Cualquier política fiscal que no comience por abolir el IVA y los impuestos indirectos, por mucho que suba el IRPF o el de sociedades en ciertos tramos, es mentira que sea progresiva; sólo es un remiendo a una política fiscal neoliberal y reaccionaria.

Los impuestos indirectos son todo menos progresivos, pues pagan todos por igual, sea cual sea el nivel de renta. A ello hay que añadirle que el IVA es un impuesto no sólo regresivo por indirecto, sino también clasista, puesto que sólo lo pagan los consumidores.

Se puede afirmar que «consumidores» son todos los ciudadanos y ciudadanas; y es cierto… Pero «hecha la ley, hecha la trampa». El IVA se paga cuando uno consume como consumidor (valga la redundancia), no cuando uno consume para su negocio, sea un autónomo o sea Inditex. Cuando uno consume para su negocio, el IVA lo repercute en su declaración y se le descuenta.

El único papel que se hace es el de «recaudador» de impuestos; es decir, se cobra el IVA y tres meses después se declara para que se le descuente. Al final, si lo ha tenido ahorrado en una cuenta bancaria del IVA, ese «recaudador» se embolsa los intereses que le ha generado el IVA cobrado y no pagado.

Además, hay multitud de trampas fiscales para meter en gastos de «negocio» lo que son gastos particulares, que si se hicieran como consumidor final, tendrían que pagar IVA.

Surge aquí la pregunta entonces, ¿quiénes son los que pagan el IVA íntegramente? Pues los que no tienen la posibilidad de cargarlo en facturas porque cobran por nómina, que son los únicos que no pueden repercutir el IVA cobrado contra ninguna factura. Es la clase obrera la única que paga ÍNTEGRAMENTE el IVA; los demás, empresarios grandes o pequeños, todo lo que compren como intermediarios pueden repercutirlo, y si su flaca moral se lo permite, meterán gastos particulares como del negocio y se lo ahorrarán.

Por ello, cualquier política fiscal que no comience por la abolición pura y simple de estos impuestos indirectos, no puede ser presentada como progresista.

Una política fiscal progresista se basa en el principio contrario, se paga por ingresos, sean de capital sean de trabajo, con un criterio de proporcionalidad de tal manera que quién más gane, pague más. Kant llegó a establecer una proporción de «diez a uno»; puede ser un criterio.