Los más recientes rigores de la crisis política pare­cen escenas de una co­media payasesca. La clase trabajadora, la juventud y el pueblo pobre asisten a los combates de arriba, pero saben que ninguno de ellos los representa.Redacción PSTU Brasil

El sórdido y corrupto Edu­ardo Cunha (PMDB-RJ), que ya tendría que haber sido acusado y encarcelado, después de haberse mantenido meses al frente de la presidencia de la Cá­mara, anclado en un acuerdo entre el PT y el PSDB, finalmente cumplió su chantaje al gobierno y admitió el pedido de impeachment contra la presidenta Dilma Rousseff (PT). Fue el final turbulento del acuerdo con el PT.

Cuando el diputado vio que sería difícil zafarse, resolvió apostar al impeachment para desviar la atención de su caso. Desde entonces, pospuso sucesiva­mente la reunión de la Comisión de Ética de la Cámara, que debe admitir el proceso que puede re­sultar en su acusación.

El gobierno, que está con la popularidad muy baja, por­que gobierna para los banqueros y arroja la crisis sobre las espaldas de los trabajadores, intenta ubicarse en una posición de mal menor. Explotando una pola­rización entre Dilma y Cunha, intenta colocarse como víctima del diputado estafador, que no tiene moral para conducir im­peachment alguno.
¿Quién da más?
Pero, el proceso de impeach­ment es el punto alto de una crisis que se profundiza cada vez más, parte de una crisis eco­nómica y social. Por abajo, hay un descontento que viene manifestándose en un proceso creciente de huelgas obreras, como la de los petroleros, y de luchas como la de los estudiantes se­cundarios de San Pablo.

En todo ese “caldo”, el gobierno del PT, el PSDB y el PMDB pelean entre sí para ver quién tiene más apoyo del empresariado y de los banqueros, para garantizar la gobernabilidad, o sea, para aplicar integralmente la política de ajuste fiscal en el país. La pelea entre los de arriba es para definir quién se queda con la parte del botín y para aplicar los efectos de la crisis sobre los trabajadores. De un lado está el PT y sus aliados. Del outro lado, el PSDB con Aécio. En el medio, el vice Michel Temer, que divulgó una car­ta desenfrenada a la Presidente, que se convirtió en una broma en las redes sociales, preanunciando su ruptura con el gobierno.

Toda la pandilla salió al campo para ganar el apoyo de los banqueros y del empresariado. Así, como aquellas novelas de amor de la TV, flirtean con la burguesía y ponen su fideli­dad a prueba. Es como un subasta, en la que cada uno intenta ofrecer algo más.

Dilma reafirma su com­promiso con el ajuste fiscal y promete reformas. Aécio (PSDB) critica al gobierno y dice que necesita recortar más. Incluso Te­mer va a reunirse con empre­sarios para hablar de su proyecto, que representa más ataques. Todos y cada uno de ellos tratan de mostrarse el más capaz para asegurar gobernabilidad al empresariado, los que tendrán mejores condiciones de atacar fuertemente a la clase trabajadora, para garantizarles la ganancia.

Los banqueros y los empre­sarios, que hasta ahora estuvieron en su mayoría al lado de Dilma, con la crisis están divididos. Asisten al relajamiento del pro­ceso y analizan los preten­dientes. Una parte, aún halla que Dilma es la menos peor. O­tra, halla que Aécio es más in­teresante. Otros, incluso, dan un guiño a Temer. Pero todos tienen certeza de una co­sa: quien sea el escogido, va a continuar aplicando el ajuste fiscal, tomando recursos de la salud y de la educación para dárselos a los banqueros y privile­giar a los empresarios. Solo hay un sin embargo: este compromiso, en la volun­tad de la burguesía, necesitaría ser rápido. Ella no quiere quedar a merced de esta crisis política. Quiere que el ajuste fiscal pro­siga rápido.
¿Qué es lo que cada uno quiere?
¡Fuera todos! Impeachment o impugnación por el TSE (Tribunal Superior Electoral) significan cambiar seis por media docena, mantener esos mismos ahí, que no representan a la clase trabajadora.

Dilma Rousseff: Quiere acabar pronto con el proceso de impeachment, librarse de la acusación y hacer avanzar el ajuste fiscal en el Congreso. Para eso, cuen­ta con aliados como Sergio Cabral, Eduardo Paes y Pe­zão, todos del PMDB de Rio de Janeiro, hasta ayer aliados de Cunha, además de varios banqueros y muchos empresarios.

Michel Temer: En caso de impeachment, Temer asume. Él, que cometió las mismas “resbaladas que Dilma, quiere mostrarse como alternativa para el empresariado, para ser presidente y, para agradar a banqueros y empresarios, defiende medidas como los recortes en salud y en educación, además de la ampliación de la edad mínima para jubilación, el fin de la indexación del salario mí­nimo para beneficios sociales, y el aumento del ajuste fiscal. Tiene apoyo, en este momen­to, del PSDB, especialmente de José Serra.

Eduardo Cunha: Quiere salvar su mandato y, por increíble que parezca, es el tercero en la línea de sucesión de la presidencia. Tam­bién está comprometi­do con el ajuste fiscal, con los bancos, con las empresas y con incon­tables propuestas reaccionarias y conser­vadoras.

Aécio Neves: Defiende el mismo pro­grama de Dilma. Quiere gobernar el país ahora o en 2018. Puede llegar a la presi­dencia si el TSE impugna la lista de Dilma y Temer de­bido a los gastos electorales o apoya el impeachment y trata de sacar al PT de la disputa en 2018.
Acuerdo: todos ellos quieren hacer que los trabajadores paguen el pato
La crisis económica se pro­fundiza cada vez más y ya comienza a ganar una cara de depresión. A inicios de diciembre, el IBGE (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística), divulgó los últimos números: caída del Producto Bruto Interno (PBI), la suma de todas las rique­zas producidas en el período, de 4.5%, en comparación con el mis­mo período del año pasado. Solo en 2015, la caída será de 3.7%. La economía se resquebraja, pero son los trabajadores los que sufren sus efectos. La tasa de desempleo sube a 9% y va a cerrar el año, probablemente, con 10%. Es el resultado de la eliminación de por lo menos 1.5 millones de em­pleos en el país. Al mismo tiem­po, avanza la inflación, sobre todo para los más pobres. El aumen­to en los precios acumula un alza de 10.45% solo en 2015.

La recesión, los ataques del gobierno, las denuncias de corrup­ción y el show de cinismo e hipo­cresía del Congreso Nacional for­man un escenario en el que basta una chispa para hacer explotar la paciencia en las calles. Es por eso que, al mismo tiempo, ellos te­men una explosión social.
Ni salir a las calles por “Quédese Dilma” ni para apoyar a Temer, Cunha y Aécio. Construir una alternativa de los trabajadores
Los trabajadores y la juventud no están asistiendo a esta situación pasivamente. El año 2015 estuvo marcado por fuertes huelgas, como la de los pe­troleros, que protagonizaron la más fuerte paralización desde 1995. Los estudiantes secunda­rios de San Pablo, con las ocupaciones y manifestaciones que enfrentaron a la policía, dieron un gran ejemplo de lucha.

Es necesario unificar las lu­chas y construir una huelga general, para defender los derechos de los trabajadores y hacer que los ricos paguen por la crisis.

Dilma, Temer y Aécio re­presentan los mismos interes­es: los intereses de los ricos. Parecen estar en lados opuestos pero defienden la misma políti­ca: ataques a los trabajadores.

Con el inicio de la tramitación del proceso de impeachment, partidos como el PSDB, el DEM y grupos ligados a ellos vuelven a convocar protestas por el im­peachment. Ellos quieren sacar a Dilma para poner a Temer o Aécio en su lugar, y muchos, incluso, defienden a Cunha.

Para el día 16 de diciembre, la CUT, MST, MTST y partidos como el PT y el PCdoB, convocan a actos para defender al gobierno de Dilma, al lado de Sarney, Re­nan Calheiros, Pezão y Ca­bral (PMDB), Collor de Melo y compañía.

Necesitamos construir una alternativa de los trabajadores contra estos dos campos de la burguesía. Una alternativa que nazca de la unificación de las luchas que se desarrollan ahora y que enfrentan tanto al gobierno del PT como a los gobiernos estadua­les del PSDB y la falsa alterna­tiva representada por el PMDB.
Pueblo que eligió también saca: ¡Elecciones generales YA!
Solo a través de la movilización y organización de los trabajadores podemos cambiar de ver­dad el Brasil, pues incluso las elecciones son controladas por el poder económico.

Pero, en tanto construi­mos, en la lucha y en las calles, una alternativa de los de abajo, exi­gimos ¡elecciones generales YA! Quiere decir: nada de sacar a Dil­ma para que gobierne Temer, Cunha o Aécio, o para que este Congreso de bribones que están ahí decida atacarnos aún más. Defendemos que se convoque a elecciones generales ya, para presidente, diputados, gobernadores.

¿Qué democracia es esta? Los gobernantes y la gran mayo­ría de diputados se eligen financiados por bancos, pres­tamistas, mineras, mienten a la población durante la campaña y, una vez electos, hacen lo contrario de lo que de­fendieron. No representan la voluntad del pueblo.

Defendemos, por lo tanto, re­vocabilidad de los mandatos. Si el pueblo eligió, necesita tener el de­recho de sacar cuando dejan de representar su voluntad.
Programa: Por un gobierno de los trabajadores, formado por consejos populares
Necesitamos de un gobierno de los trabajadores, sin patrones o corruptos. Un gobierno for­mado por consejos populares, en que los trabajadores y la población decidan, democráticamente, los rumbos del país.

Solo un gobierno de los trabajadores, apoyado en la lucha de la clase trabajadora, en su or­ganización en los lugares de trabajo, de estudio, en los barrios po­pulares, puede hacer que los ricos paguen por la crisis.

Traducción: Laura Sánchez.

Artículo publicado en Opinión Socialista N° 510, diciembre de 2015.-

Extraído de Sobre la crisis política en Brasil