Como él, seguimos manteniendo vivo el legado de su abuelo.

Por: Alexandra Guerrero

El día 16 de junio pasado, a los 97 años, en México, falleció a los 97 años, Esteban Volkov, nieto del revolucionario ruso Leon Trotsky. Esteban fue más que una de los innumerables testigos y víctimas del terror estalinista, cuya familia fue perseguida y diezmada, Esteban fue un incansable guardián de la memoria y del legado de su abuelo y de la revolución rusa.

Su propia vida y trayectoria son registros históricos de lo que significó el estalinismo. Era hijo de Zinaida Volkova, la hija primogénita de Trotsky. Nació en 1926, en Ucrania, en un período en el cual la entonces Oposición de Izquierda, encabezada por su abuelo, ya enfrentaba una dura persecución por su combate contra la burocracia estalinista. Vio como su padre era enviado y muerto en un Gulag [NdT: campo de concentración], y como su madre se suicidó frente a la persecución de Stalin.

En la adolescencia, fue a vivir con su abuelo, entonces exilado en México, na ciudad de Coyoacán. Allí fue testigo del atentado final de Stalin contra su familia y el brutal asesinato de Trotsky, en 1940, por el agente estalinista Ramón Mercader.

Se radicó definitivamente en el país latinoamericano, se graduó de ingeniero químico y participó de investigaciones para el desarrollo de la píldora anticonceptiva. Pero no siquiera el trauma causado por la barbarie estalinista fue capaz de apartarlo de la lucha por el socialismo. En la década de 1990, transformó la antigua casa de su abuelo en el Museo Casa de León Trotsky, y dedicó las últimas décadas de su vida al esfuerzo de mantener vivo el legado, las ideas y los principios de la revolución y del trotskismo.

Esteban murió, pero, en todo el mundo, los principios de la revolución y del marxismo, del cual Trotsky fue su legítimo heredero, permanecen más vivos que nunca. Ni el estalinismo, ni el imperialismo ni el reformismo o cualquier otro enemigo de la revolución y de la lucha del proletariado fueron capaces de acabar con eso.

En una de sus últimas entrevistas, recordó los principios que orientaban la actuación de su abuelo:

“Él tenía una fe absoluta que el socialismo determinaría el futuro de la humanidad. No tenía dudas. Pero el reloj de la historia se mueve más lentamente de lo que gustaríamos. La vida humana es muy corta comparada con los ciclos históricos. Pero es incuestionable que la humanidad necesita de una forma diferente de organización social si quiere sobrevivir.”