LA LUCHA POR LA REFORMA DE LA INTERNACIONAL Y DEL PARTIDO

La lucha contra la degeneración estalinista llevó a un sector de la militancia bolchevique a agruparse en torno a la Oposición de Izquierda. Así el periodo que transcurre desde la enfermedad irreversible de Lenin (1923) y el triunfo del fascismo en Alemania (1933), es una década repleta de acontecimientos que concentra el surgimiento, organización y desarrollo de los bolcheviques-leninistas (Oposición de Izquierda) que encabezó León Trotski cuya lucha, entonces, estaba centrada en la reforma del Partido y de la IIIª Internacional.

Desde el día de su fundación la Oposición de Izquierda se impuso la tarea de reformar y regenerar a la Comintern mediante la crítica marxista y el trabajo fraccional interno” recordaba Trotski en julio de 1933. Esa orientación, decía “hacia la «reforma» (…) representó una etapa necesaria para el desarrollo del ala marxista de la Comintern; fue una oportunidad para educar a los cuadros bolcheviques leninistas y no pasó sin dejar su marca sobre el conjunto del movimiento obrero. (…) la Oposición de Izquierda no se ocultó, a sí misma ni a los demás, que una nueva derrota del proletariado, provocada por la política del centrismo [Stalin y la dirección de la Comintern, el centrismo burocrático], adquiriría inexorablemente un carácter decisivo y exigiría una drástica revisión de nuestra posición respecto de la disyuntiva: fracción o partido”

EL TRIUNFO DE HITLER Y EL CAMBIO DE ORIENTACIÓN

La llegada de Hitler a la cancillería de Alemania en 1933 sin oposición, marcó a juicio de Trotski la mayor derrota histórica de la clase obrera, mientras los dirigentes estalinistas alemanes, con el beneplácito de Moscú, seguían minimizando el hecho y hablando del carácter efímero del fascismo.

La traición en Alemania que abrió las puertas a Hitler coronaba en forma cualitativa los desastres de la política estalinista. Trotski entonces encabeza el cambio de orientación en la Oposición: “No hay nada más peligroso en política que caer atrapado por las propias fórmulas que ayer fueron apropiadas pero hoy carecen por completo de contenido. Desde el punto de vista teórico, el derrumbe del PC Alemán le abrió dos caminos a la burocracia estalinista: revisión total de la política y el régimen o, por el contrario, estrangulación total de toda señal de vida en las secciones de la Comintern. La Oposición de Izquierda se guió por esa posibilidad teórica cuando, al levantar la consigna de partido nuevo en Alemania, dejó planteado el interrogante de la suerte de la Comintern. Sin embargo, aclaró que bastarían con un par de semanas para tener la respuesta y que eran mínimas las esperanzas de que la misma fuera favorable”.

Y efectivamente, en apenas dos o tres semanas, el 5 de marzo, el Presídium de la IIIª Internacional respaldaba la política del Partido Comunista alemán que garantizó la victoria de Hitler, la definió como correctísima y prohibió toda discusión de lo ocurrido, sin que nadie se levantara contra tan vergonzosa prohibición. “Nada de congresos internacionales, nada de congresos nacionales, nada de discusiones en las reuniones partidarias, nada de polémicas en la prensa. Una organización que no despertó ante el tronar del fascismo y que se somete dócilmente a las infames prácticas burocráticas demuestra que ha muerto y que nada podrá revivirla. Es nuestro deber para con el proletariado y su futuro decirlo abierta y públicamente. Todo nuestro trabajo ulterior debe tomar como punto de partida el derrumbe histórico de la Internacional Comunista oficial.” (León Trotski, 15 de julio 1933)

LA LUCHA POR NUEVOS PARTIDOS Y UNA NUEVA INTERNACIONAL

Nuestro punto de partida no es la «insatisfacción» y «desilusión» subjetivas sino la marcha objetiva de la lucha de clases. Todas las circunstancias del desarrollo de la lucha de clases exigen imperiosamente la creación de una nueva organización de vanguardia, y sientan las premisas necesarias para hacerlo”. (León Trotski)

Es a partir de ese año, 1933, que comienza un proceso que culminaría en septiembre de 1938 con la fundación de la IVª Internacional. Pero si la nueva orientación estaba clara y la situación objetiva bullía tras los acontecimientos de Alemania, ¿por qué la Oposición de Izquierda demoró 5 años en realizar la Conferencia fundacional de la IVª Internacional?

El propio Trotski lo explicaba así: Evidentemente, nuestro giro no consiste en ‘proclamarnos’ a nosotros mismos como el nuevo partido. Ni mucho menos. Nosotros decimos: el partido alemán oficial está políticamente liquidado, no podrá resucitar; no queremos heredar sus crímenes. La vanguardia de los obreros alemanes debe construir un nuevo partido. Nosotros, bolcheviques-leninistas, les proponemos nuestra colaboración”.

Durante estos años, huyendo de actitudes autoproclamativas, la Oposición de Izquierda puso todo su empeño en agrupar a sectores que rompían con el estalinismo y la socialdemocracia.

EL CENTRISMO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IVª INTERNACIONAL

Los Escritos de León Trotski de 1933 a 1938 dan testimonio de las innumerables iniciativas, debates, participación en encuentros, etc… La convulsión desencadenada por el auge del fascismo, el colapso de la IIª Internacional socialdemócrata y la deriva de la burocracia estalinista que arrastró a la IIIª Internacional, generó un intenso y predominante movimiento de activistas, partidos, grupos que en la búsqueda de referencias políticas oscilaban entre el reformismo y la revolución. A ese fenómeno predominante en el movimiento obrero se le caracterizó como centrismo. «Por la misma esencia del término (…) significa oscilar entre dos polos -el marxismo y el refor­mismo-, es decir atravesar las distintas etapas del centrismo» (L.Trotski)

Comprender los rasgos más característicos del centrismo no era tarea fácil, insistía Trotski, «No es fácil; primero, porque debido a su ambigüedad orgánica el centrismo se adecua con dificultad a una definición positiva; se caracteriza más por lo que le falta que por lo que tiene»

Trotski señaló varias de esas características y peculiaridades del centrismo, entre ellas:

«En el terreno de la teoría, el centrismo es amorfo y ecléctico; en lo posible elude las obligaciones teóricas y tiende (de palabra) a privilegiar la «práctica revolucionaria» sobre la teoría, sin comprender que sólo la teoría marxista puede impartir una orientación revolucionaria a la práctica.

En el plano de la ideología, el centrismo arrastra una existencia parasitaria. Utiliza contra los marxistas revolucionarios los viejos argumentos mencheviques (Martov, Axelrod, Plejanov), generalmente sin sospe­charlo siquiera. (…)

El centrismo está muy dispuesto a proclamar su hostilidad hacia el reformismo, pero nunca menciona al centrismo. Además, considera que la propia defini­ción de centrismo es «poco clara», «arbitraria», etcé­tera; en otras palabras, al centrismo no le gusta que lo llamen por su nombre.

El centrista, siempre inseguro de su posición y sus métodos, odia el principio revolucionario que plantea decir las cosas tal como son. Tiende a sustituir la política principista por las maniobras personales y la diplomacia menuda entre las organizaciones.

La posición del centrista entre el oportunista y el marxista es análoga, en cierto sentido, a la del pequeño burgués entre el capitalista y el proletario: se humilla ante el primero y desprecia al segundo.

En el plano internacional el centrista se caracteriza, si no por su ceguera, por lo menos por ser corto de vista. No comprende que en la época actual sólo se puede construir un partido revolucionario nacional como parte de un partido internacional. Al elegir sus aliados internacionales es menos cuidadoso todavía que en su propio país».

Para la Oposición de Izquierda era clave la comprensión de este fenómeno del centrismo frente a los procesos de «unificación de los marxistas» que se abrían porque a juicio de Trotski: «La nueva internacional podrá avanzar fundamentalmente a expensas de las tendencias y organizaciones ahora predominantes. A la vez, la internacional revolucionaria no se puede formar de otro modo que a través de la lucha constante contra el centrismo».

EL BLOQUE DE LOS CUATRO

El “predominio del centrismo» obligaba a la Oposición de Izquierda a definir la dinámica de esos grupos centristas, el curso de su evolución. «Muchas veces hemos hablado en nuestros artículos sobre el carácter heterogéneo del centrismo; com­prende a todos los matices de transición entre el reformismo y el marxismo o -que no es lo mismo- entre el marxismo y el reformismo. Es imposible com­prender al movimiento centrista únicamente a través de sus declaraciones y documentos actuales. Debemos estudiar la historia de su desarrollo y vigilar la direc­ción de su evolución» (L.Trotski)

Esa política de vigilar la evolución, el sentido de la flecha, si va de la derecha a la izquierda, o por lo contrario evoluciona de la izquierda hacia la derecha, es decisiva. Este cruce de evoluciones en sentidos opuestos genera un terreno donde el centrismo más progresivo, el que evoluciona hacia la izquierda, se encuentra en el camino con el que viene girando en sentido inverso y se crea ahí un interregno de amalgama y confusión propicio para el eclecticismo y lo amorfo.

El 27 y 28 de agosto de 1933 se celebró en Paris la Conferencia de organizaciones socialistas y comunistas de izquierda que reunió a «catorce partidos, organiza­ciones y grupos de naturaleza y tendencias sumamente heterogéneas»

En esa Conferencia participó la Oposición de Izquierda Internacional llevando su propio programa. ¿Qué sentido tenía participar en un encuentro de fuerzas tan heterogéneas? El propio Trotski lo explicaba así: «con el objetivo de ayudar a la separación principista de los reformistas y los centristas y nuclear a las organizaciones revolucionarias homogéneas»

Ese criterio resultaba opuesto a la presión dominante por la «unificación marxista» y por tanto fue tildado de sectario.

En rigor Trotski y la Oposición de Izquierda tan solo hacían que seguir el criterio de Lenin en la fundación y desarrollo inicial de la IIIª Internacional. «Las «veintiún condiciones» para ser miembro de la Internacional Comunista, elaboradas en su momento por Lenin para diferenciarse resueltamente de todo tipo de reformismo y anarquismo, adquieren nuevamente en esta etapa una urgente actualidad. Por supuesto, no nos referimos al texto de este documento, que habrá que cambiar radicalmente de acuerdo a las condiciones de este período moderno, sino a su espíritu general de intransigencia marxista revolucionaria». (L.Trotski)

El resultado de aquella Conferencia fue la declaración firmada por cuatro organizaciones (la Oposición de Izquierda Internacional, el SAP de Alemania, el RSP y el OSP de Holanda) el denominado Bloque de los cuatro que comenzaba su andadura en construir la IVª Internacional. Ahí los grupos estaban llamados a trabajar sobre los documentos programáticos y estratégicos que encaraban los problemas de la construcción económica de la URSS, el régimen del parti­do, la política del frente único, el camino de la revolución española, la lucha contra la guerra, la lucha contra el fascismo, etcétera. Puntos cuyas conclusiones básicas la Oposición de Izquierda había resumido en los «once puntos» de su precongreso internacional. Y añadían: «De más está decir que, por nuestra parte, conside­raremos con la mayor atención todas las tesis, resolu­ciones y declaraciones programáticas en las que otras organizaciones aquí representadas hayan expresado o puedan expresar su caracterización de los objetivos y perspectivas»

EL CENTRISMO NUNCA MENCIONA AL CENTRISMO

En la declaración de los cuatro Sobre la necesidad y los principios de una nueva internacional se podía leer: «Aunque dispuestos a cooperar con todas las organizaciones, grupos y fracciones que realmente evolucionan desde el reformismo o el centrismo burocrático (estalinismo) hacia la política del marxismo revolucionario, los abajo firmantes declaran al mismo tiempo que la nueva internacional no podrá tolerar ninguna conciliación con el reformismo o el centrismo».

Se desarrolló a partir de ahí un arduo trabajo que tenía como tareas centrales la elaboración de un manifiesto programático que fuera la base principista de la nueva Internacional; «Preparar un análisis crítico de las organizaciones y tendencias del movimiento obrero actual y elaborar tesis sobre todas las cuestiones fundamentales que hacen a la estrategia revolucionaria del proletariado» (26 agosto 1933).

Sin embargo el Bloque no avanzó pese a los esfuerzos de la Oposición de Izquierda. El centrismo predominante se fue agrupando en torno a la I.A.G. (Internationale Arbeitsgemeinschaft) un agrupamiento internacional constituido a partir de la citada conferencia internacional de agosto de 1933. La I.A.G. agrupaba a los partidos que opinaban que la creación de una nueva internacional no podía ser más que la consecuencia de un «proceso histórico», oponiéndose pues a los partidarios de la construcción de la IVª Internacional. No faltaban en ese agrupamientos viejos comunistas en crisis con el aparato estalinista que asumieron las funciones de coordinación desde un «Buró internacional para la unidad de los socialistas revolucionarios», con sede en Londres.

A la espera que el «proceso histórico» lograra crear una nueva y buena IVª Internacional, como reseñaba irónicamente Trotski, estos partidos fueron enfilando sus críticas contra los partidarios de construir la IVª Internacional. Para estos grupos la lucha política, la delimitación programática y estratégica del reformismo y del centrismo pasaba por participar en Conferencias y encuentros, «estar ahí», no quedar «aislados». Las maniobras y la diplomacia sustituían la firmeza de principios y la claridad ideológica, lo que les empujaba a cada paso a hacer seguidismo de los giros y oscilaciones tanto del centrismo burocrático estalinista, como de los partidos socialdemócratas.

LA UNIDAD MARXISTACON ORGANIZACIONES CASERAS

Uno de los grupos nacido de las propias filas de la Oposición de Izquierda que más fue sucumbiendo a esas presiones y acabó abrazando la política del centrismo fue la Izquierda Comunista Española, encabezada por Andreu Nin y Juan Andrade.

El auge del fascismo, la polarización social, la lucha obrera, hacían sentir en los luchadores/as de la juventud y la clase obrera la imperiosa necesidad de unir fuerzas. Pero el legítimo y necesario sentimiento de unidad en la clase obrera, lejos de eximir a los revolucionarios, les obligaba más que nunca a señalar los terrenos de la unidad, las distintas formas de ésta y sus tareas, sin amalgamarla, sin convertir la «unidad» en un «significante vacío» bajo el que se oculta lo opuesto a ese necesidad objetiva de la clase obrera.

La posición de la ICE incidió decisivamente en el distanciamiento de grupos del Bloque de los Cuatro y empujándolos a la oposición a la fundación de la IVª Internacional al tiempo que sucumbían a la políticas reformistas.

Andreu Nin anunciaba así en el periódico La Batalla el acuerdo de fusión la Izquierda Comunista de España (ICE) con el Bloc Obrer i Camperol (BOC) que daría lugar a la formación del  Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) en 1935.

«Además de que la bandera de la unificación es popularísima, no hay absolutamente, en la actualidad, ninguna diferencia fundamental de principios ni de táctica entre las dos organizaciones. En estas circunstancias, permanecer separados sería no solamente absurdo, sino criminal. Como lo demuestra la facilidad con que hemos llegado a un acuerdo para fijar las posiciones políticas del nuevo partido, nuestra coincidencia es absoluta. Y esta feliz coincidencia, tan rica en promesas, se ha logrado sin que ni el BOC ni la Izquierda Comunista hayan tenido que hacer concesiones que por su importancia signifiquen un sacrificio. […] El partido resultante de la fusión viene a la palestra obrera con un programa claro y definido y con la voluntad inquebrantable de luchar por la unificación de todos los sectores del marxismo revolucionario en la potente organización política de que tiene necesidad urgente el proletariado de nuestro país”. 

Así de claro, ¿ninguna diferencia fundamental de principios, ni de táctica?; ¿coincidencia absoluta? ¿Cómo era posible eso si el BOC de Maurín se alineaba con el sector más restauracionista del capitalismo de la burocracia soviética, el encabezado por Bujarin? ¿Cómo era posible la coincidencia absoluta cuando el BOC había combatido desde el primer momento todo intento de trabajar por construir la IVª Internacional? El propio Andreu Nin había combatido enérgicamente las posiciones del BOC y Maurín en aspectos centrales de principios, estratégicos y programáticos: Fiel a su concepción “nacional” de la revolución, que tan excelente acogida halló entre la intelectualidad pequeñoburguesa de Madrid, Maurín empieza por afirmar que “la revolución española no ha de parecerse a la rusa”, Que los sindicatos desempañarán en la revolución española un gran papel no ofrece la menor duda. Pero afirmar que puedan sustituir a los soviets es perpetuar el prejuicio sindicalista, tan arraigado desgraciadamente en nuestras masas, e inculcar a las mismas la creencia en la posibilidad de la victoria de la revolución sin la existencia de un partido comunista”.

Todo el poder al proletariado”, lanzada por el BOC. Por lo demás, esta posición, aparentemente radical, no hace más que cubrir una política netamente reformista. ¿No resulta cómico ver al BOC predicar la toma del poder por el proletariado y, al mismo tiempo, realizar una propaganda que tiene más de radical burguesa que de comunista? (…) Desde hace algunos meses [Maurin] se ha unido al coro de los “antitrotskistas”, y, en la lucha contra nosotros, acude a los recursos habituales de la burocracia stalinista: la falsificación de los hechos, el ataque personal y las exclusiones (…) Afortunadamente, la Oposición Comunista de Izquierda, tiene no sólo un gran caudillo, sino una doctrina, una táctica, una colaboración internacional. ¿Puede decir lo mismo el Bloque Obrero y Campesino que no tiene, no digamos ya un gran caudillo, sino ni doctrina, ni táctica, ni el contacto vivo y contundente, indispensable para toda acción eficaz, no ya con los comunistas de fuera de España, sino aún con los de más allá del Ebro? El BOC no es más que una organización casera, y con organizaciones caseras no se hacen las revoluciones” (Andrés Nin, El Soviet, nº 2, 22 octubre 1931, las negritas son mías).

Los dirigentes de la ICE con la formación del POUM mostraron que la política de la «unidad de los marxistas» lejos de ayudar a la separación principista de los reformistas y los centristas, acabó arrimando a los propios revolucionarios al molino del reformismo, al pantano del centrismo.

El resto de la historia ya es conocida, el POUM acabó siendo un ariete contra la IVª Internacional, acabó firmando el Pacto del Frente Popular que garantizó a la burguesía derrotar la revolución obrera en curso y abrió así las puertas a Franco y Nin acabó como ministro de un gobierno burgués de colaboración de clases. Desgraciadamente lejos de no aislarnos esa política aisló al POUM y facilitó la miserable maniobra estalinista y del Gobierno del Frente Popular que acabó disolviendo el POUM, deteniendo a sus dirigentes y acabando con la vida de Andreu Nin. Refiriéndose a todos los centristas el viejo Trotski recordaba aquella frase de un escritor francés: “Si uno oculta su alma a los demás, al final ni uno mismo podrá encontrarla.”

LA UNIDAD DE ACCIÓN Y LA LUCHA CONTRA EL REFORMISMO Y EL CENTRISMO

Quienes desde el centrismo de antaño y el actual siguen reivindicando la política del POUM critican a Trotski por su supuesto sectarismo. El desprecio por la teoría, por la tradición y la experiencia histórica de la lucha revolucionaria, les empuja a confundir firmeza de principios con sectarismo.

Trotski entonces, como nosotros/as hoy, no negó la unidad de acción ni con el diablo si fuera menester en torno a un punto u objetivo concreto siempre y cuando ayudara a resolver o empujar las reivindicaciones obreras o de los/as oprimidos. Trotski no escatimó nunca un solo esfuerzo en la lucha por el Frente Único, fue él quien escribió las tesis sobre las Tácticas del Frente Único aprobadas en 1922 en la IIIª Internacional: «El problema del Frente Único -a pesar del hecho de que es inevitable una escisión en esta época entre las organizaciones políticas que se basan en el voto- surge de la urgente necesidad de asegurarle a la clase obrera la posibilidad de un Frente Único en la lucha contra el capitalismo» (marzo de 1922 Pleno del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista). No en vano y contra la política liquidadora del estalinismo, fue Trotski el más decidido impulsor del Frente Único contra el fascismo en Alemania para intentar impedir el triunfo del nazismo.

El combate al reformismo y al centrismo, lejos de ser incompatible, está obligadamente vinculado a la lucha por la unidad de acción y el Frente Único. No hay duda en que es necesaria la más amplia unidad de acción en defensa del Sistema Público de Pensiones y la plataforma que el movimiento pensionista levantó en las calles. Pero ¿es posible hoy esa unidad de acción sin combinar esa lucha con un combate frontal con los partidos y sindicatos que en aras de sostener al gobierno de «progreso», PSOE-UP, han puesto todo su empeño en la desmovilización, la liquidación de las reivindicaciones originarias de ese movimiento y la destrucción de los organismos unitarios construidos al calor de la lucha? No hay duda en que es necesaria la más amplia unidad de acción en defensa de la convocatoria de un referéndum democrático sobre la Monarquía. Pero ¿es posible hacerlo sin combatir frontalmente a los que desde el gobierno progresista sostienen a este régimen y se siguen negando a una consulta democrática básica y son acérrimos defensores de la Constitución monárquica? ¿Es necesario frente la catástrofe social que la pandemia y la crisis económica que la precedió y la acompaña ahora lograr la máxima unidad de acción de la clase obrera y la juventud para que no sigamos pagando la crisis los de siempre? Y esa necesidad imperiosa ¿es posible sin confrontar de manera directa con la burocracia sindical de CCOO y UGT y los Partidos que los sostienen desde el gobierno y las instituciones? ¡No hablemos ya de acabar con el sistema capitalista, el régimen monárquico y esa Unión de Mercaderes y expoliadores de pueblos que es la llaman Unión Europea! ¿Y es posible cambiar esta sociedad, hacer la revolución que necesita, sin combatir a sus acérrimos defensores de “derecha”, de “izquierda” y de “centro”?

DECIR LAS COSAS TAL COMO SON, NO SUSTITUIR LA POLÍTICA PRINCIPISTA POR LAS MANIOBRAS Y LA DIPLOMACIA ENTRE LAS ORGANIZACIONES.

Al llevar a cabo acercamientos con otros partidos en aras de posibles unificaciones, como fue durante el proceso antes señalado en la construcción de la IVª, Trotski no confundió la intransigencia en los principios y la firmeza ideológica con el ultimatismo hacia los otros partidos. En su debate con el SAP alemán decía:

«En el SAP como en otras organizaciones hay miles de obreros (…) [que] jamás estudiaron ni se pusieron a pensar en la política de Stalin en China, en Bulgaria, en España. Exigirles que reconozcan de manera puramente formal lo correcto de nuestra posición respecto de los problemas enumerados más arriba no tendría sentido. No se puede realizar de un sólo golpe un largo trabajo de propaganda. Pero sí es correcto que exijamos a los dirigentes que asumen la responsabilidad e iniciativa de formar un partido proletario independiente que expliquen su actitud hacía los problemas fundamentales de la estrategia proletaria, y que no lo hagan en forma abstracta y general sino en base a la experiencia viva de la generación actual del proletariado mundial. A los dirigentes tampoco les planteamos mecánicamente los problemas. Los decimos: «Antes de llegar a una resolución definitiva sobre nuestra colaboración, que nosotros deseamos lo más estrecha posible, es necesario tener la plena seguridad de que compartimos una misma posición respecto de los problemas fundamentales de la estrategia proletaria. He aquí nuestras posiciones, formuladas al calor de la lucha en distintos países. ¿Cuál es su actitud hacia estos problemas? Si ustedes no tienen posiciones definidas al respecto, tratemos de estudiarlos juntos, empezando por los problemas políticos más inmediatos y candentes.» Creo que esta forma de plantear la cuestión no esconde ni pizca de sectarismo. En general, los marxistas no pueden plantearla de otro modo. Es preciso agregar que estamos dispuestos a colaborar en la acción sin esperar una respuesta definitiva a todos los problemas en discusión»

El método y los criterios de Trotski fueron lo opuesto a los que proclamaron o proclaman hoy la necesidad de unir a los marxistas o unir a los trotskistas y se proponen hacerlo en base a la «necesidad objetiva» y las declaraciones de principios en general sin testar las posiciones que se adoptaron ante los hechos centrales de la lucha de clases, sea la posición ante la URSS entonces o el balance de la restauración capitalista ahora; la actitud ante la guerra en los años 30 o la posición ante la revolución y la guerra en Siria hoy; la actitud entonces y ahora ante los Parlamentos burgués, la política frente a la burocracia y la lucha por los organismos de Frente Único; la democracia obrera y el régimen del Partido que se quiere construir y por encima de todo su vinculo con el partido mundial, con la reconstrucción de la IVª Internacional.

La unificación de los “marxistas revolucionarios” en base a “acuerdos generales” es mucho más parecida a la política del centrismo que al legado de León Trotski.

Se hace imprescindible recordar el legado de Trotski en estos tiempos en los que la situación mundial de bancarrota del sistema capitalista, de avance de la barbarie en medio del colapso ecológico, la pandemia mundial y la catástrofe económica que nos asola. La desproporción entre las bases objetivas para una revolución socialista y las condiciones subjetivas, del desarrollo de los organismos en la clase obrera y un partido revolucionario mundial con influencia en la clase, está más presente que nunca. Eso nos obliga a no olvidar ese parte del legado de Trotski acerca de la unidad de acción, el Frente Único y la construcción de un partido revolucionario con todos esos grupos, sectores o activistas individuales que con todos los matices transitan del reformismo al marxismo.