Artículo de Soraya Misleh (militante de la LITci) sobre la prohibición, por parte del Estado de Israel, de entrar en tierras palestinas

La canción de Chico Buarque entonada en la frontera con la Palestina ocupada, controlada por Israel, el 31 de marzo, por parte de los integrantes da delegación brasileña venida del Fórum Social Mundial en Túnez no podía ser más apropiada. Bajo apartheid, colonización y limpieza étnica continuos por parte de Israel, los palestinos demuestran cotidianamente, a través de su resistencia, el sentido especial de esta canción.

Es que la misión humanitaria brasileña ha comprobado al recorrer las maltratadas tierras palestinas. Allí, todos los derechos humanos fundamentales son violados por Israel. La resistencia de los palestinos se traduce en su existencia históricamente. Ir a la escuela, al trabajo o al hospital demanda horas y enfrentar muchas dificultades y tratamiento deshumano. Los palestinos persisten, y son ejemplo de fuerza, ejemplo de un pueblo que jamás desiste. La sangre derramada a lo largo de casi 67 años, desde que Israel fue fundado bajo la limpieza étnica de  los palestinos (el 15 de mayo de 1948), sirve de fermento a la heroica resistencia de esta población. Las lágrimas por todo el sufrimiento, abandono y connivencia de gobiernos que, en la práctica, no hacen nada o muy poco para transformar esta realidad, siembran el camino de la lucha y lo mantiene fértil, en la certeza de la justicia de la causa.

Una demostración de la naturaleza de Israel fue vivida por la delegación brasileña ya en su paso por la frontera. Después de cinco horas de espera e interrogatorios a los 15 integrantes de la misión, le fue negada la entrada a dos (Mohamed Kadri y a mí), los dos únicos de origen y nombres árabes. La clara discriminación quedó evidenciada, como venimos denunciando hace tempo. A pesar de que las autoridades israelíes habían sido avisadas de nuestro viaje por el gobierno brasileño, y no habiendo en ningún momento expresado que algunos de los integrantes no podrían entrar en la Palestina ocupada, trataron con desdén este hecho.

En la frontera, los coordinadores de la misión presentaron los teléfonos de los representantes del gobierno brasileño, que nos esperaban, para que hiciesen contacto. La llamada policía de frontera informó que eso no les importaba. Ignoraron al gobierno brasileño, una afronta a uno dos sus socios preferenciales en los negocios, posición esta última que repudiamos.

Mientras ciudadanos brasileños de origen árabe enfrentaban esta situación de ser tachados de “amenaza a la seguridad de Israel”, una comitiva de empresarios israelíes circulaba libremente por estados brasileños en busca de contratos, ofreciendo sus tecnologías utilizadas en el “apartheid del agua”.  La empresa responsable por el abastecimiento de  los israelíes (Mekorot) es la que restringe de forma inhumana el acceso de los palestinos al líquido fundamental para la sobrevivencia. Y es con esa compañía que empresas de saneamiento brasileñas han firmado contratos. Nuestra exigencia por boicot a Israel y ruptura de las relaciones comerciales, militares y diplomáticas entre Brasil e Israel es una demanda más que justa. Un gesto efectivo de solidaridad al pueblo palestino.

El impacto de la prohibición de entrada a la Palestina ocupada a mí e Mohamad, por segunda vez, fue duro. Esta vez, en la perspectiva de amparo del gobierno brasileño, tuvo un efecto arrasador. Ser llamados de “amenaza”, como se fuésemos terroristas solamente por nuestro origen árabe (y viniendo de quien promueve el apartheid y la limpieza étnica), es inaceptable. Como descendiente de palestinos, esta prohibición suena como represalia por las denuncias que hemos hecho contra ese estado racista. Tenemos plena consciencia de que intentan con eso callar toda a toda la comunidad, como ejemplo de que si denunciamos la ocupación no podremos visitar más la tierra de nuestros ancestrales y abrazar a nuestras familias. Un  chantaje rutinario para que los palestinos permanezcan en silencio. Aún aguardamos del gobierno brasileño un posicionamiento firme para que se revea esa decisión absurda.

Es de hecho bastante triste no poder abrazar a nuestros familiares. Es indignante tener que pedir permiso para visitar la tierra donde mi padre nació y de la que fue arrancado violentamente en 1948, juntamente con 800.000 palestinos expulsados durante la limpieza étnica por parte de Israel, solamente en aquel período. Los números sólo aumentan. Es imposible contener las lágrimas, pero sabemos, como todos los palestinos, que la lucha no se hace sin sacrificios. Y es en los millones de refugiados a la espera del retorno a sus tierras, en el millón y medio de palestinos que hoy viven dentro de Israel, sometidos también a la discriminación y leyes racistas, y en los millones que sobreviven al apartheid que encontramos fuerza para seguir.

A los muchos que han expresado solidaridad, las palabras del poeta palestino Mahmoud Darwish: “Nosotros, palestinos, sufrimos de un mal incurable que se llama esperanza. Esperanza de liberación y de independencia. Esperanza de una vida normal, en la cual no seremos ni héroes ni víctimas. Esperanza de ver a nuestros niños ir a la escuela sin riesgos. Para una mujer embarazada, esperanza de dar a luz un bebé vivo, en un hospital, y no un niño muerto delante de un puesto de control militar. Esperanza de que nuestros poetas verán la belleza del color rojo en las rosas y no en la sangre. Esperanza de que esta tierra reencontrará su nombre original: tierra de amor y de paz. Gracias por cargar con nosotros el fardo de esta esperanza.”

A los demás integrantes de la misión humanitaria, ustedes son hoy nuestros ojos y voces.

Al Estado de Israel: a pesar de usted, mañana va a ser otro día.