibles fósiles. Si algo es evidente, es que ningún fondo de inversión financiera está dispuesto a renunciar a sus multimillonarios beneficios “por el bien del planeta”. Y mientras tanto, los más perjudicados por la crisis ambiental seguimos siendo la clase trabajadora y el estudiantado.

Los gobiernos miran hacia otro lado, por eso se necesitan medidas anticapitalistas concretas, que aborden el problema de raíz:

  • Reconversión de la industria, limitación estricta a sus emisiones de gases de efecto invernadero. Nacionalización de las principales industrias.
  • Agricultura y ganadería local y bajo criterios sostenibles. ¡Reforma agraria!
  • Nacionalización de las grandes empresas energéticas. Apuesta decidida por energías renovables y medidas de ahorro.
  • Impulso de una amplia red de transporte público y sostenible para reducir el uso de vehículos privados.
  • Nacionalización de la banca para obtener los recursos financieros para estos planes. ¡Sin recursos no es posible llevar a cabo medidas concretas!
  • Control democrático por parte de los trabajadores y trabajadoras de los distintos sectores económicos. Produzcamos según las necesidades de la mayoría y las posibilidades del medio, y no por el beneficio de unos pocos.

Desde Corriente Roja celebramos la iniciativa de la juventud estudiantil

, y nos sumamos a esta movilización global. Además, animamos a todos y todas las compañeras que a nivel estatal e internacional se han implicado en la construcción de la huelga, para que, en futuras huelgas y movilizaciones por los derechos de los estudiantes y la clase trabajadora, se sumen, y poder construir conjuntamente un movimiento que asuma reivindicaciones sociales en todas las escalas, también en la ambiental. Incluyendo las reivindicaciones de la clase trabajadora ya que es la que hace funcionar las fábricas, los transportes o el sistema energético; ella es quien tiene la llave para cambiarlo todo. ¡Solo con la unidad obrero-estudiantil podremos tener posibilidades de controlar la producción y la energía! Llevemos este debate a las clases con la mayoría de los estudiantes y unifiquemos en cualquier lucha las reivindicaciones de la mayoría social, la lucha por nuestros derechos educativos y, a la vez, el combate por la conservación de los recursos naturales.

¡Exijamos a los gobiernos medias concretas para detener la crisis ambiental!

¡Por un modelo de producción y energético democrático, sostenible y anticapitalista!