El conflicto de Alcoa en defensa de los puestos de trabajo ha destapado la nueva reconversión industrial que se viene. La destrucción de la llamada industria electrointensiva -eufemismo de industria pesada con un gran consumo de electricidad-, que en Galiza afecta a 5000 trabajadores / as directos (Alcoa, Ferroatlántica, Finsa, Megasa,…) y a CEMEX en Almeria, Vestas en Leon, etc., se une a los EREs presentados en empresas del telemarqueting como Vodafone, Extel y otras o del comercio como DIA.

El cierre de centrales térmicas de carbón para el desarrollo de las energías «verdes», así como la llamada «uberización» del taxi, que no es otra cosa que seguir el ejemplo de Amazon en la organización del trabajo destruyendo al pequeño comerciante y autónomos, son parte de esta reconversión industrial que se está produciendo en el Estado Español… y no sólo.

La crisis que detonó ya hace más de 10 años, en el 2007, fue sorteada por el sistema con una combinación de desmantelamiento de las conquistas que quedaban del Estado del Bienestar (privatizaciones de servicios públicos y empeoramiento de las condiciones de trabajo de la clase obrera), el incremento del saqueo de las riquezas a nivel mundial por parte de potencias hegemónicas, la de «siempre» y la «emergente», y una sucesión de burbujas especulativas que vinieron a sustituir la del ladrillo.

Fueron las burbujas de la agroindustria, de la megaminería, de los campeonatos del mundo de fútbol (Brasil) o las olimpiadas, … Fue la burbuja de la deuda soberana de los estados, como la que arruinó a Grecia, endeudó al Estado Español, a Italia, etc. Los especuladores jugaron a la ruleta rusa con la deuda de los estados, a los que después se les imponían brutales recortes para pagar los platos rotos de la especulación.

En este cuadro, y desde el 2014, se habla de recuperación de la economía. Pero esta recuperación tiene las patas cortas; la tasa de ganancia no ha recuperado los niveles que tenía en los años previos a la crisis, y esto se expresa en las raquíticas tasas de crecimiento del PIB mundial, que alrededor de un raquítico 3%. Ningún estado decisivo para la economía mundial, desde los EE UU hasta la India, pasando por Europa, China o Japón tiene tasas de crecimiento de dos díxitos que tiren de la economía; al revés, la tendencia de todos ellos es a la baja. Y ya se sabe que el PIB es una manifestación desvirtuada, meramente contable, de la tasa de ganancia, pues incorpora no solo elementos de la economía productiva como los precios de los productos, sino también improductivos, como los gastos de la administración.

Ahora que tras cuatro años de relativo crecimiento aparecen de nuevo los nubarrones de una nueva recesión, los grandes capitales de los diferentes estados toman posiciones para enfrentarla en mejores condiciones; se fortalecen las tendencias autocráticas en las políticas de los gobiernos, y se agudizan las contradicciones entre los grandes capitales, y estos con los pequeños; agudización que si nada lo remedia, pagaran la clase obrera en sus condiciones de vida y trabajo.

Por ejemplo. El conflicto de Alcoa no solo es un conflicto entre la empresa y los trabajadores, que lo es, porque son ellos los que pagan los platos rotos de la competencia intercapitalista; es también un conflicto entre la industria multinacional del aluminio yanki y la industria multinacional eléctrica española, que impone las tarifas eléctricas más altas que el resto de Europa. Alcoa quiere cerrar Galiza y Asturias, porque le es más rentable producir en Arabia Saudí. De esta marcha de Alcoa de Europa, se beneficia otra de las grandes del aluminio mundial, la noruega, Norsk Hydro ASA, que, entre otras cosas, paga la electricidad a un tercio que en el Estado Español.

Al no haberse recuperado la tasa de ganancia en niveles rentables para los capitalistas, se agudiza la tendencia a la concentración y centralización de capital, lo que traducido a términos políticos supone una nueva división del trabajo a nivel Europeo y mundial, con la desindustralización de zonas enteras al servicio de los intereses de aquellas que tienen más poder económico e industrial.

El Estado Español encara esta nueva reconversión con las alas industriales ya cortadas en las anteriores. En los 80 el gobierno del PSOE destruyó lo fundamental de industria española, desde la siderugia hasta los astilleros, para que el capital alemán y europeo les dieran visto bueno en la CEE (antecesora de la UE). En los 90 el gobierno del PP remató lo que quedaba, con las privatizaciones de Endesa, Telefónica, etc. No fueron procesos sin lucha; al revés hubo durísimas movilizaciones contra las dos reconversiones, pero fueron derrotadas y se rompió la columna vertebral,el hilo rojo de la clase obrera del Estado Español.

Aunque fueron duras las luchas, las cúpulas sindicales de aquél momento (CCOO sobre todo) no impulsaron en ningún momento la unificación de las movilizaciones en una huelga general estatal en defensa de la nacionalización de la industria, y, sobre todo, inauguraron el método de desmovilización que ahora es la norma: en vez de luchar por todos los puestos de trabajo, la movilización se reducía a presionar para negociar «indemnizaciones/prejubilaciones por puestos de trabajo».

Ante la nueva reconversión, en curso, no podemos cometer los mismos errores. La desindustrialización del Estado Español y de amplias zonas de la Unión Europea, es un plan de conjunto del que resultará una nueva división internacional del trabajo, y así hay que encararlo. Repetir el aislamiento de las luchas como se hizo en los 80 y 90, así como convertirlas en un elemento de presión en el “mercadeo de indemnizaciones por puestos de trabajo”, es el primer paso para la derrota de los trabajadores y trabajadoras…. que pagaremos todos y todas.

La defensa de todos los puestos de trabajo, de las condiciones de vida y laborales,… pasa por derrotar al capital y sus gobiernos, poniendo en el centro la lucha por la nacionalización de todas las empresas con EREs, ERTs y demás medidas de destrucción de empleo. Mas no una nacionalización simple, en la cual el estado se hace cargo de las empresas, para una vez saneadas, venderlas de nuevo al capital privado, sino una nacionalización bajo control de los trabajadores / as, puesta al servicio de las necesidades sociales, como parte de un plan de emergencia social y nacional que de una salida obrera y popular a la crisis.

Las cúpulas sindicales que dirigieron la lucha contra las anteriores reconversiones demostraron que sus propuestas solo sirvieron para derrotar a los trabajadores /as, ante esta nueva reconversión se hace necesario que el sindicalismo combativo y de clase, unifique sus esfuerzos y avance en la confluencia de todas las luchas que hoy se producen, desde Alcoa hasta Cemex, desde Ferroatlántica hasta Vodafone.