Desde que la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Ayuso anunciara el adelanto de las elecciones en la Comunidad, han transcurrido varias semanas y ya se empiezan a escuchar algunas voces que empiezan a ponerse la venda antes de la herida y ante la más que presumible victoria de Ayuso, hacen uso de los tópicos de siempre y huyen conscientemente de hacer un análisis político riguroso y autocrítica alguna. Es el argumento de siempre: “la izquierda tiene que unirse”, “la gente de izquierdas nos peleamos hasta por una coma”, “los votantes de izquierda no podemos abstenernos frente a una derecha que siempre vota”, “tenemos que juntarnos y así parar a la ultraderecha y a la derecha”, “hay que movilizar el voto de los barrios humildes”, “la solución a nuestros problemas es ir a votar”. Es esa misma gente que cuando los resultados electorales no cuadran con la idea que se habían hecho en la cabeza, tratan al electorado de tonto e inculto y les culpabilizan de los mismos: “Tenemos lo que nos merecemos”, “Parece que nos gusta que nos roben”, “No hay quien entienda esto” …. Simplificando, de esta manera, el discurso y apelando a la ignorancia de la gente.
Los barrios y distritos del sur dan la espalda a Manuela Carmena
Manuela Carmena con la plataforma Ahora Madrid, lograba auparse a la alcaldía de Madrid en el año 2015. La candidata de Ahora Madrid, fue elegida alcaldesa de la capital gracias a los nueve votos del Grupo Municipal Socialista y a los 20 de su formación. Ahora Madrid fue la fuerza más votada en 11 de los 21 distritos de la capital (Arganzuela, Carabanchel, Centro, Latina, Moratalaz, San Blas, Usera, Vicálvaro, Puente de Vallecas, Villa de Vallecas y Villaverde), mientras que el PP ganó en los diez restantes. De esta manera se ponía fin a los 24 años del gobierno del PP. Esa misma noche tras los resultados y al grito de “Esa, esa, esa es nuestra alcaldesa”, Manuela Carmena se dirigía desde la Cuesta de Moyano a l@s asistentes de esta manera: “Tenemos que conseguir «de verdad» que Madrid sea una ciudad «decente, justa, equilibrada, innovadora, dinámica y acogedora”, “Tenemos la capacidad de conseguir lo que queremos”.
Lamentablemente, Carmena no tardó ni un mes desde la celebración de dichas elecciones, para salir públicamente a decir que albergaba serias dudas sobre la aplicación de algunas medidas de su programa electoral. Incluso fue más lejos cuando los periodistas le insistieron si eso no era engañar a los electores, atreviéndose a afirmar sin rubor alguno que para ella el programa no “era una Biblia”, sino una “lista de sugerencias, “no siento que ese programa me comprometa”. Llegando a calificarse como una persona de izquierdas “en el sentido de la defensa de la igualdad” pero a la vez subrayando que no pertenecía a la izquierda radical, “porque en España ese término está asociado a la violencia”.
Manuela Carmena, que se revelaba como el gran caballo de Troya del cambio, mostró su conservadurismo durante toda la legislatura. La remunicipalización de los servicios públicos del Ayuntamiento, uno de los aspectos centrales del programa electoral de la candidatura de Ahora Madrid en las elecciones pasó pronto al olvido. Renunció a la creación de un banco público municipal y tampoco resolvió uno de los problemas más urgentes de la capital: la vivienda. El caso de la vivienda resultó sangrante ya que el ayuntamiento fue incapaz de velar por los derechos habitacionales de la gente más golpeada por la crisis. Ahora Madrid, con Carmena al frente, terminaba su primer mandato con lo que llegó a denominar su mayor logro y uno de los titulares más repetidos sobre su gestión económica: “Madrid reduce su deuda”.

En septiembre de 2018 la alcaldesa de Madrid Manuela Carmena, que aspiraba a una nueva reelección, anunció su intención de concurrir a las municipales de 2019 dentro de una nueva plataforma diferente a la de Ahora Madrid. Su ruptura con Ahora Madrid para fundar un nuevo partido -de la mano de Íñigo Errejón- terminó de cortar cualquier atadura con el proyecto anterior. Concejalías de empresa, desalojos y pelotazos fueron parte del menú propuesto por Más Madrid. Carmena intentó vender como positiva -con grandes dosis de marketing- una gestión tibia en transformaciones que dio la espalda a las clases populares.

Puede resultar paradójico, pero tanto Más Madrid como el Partido Popular coincidieron en dos de sus promesas electorales estrella: desalojar el Centro Social La Ingobernable y aprobar la Operación Chamartín. Algo que en 2015 hubiese parecido impensable se tornaba trágicamente real. Finalmente Carmena no pudo reeditar la alcaldía porque much@s de sus votantes se sintieron engañad@s y tremendamente decepcionad@s. Algunos barrios y distritos del sur no perdonaron y le dieron la espalda a Carmena y a su nuevo proyecto: la abstención creció en Puente de Vallecas, Usera y Villaverde. Todo ello consecuencia de una política concentrada en las clases medias del centro y el abandono de las periferias.
Un gobierno de progreso para los de siempre
Las elecciones a la Comunidad de Madrid que tendrán lugar el próximo 4 de mayo, no pueden obviar que el gobierno actual es fruto de una coalición de partidos de los denominados de “izquierdas” (PSOE-Unidas-Podemos). Un gobierno que llegaba para derogar las Reformas Laborales, acabar con la Ley Mordaza, regular el precio de los alquileres, aprobar la Ley Trans, acabar con las inmatriculaciones de la iglesia, etc… Un gobierno que durante toda la pandemia se llenó la boca diciendo “que no dejarían a nadie atrás” y nos habló de un “escudo social” frente a la pandemia, que finalmente resultó ser una operación de salvamento de las grandes empresas y que ha dejado al desnudo el panorama actual: los EREs y despidos se han convertido en una verdadera sangría y las prometidas ayudas a l@s más desfavorecid@s no acaban de llegar (Ingreso Mínimo Vital). En realidad, no hicieron nada diferente a lo que han hecho habitualmente y una vez más volvieron a gobernar para la banca, las multinacionales y al dictado de la Troika.

Hablamos del PSOE de la reconversión industrial y la venta de los sectores más rentables de los años 80 y primeros del 90 de Felipe González; el PSOE de los GAL entre 1983 y 1987 y la permanencia en la OTAN; el de la Reforma Laboral de Zapatero en el año 2010 y la reforma del artículo 135 de la Constitución que antepone el pago de la deuda a cualquier gasto público y social. Y qué decir de su socio Unidas Podemos, que llegaron para acabar con el bipartidismo y el régimen del 78 y abrazaron, literalmente, al PSOE e hicieron de la Constitución del 78 su nuevo y revelador programa. Un Unidas-Podemos cuya presencia en el gobierno se limita a acompañar de manera “crítica” algunas políticas marcadas por el PSOE, manteniendo su absoluta “lealtad” al gobierno de coalición. Algo que quedaba meridianamente claro, justo cuando se cumplía un año del gobierno de coalición. En esa ocasión Pablo Iglesias afirmaba en una entrevista en TV: “Me he dado cuenta de que estar en el gobierno no es estar en el poder”. Añadiendo la debilidad de contar con tan solo 35 diputad@s a la hora de poner en marcha políticas sociales.

Sin embargo, lo que Iglesias no explicó es que las correlaciones de fuerza se cambian luchando y que cuando no se llama a la movilización social para arrancar las conquistas que no consiguen en el gobierno, a lo que conducen es a la frustración y a la desmovilización, creando falsas ilusiones de que mediante la vía electoral y un mayor número de escaños se pueden conseguir las medidas prometidas.

Cuando se siembran ilusiones y se cosechan decepciones la derecha se fortalece
Por el camino que se anuncia será inevitable, más pronto que tarde, el descontento con el actual gobierno. Cuando se siembran ilusiones en un “gobierno de progreso” y se cosechan decepciones es cuando se le hace el juego a la extrema derecha y se le entregan los gobiernos en bandeja. Defraudar a l@s trabajador@s y el pueblo no suele salir gratis. Acordarse de los barrios obreros solamente cuando hay elecciones es un insulto a esa gente que sufre a diario y pelea por salir adelante cada día. Llamar a la participación masiva de los barrios para frenar a la derecha, por parte de aquellos que nos intentan convencer de que es posible repartir la riqueza sin tocar los privilegios de los que más tienen es un discurso tramposo. La clase trabajadora conoce muy bien cuáles son sus necesidades y no vota en ocasiones porque no ve representados sus intereses y se siente traicionada por partidos que una y otra vez les han dejado en la estacada. Apelar repetidamente “al mal menor” o “al voto útil” en cada cita electoral, promueve el conformismo y la resignación para que al final sea la clase obrera quien renuncie a un cambio social profundo.

Por el contrario, los poderosos y clases más pudientes tienen mucho más claro quiénes son los que les defienden en las urnas. No todo se explica por ese dicho tan repetido de “que la derecha es de misa y voto y no falta nunca a la cita de las urnas”. Las razones son mucho más profundas y hay que encontrarlas en un sistema clientelar que se ha ido perpetuando y privilegia a las zonas más ricas y a importantes sectores de la burguesía, que es donde suele estar su granero de votos y aparecer ante ell@s como los grandes valedores de sus intereses.
La Pandemia de la Covid-19 ya nos anuncia que estamos a las puertas de una nueva y enorme crisis donde la desigualdad social, la miseria y la destrucción medioambiental marcarán el próximo período. Para nosotr@s la organización y la lucha es la mejor garantía para enfrentar los problemas y acabar con el sistema capitalista, y si en lo inmediato lo que queremos es echar a Ayuso y parar a la extrema derecha de VOX, no será con eslóganes ni con golpes de efecto sino con políticas sociales y determinación. La misma determinación que el pasado día 7 de abril demostraron l@s vecin@s del barrio de Vallekas que con sus gritos y pancartas en los balcones no permitieron que el fascismo campara a sus anchas. Ese es el camino.