Queridos camaradas:

Me he enterado con alegría que emprendéis la publicación de vuestro propio periódico (…) El estudio del marxismo fuera de la lucha revolucionaria puede hacer ratas de biblioteca, no revolucionarios. La participación en la lucha revolucionaria sin el estudio del marxismo conlleva inevitablemente riesgo, incertidumbre y semiceguera. Estudiar el marxismo como marxista no es posible sino participando en la vida y en la lucha de la clase; la teoría revolucionaria es verificada por la práctica, y la práctica es verificada por la teoría. Sólo las verdades del marxismo que han sido adquiridas en la lucha penetran en el alma y la sangre.”

Carta de Trotsky a los editores del periódico para jóvenes de la oposición de izquierda española

(13 junio 1932)

La tercera conferencia de la Izquierda Comunista de España (ICE), el partido trotskista de aquella época, había decidido hacer un esfuerzo particular hacia la juventud. Ernesto Tojo, que era el principal dirigente de l@s jóvenes trotskistas, tomó la misión de impulsar un nuevo periódico, que se nombró como Joven Espartaco. Es a la fundación de ese nuevo periódico a la que se refiere Trotsky en la carta que encabeza este artículo.

Fue el mismo Ernesto Tojo quien ganó en 1933 para el trotskismo a dos jóvenes sevillanos, de la localidad eminentemente obrera de Gerena. Esos dos jóvenes eran José Quesada (conocido como “Tarbes”) y Julio Cid. Cid era empleado del Ayuntamiento, trabajando como adjunto al secretario del mismo.

Siguiendo la directriz de Trotsky, que recomendaba en aquel momento entrar en las Juventudes Socialistas para conectar con su radicalización hacia el marxismo revolucionario, los dos amigos entraron a la agrupación de las JJSS de su pueblo, conviertiéndose Quesada en el secretario de la sección.

Sin embargo, la mayor parte de los trotskistas españoles no tomaron la misma decisión, y se abstuvieron de orientarse hacia las Juventudes Socialistas, que finalmente, en abril de 1936, se integraron en las Juventudes Comunistas para formar la JSU, de carácter netamente estalinista. Como consecuencia, Julio Cid es expulsado de la organización y Quesada dimite. Ambos, inmediatamente, ingresan al POUM, siendo Cid miembro del Comité Local del partido, que había sido fundado el año anterior por la mayoría de la ICE, tras romper con Trotsky.

Sevilla

El 17 de julio, el ejército de África se sublevaba. Esa misma noche, llegaron los primeros rumores del Golpe a Sevilla, por lo que la población reacciona, y piquetes de obreros y guardias de asalto rodea los cuarteles de la ciudad (si quieres leer más sobre la guerra y la revolución en Sevilla, pincha aquí). Julio Cid baja desde su pueblo a la ciudad para conseguir armas, pero le sorprende el estallido del primer combate de la guerra en Sevilla en la Plaza de San Francisco, a eso de las 16:00 horas del 18 de julio. Allí, Cid es uno de los civiles que resiste la primera embestida de las tropas fascistas, atrincherándose en el edificio de la Telefónica.

Cid, que había sido herido en un pie durante la refriega, intenta infructuosamente contactar con un par de compañeros del partido, para posteriormente retirarse a Gerena, donde logran desarmar a los fascistas locales, y se organiza la defensa de la población. El día 21, tres militantes del POUM y tres jóvenes socialistas intentan volver a Sevilla, pero ya no les es posible, pudiendo alcanzar sólo la Algaba, donde establecen la línea de defensa. En aquel pueblo, se entrevistan con el Alcalde y con la dirección de la CNT local, colaborando en la organización del combate. Para ello, vuelan los puentes que unían la localidad con Sevilla con dinamita traída, junto a refuerzos milicianos, desde Gerena, pueblo de tradición minera.

Sin embargo, la ofensiva fascista sobre la Algaba es demasiado grande, y la batalla se extiende apenas durante unas horas. Los milicianos se ven obligados a retroceder, a la vez que contienen el avance fascista para evitar la desbandada. Tras reagruparse con otros resistentes de los pueblos de Carmona y Villanueva del Río y Minas, atacan la localidad de Tocina, donde logran penetran, causando numerosas bajas al bando fascista. Sin embargo, no consiguen dominar el pueblo. La pequeña columna, en la que ya sólo quedan 65 supervivientes, se ve obligada a retirarse de nuevo, adoptando una táctica guerrillera. Atacan velozmente, para retirarse con rapidez. Escaramuza a escaramuza, la columna va perdiendo terreno, hasta llegar a la localidad extremeña de Azuaga, ya durante el mes de agosto.

Badajoz

En Azuaga se produce el encuentro entre los trotskistas sevillanos y llerenenses (si quieres leer más sobre el núcleo trotskista de Llerena, pincha aquí). Romualdo Rodríguez, que se había salvado una vez capturado al lograr desatarse, relata la masacre de más de 600 obreros/as en Llerena, de l@s cuales, 50 o 60 eran del POUM. Él había logrado huir aprovechando la confusión del fusilamiento, empujando a los soldados y huyendo a la carrera en la oscuridad de la noche.

Sin perder tiempo, se conforma una columna unida de andaluces y extremeños, que se vería obligada a retroceder hasta Madrid, donde se enrola en la resistencia de la capital. Esa heroica masa de obreros del campo de Sevilla y Badajoz, el Batallón Lenin, sería inmortalizada por Mika Etchébere, en sus memorias “Mi guerra de España”, tras combatir ininterrumpidamente durante meses contra el ejército fascista, sin más armas que las que podían ir consiguiendo en la retirada. Julio Cid sería comisario del Batallón.

Madrid

Según Broué, durante la batalla de Madrid, Rudolf Klement, del secretariado internacional por la IV Internacional, contactó con Cid y Quesada para tratar de reagrupar la organización trotskista. También en esa época, Julio Cid conoció al poeta surrealista cubano Juan Breá, que había llegado junto a la británica Mary Low, para colaborar en la guerra. Su encuentro se produjo en la sede de POUM de la calle Pizarro de Madrid. Allí, frente a los coches pintados con lemas como “Larga vida a Trotsky” o “Viva la revolución permanente”, Brea describe a Cid como un hombre rudo y fuerte, cargado de entusiasmo, revólveres, cámaras y cuadernos.

Julio Cid llevó a Breá al convento de dos pisos repleto de pintadas y carteles donde se había establecido el Batallón Lenin, compuesto en ese momento por unos 900 milicianos y milicianas. Es@s milicianos/as, que habían perdido much@s familiares y compañer@s a manos de los fascistas, sobrevivían con la única obsesión de conseguir un arma y poder combatir. El propio Breá da cuenta de ese estado de ánimo, al contar como Clara, una miliciana internacionalista, le mostraba con orgullo el moratón que tenía en el hombro por “disparar día y noche” contra los fascistas.

Barcelona

En abril de 1937, Cid y Quesada viajan a Barcelona, como delegados andaluces al congreso del POUM. Allí, Cid ingresa a través del llerenense Grandizo Munis en la Sección Bolchevique-Leninista de España (SBLE), la organización trotskista del momento, manteniéndose también en el POUM. Junto a él, militaban además del propio Munis, otros nombres bien conocidos como Jaime Fernández, Esteban Bilbao o los internacionales Moulin, Benjamin Péret, Carlini o Casanova.

Al siguiente mes, estallaron los “hechos de mayo”, cuando el enfrentamiento entre el gobierno republicano burgués-estalinista y las fuerzas obreras revolucionarias, llegó a las armas. Inmediatamente, Barcelona se volvía a llenar de barricadas, donde Julio Cid combatió una última vez. Cid, junto a sus compañeros, distribuyó el panfleto de la SBLE que decía:

Viva la Ofensiva Revolucionaria.

Nada de compromisos. Desarme de la GNR y la Guardia de Asalto reaccionarias. El momento es decisivo. La próxima vez será demasiado tarde. Huelga general en todas las industrias que no trabajen para la guerra, hasta la dimisión de todo el gobierno reaccionario. Sólo el poder proletario puede asegurar la victoria militar.

Armamento total de la clase obrera

Viva la unidad de acción CNT-FAI-POUM

Viva el Frente Revolucionario del Proletariado

En los talleres, fábricas, barricadas, etc… Comités de Defensa Revolucionaria

Sección Bolchevique-Leninista de España. Por la IV Internacional”

El día 5 de mayo, mientras su inseparable compañero Quesada se reunía con Jaume Balius, dirigente de la agrupación Los Amigos de Durruti (compuesta por milicianos de la antigua Columna Durruti, que levantaba posiciones muy similares a la de los trotskistas), Julio Cid caía mortalmente herido en la calle Mendizábal. Aunque “La Voz Leninista”, el periódico de la SBLE, atribuyó los disparos a una confusión, Quesada siempre defendió que el asesinato de su compañero fue obra de los estalinistas.

Julio Cid representa mejor que nadie al proletariado revolucionario. Su vida es un hilo rojo que conecta a la clase obrera sevillana, a los jornaleros extremeños, al Madrid antifascista y a la Barcelona libertaria. Militante trotskista, compartió barricada con la mejor vanguardia de la CNT y el POUM. Estuvo presente cuando silbaron las primeras balas en la Plaza Nueva de Sevilla, aquel caluroso 18 de julio de 1936, y murió el 5 de mayo de 1937, a la vez que la Revolución era definitivamente aplastada.

Sirva este escrito como homenaje a su recuerdo. ¡Que la memoria de aquel humilde trabajador de un pueblo de Sevilla esté presente en las nuevas generaciones de militantes revolucionarios!